Los 60 tentáculos de Rusia en Europa: criptos, fútbol y bancos

El entramado de filiales y participaciones de las grandes corporaciones rusas en el Viejo Continente hace muy complicado tomar represalias económicas sin perjudicar a todas las partes.

28 de febrero de 2022. Rusia lleva cuatro días invadiendo Ucrania. Los países europeos apartan su hasta ahora tímida y conciliadora diplomacia y anuncian sanciones económicas inéditas. Rusia comienza a digerir un ataque que golpea, no solo a las cuentas de sus oligarcas, sino a las de todo un país; y publica ese mismo día -por medio de su banco central- hasta 14 medidas: desde subir al 20% los tipos de interés (para evitar depreciación e inflación y proteger a los ahorradores) hasta pedir a los bancos comerciales “no imponer sanciones o multas relacionadas con los préstamos si la situación financiera de los prestatarios se deterioró después de las sanciones”. Lo que se preveía desde el Kremlin como una guerra relámpago parecida a la de Crimea -pero con pretensiones mucho más ambiciosas- se ha convertido ya en una guerra económica sin precedentes en este siglo contra todo Occidente.

Yates, joyas, mansiones, depósitos bancarios… desde Europa pronto se señaló los efectos perversos que toda la élite rusa iba comenzar a sufrir. La dependencia del gas -que era la principal preocupación de la opinión pública europea- comenzó a quedar en un segundo plano ante las firmes acciones que ejercían sus gobiernos, con la suspensión del Nord Stream 2 o la apuesta por la importación de gas natural líquido de otros países. Pero Rusia no es cualquier territorio del que la burocracia europea pueda fácilmente zafarse, sino que se trata de una potencia anclada a Europa durante miles de años y cuyas relaciones comerciales se han intensificado durante las últimas tres décadas. Así, existen hoy ‘tentáculos’ de capital ruso que tienen atrapadas a decenas de empresas europeas y filiales bancarias que operan por todo el continente.

La banca rusa en Europa

Como la mayor parte de los países, la financiación del sector bancario de Rusia procede principalmente de los depósitos de las empresas y de los particulares. Antes de la invasión, el contexto financiero del sector era el siguiente: entre 2013 y 2021 se redujeron “más de 250 licencias bancarias” que causaron “casi ningún impacto” en los activos totales; el ritmo de crecimiento de los préstamos minoristas “se ha acelerado”; los préstamos hipotecarios “siguen impulsando la expansión del crédito en 2021”; la dolarización se ha reducido “notablemente” en los últimos años; y los 13 bancos más importantes representan el 77% de los activos.

Sberbank es el mayor banco de Rusia y así se puede corroborar con las innumerables filiales -hasta 32- que tiene repartidas por toda Europa como, por ejemplo, Sberbank Europe AG (Austria), Sber Trading Swiss AG (Suiza), fortenova Group TopCo B.V (Holanda), SB Capital (Luxemburgo), Privantinvest (Eslovenia) o Troika Capital Partner Limited (Chipre). VTB es el segundo ‘gigante’ bancario del país por número de activos. La cantidad de filiales que tiene esparcidas por Europa es inferior al de Sberbank; y entre estas destaca VTB Bank Europe SE (con sede en Frankfurt), VTB Bank CJSC (Armenia) o JSC VTB Bank (en Georgia). En tercer lugar, se encuentra ‘la banca del gas natural’, Gazprombank, que tiene siete subsidiarias, donde cabe resaltar Gazprombank Switzerland (en Suiza), GPB International (Luxemburgo) o GPB Global Resources B.V (en Holanda). Otras entidades son Alfa Bank (que tiene Amsterdam Trade Bank), Otkritie Bank y Sovcombank (con la chipriota Komana Holdings LLC). En España, y según confirman fuentes del banco central, “no hay filiales ni entidades rusas ni tampoco participación relevante en otras entidades, nacionales, comunitarias o extranjeras que operan en nuestro país”.

El capital ruso en las compañías europeas

Un porcentaje de los oligarcas rusos prefirieron invertir parte de su patrimonio no solo en bienes inmuebles, sino también en compañías europeas. Así, hoy nos podemos encontrar a muchos de ellos que tienen un importante volumen de acciones en empresas, como Alexei Mordashov -que tiene un 34% de participación en el grupo turístico alemán TUI-, Mijaíl Fridman y Petr Aven -que juntos controlan alrededor del 50% del holding británico LetterOne, con el que tienen participaciones en la cadena de supermercados DIA (77%) y en el operador de telefonía móvil Veon (47,9%) – o Andrey Melnichenko, que fundó EuroChem, una de las empresas más potentes de fertilizantes y cuya sede se encuentra hoy asentada en Zug (Suiza).

El capital ruso no se concentra en un mismo ámbito, sino que discurre por sectores muy diversificados. Nos podemos encontrar con Aximetria -un servicio financiero de criptomonedas comprado recientemente por el holding ruso TSC-, En + Group -una empresa anglo-rusa que se define como “el mayor productor de aluminio con bajas emisiones de carbono”-, equipos de fútbol -como el Chelsea FC de Roman Abramovich, que busca ahora alguien que le compre el club, y el AS de Monaco de Dimitri Rybolóvlev- e incluso, equipos de Formula 1, como Haas. Por otro lado, otra de las salpicadas es la empresa minera de metales preciosas, Polymetal Internacional, que cotiza tanto en la bolsa valores de Moscú como en la de Londres.

Indirectamente hay decenas de empresas perjudicadas por su exposición al mercado ruso, como el fabricante francés de yogures Danone -que controla la marca de productos lácteos Prostokvanhino del que obtiene el 6% de las ventas totales del país- o la mayor aseguradora italiana Generali, que tiene una participación minoritaria en la aseguradora rusa Ingosstrakh. Por otro lado, el fabricante de automóviles francés Renault obtiene, según Citibank, el 8% de sus ingresos básicos en Rusia y la británica Rolls-Royce sostiene que el 20% de su titanio, utilizado en los motores a reacción, procede de Rusia. Por último, la petrolera francesa Total Energies es uno de los mayores inversores en Rusia, con una participación de casi el 20% en la compañía de producción de gas Novatek.

El economista Francisco Coll Morales enumera otros riesgos que pueden sufrir los países europeos por dicha guerra. “Teniendo en cuenta el papel de Rusia y Ucrania como origen de muchas materias primas, lo sucedido pretende hacer que todas ellas se encarezcan, pudiendo llegar a darse desabastecimientos, lo que provocaría que ese sobreprecio acabe trasladándose a las empresas en forma de sobrecostes. La mala situación que estas atraviesan por la crisis supondría más escollos para el principal motor económico de la recuperación. Y a esto debemos sumarle las consecuencias que tiene la propia incertidumbre para la economía, siendo uno de los fenómenos que más penaliza. Atendiendo a informes del FMI, la propia incertidumbre y la inestabilidad política es capaz de restar 1,5 puntos porcentuales al crecimiento del PIB de los distintos territorios europeos”, concluye Coll.