Un catalán para gobernar España

    • Ya hay encuestas que aseguran que Ciudadanos ha superado a Podemos, la formación de izquierda radical que parecía que iba a comerse el mundo y que lleva unos meses en continuado declive.
    • El ascenso de Rivera está basado en argumentos consistentes y reformistas, no es el caso de Pablo Iglesias, que se montó en una ola de indignación, populismo y derribo que no tiene tanto recorrido como él creyó.

La política está llena de paradojas. La locura independentista de Artur Mas y Oriol Junqueras ha desembocado en una confirmación de que su peso electoral es minoritario (menos votos, aunque la ley electoral les beneficie en escaños) y en un fortalecimiento de la opción radicalmente española que es el partido Ciudadanos. El tándem Mas/Junqueras ha contribuido decisivamente a proyectar a Albert Rivera, quien más éxito ha cosechado en las elecciones autonómicas del 27 (ha casi triplicado su cuota de votos y de escaños) y que ha obtenido con ello oxígeno para su propuesta de gobernar España. Se mire por donde se mire, la operación le ha salido a Mas extraordinariamente bien… para los otros.

Los sondeos electorales empiezan a detectar que la intención de voto para el partido de este catalán nacido en Barcelona hace 35 años crece en el conjunto de España y confirman que él goza de una consideración popular superior a la de las principales figuras políticas. Ya hay encuestas que aseguran que Ciudadanos ha superado a Podemos, la formación de izquierda radical que parecía que iba a comerse el mundo y que lleva unos meses en continuado declive. Alguna otra encuesta le sitúa más arriba, acercándose a Partido Popular y Partido Socialista. Hace unos meses, escribí que Rivera era “el cuarto pasajero”, pero no ha pasado mucho tiempo y ya es el tercero y podría estar urdiendo la sorpresa.

El ascenso de Rivera está basado en argumentos consistentes y reformistas, no es el caso de Pablo Iglesias, que se montó en una ola de indignación, populismo y derribo que no tiene tanto recorrido como él creyó. Rivera se ha peleado contra el independentismo catalán con más brío y constancia que el PP y con más claridad que el PSOE. Se presenta como español sin disimulos, además de catalán (como otros somos también asturianos, manchegos, castellanos y etc.), se define como centrista y liberal, se pronuncia como demócrata, no quiere destruir la Constitución sino reformarla para que sea más útil a la convivencia, y ha formado equipos de gente joven, inexperta pero preparada, que ha captado ya porciones significativas de votos.

La irrupción de Rivera y su gente tiene algo del aire de los centristas de la transición, aquellos jóvenes entre 34 y 44 años de edad que se incorporaron a la gestión política siguiendo a Adolfo Suárez para sustituir a la vieja clase y realizar las reformas que requería la actualización de España. Ahora la renovación que ofrece Ciudadanos frente a los partidos tradicionales no es de calendarios porque éstos también se van rejuveneciendo: el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, tiene 43 años y el nuevo cuarteto de dirigentes del PP (Andrea Levy, Casado, Maroto y Martínez Maíllo) está entre los 31 y los 45. Pero sí es renovación de políticas.

Un ejemplo ilustrará esta novedad: la reforma de la Constitución que ofrece Rivera. Frente a la exigua disposición de Mariano Rajoy (que explica insuficientemente su propósito) y la confusión de Pedro Sánchez (que nunca define la solución federalista que quiere aplicar a las autonomías), el líder de Ciudadanos concreta en tres objetivos su plan de reforma: 1º, cerrar las competencias administrativas y determinar las que son municipales, del Estado y de las Comunidades, 2º, convertir el Senado en una cámara territorial, y 3º, blindar la igualdad de derechos de todos los españoles. Además ha insistido en la necesidad de promover el “patriotismo constitucional”, que consiste en desarrollar los valores de la igualdad, la libertad y la solidaridad en el sector educativo y en los medios públicos de comunicación, entre otros ámbitos. Todo ello sería beneficioso para el funcionamiento de la Administración española y para el progreso social.

Ciudadanos tiene votos prestados del PP y también aunque en menor número del PSOE. La batalla electoral hasta el 20 de diciembre va a consistir en fomentar y en impedir trasvases. El principal perjudicado por el ascenso de Ciudadanos parece ser el PP, pero eso no impide considerar que es también el aliado más cercano. Estas circunstancias aproximan a los equipos de Rivera al Gobierno. De una u otra forma, va a hacer imprescindible que se cuente con él.

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