Zak, consejero de Guantánamo, traductor de emociones y puente cultural

  • "Quiero que mis hijos sigan teniendo un padre", dice Zak antes de comenzar la entrevista; no deja que grabemos su rostro y por supuesto no revela su apellido.

Raquel Godos

Base Naval de Guantánamo (Cuba), 24 mar.- "Quiero que mis hijos sigan teniendo un padre", dice Zak antes de comenzar la entrevista; no deja que grabemos su rostro y por supuesto no revela su apellido.

Es el "consejero" en la prisión de Guantánamo, el puente y nexo entre presos y guardianes, entre prisioneros y Gobierno.

Lleva ocho años desempeñando su cargo, traduciendo emociones y rasgos culturales, haciendo de intermediario entre unos y otros para lograr un entendimiento dentro de uno de los penales más singulares del mundo. También de los más complejos. Probablemente el más controvertido.

Tiene claro cuál es su bando, el del Gobierno estadounidense. Pero ha sido capaz de ponerse en la piel de los detenidos y trasladar también consejos a esos jóvenes guardas que en su despliegue de nueve meses en la base naval tienen que aprender a enfrentarse a ellos.

"Siempre les digo lo mismo: No ames, no odies", explica Zak en entrevista conjunta con Efe y el diario Miami Herald.

El consejero cultural de la prisión, que comenzó como mero traductor de árabe, insiste en que la clave para esos militares que están en contacto casi diario con los detenidos es no permitirse a sí mismos desarrollar ningún tipo de emoción, ni positiva ni negativa, hacia los prisioneros.

Aunque parezca complicado que un guardia de Guantánamo pueda empatizar con alguno de ellos, Zak es meridiano: "El trabajo de los detenidos es lograr que los guardias no hagan el suyo", dice.

Según detalla, la experiencia de los presos en el penal es una arma para lograr que los guardas, que en algunos casos tienen 18 o 19 años, no hagan su labor.

"Hay dos métodos para lograr que no hagan su trabajo: o hago para caerte bien o hago que me odies", agrega el consejero.

"A algunos les escuchan hablar en español entre ellos y les dicen alguna palabra que han aprendido para acercarse" emocionalmente, ya que, según relata el consejero, su actitud no es necesariamente agresiva con los carceleros y a veces buscan su complicidad. "Los detenidos son buenos en esto. Tienen experiencia".

"Por eso -insiste-: 'No amar, no odiar', repetimos a todo el mundo que debe ser profesional".

Pero Zak no solamente intercambia pareceres con los soldados rasos, a quienes también ofrece brochazos de la religión islámica para que entiendan los comportamientos de los presos, sino que escucha las inquietudes de los detenidos y traslada las impresiones de lo que percibe a la cúpula militar y el Gobierno.

"Con algunos no tengo necesidad de reunirme. (...) Pero cuando lo hago es exactamente igual que como estamos tú y yo ahora", explica. "Sin ningún tipo de barrera física".

Respecto a la delicada situación por la que pasó el penal el año pasado, en que alcanzó cifras récord de detenidos en huelga de hambre, 106 en números oficiales, Zak valora con optimismo la situación actual, aunque advierte de que siempre existe un núcleo duro, de entre unos 10 y 15 que no ceja en su empeño.

Sin embargo, el consejero rechaza la protesta de los presos a la que califica como un juego para llamar la atención pública.

Preguntado sobre cuál es la piedra angular de su trabajo, que tiene mucho de intermediario y negociador entre unos y otros, responde de manera rotunda: "El sentido común".

"Llevo trabajando aquí desde 2005. Y hablo claramente y digo lo que pienso a la cúpula (militar). Pero yo no soy el que toma las decisiones finales", explica, respecto a las negociaciones que mantienen los detenidos con el Gobierno en sus procesos judiciales.

"Pero fui contratado para contar cómo veo las cosas, para contarlas como son, tal y como lo hace tu cámara cuando está grabando", sentencia. "Y duermo muy bien por las noches".

Mostrar comentarios