'Sumiller' en prácticas: las 7 claves para ser el que más sabe de vinos esta Navidad

  • Lo primero ¿cuál elegimos? Uno que ronde los 10-15€ estará siempre bien. Y alrededor de los 20-30€ será un acierto seguro.
vino en NAvidad
vino en NAvidad

El mundo del vino es amplio y cambiante, pero saber de vinos no es tan difícil como parece. Sólo has de tener claras algunas cosas básicas para no dártelas de sumiller cuando a duras penas consigues abrir una botella a la primera. Si no quieres pecar de ‘cuñadismo’ esta Navidad, toma nota de estas siete claves para acertar con el maridaje y dejar a la familia con la boca abierta.

1. En la tienda de vinos

Aunque no te sepas los nombres de las uvas y no aprecies los taninos en la copa, también puedes disfrutar del vino. Para sorprender en esa comida familiar, lo único que necesitas saber es si prefieres blanco o tinto. Y para no perderte y que te puedan atender de manera personalizada, lo mejor es que acudas a una vinoteca o a una tienda especializada. Allí, el vino estará colocado por tipos (blancos, tintos, espumosos, generosos), por procedencia (nacionales y extranjeros) o por menciones geográficas (zonas de producción o D.O.), y lo más probable es que el responsable del establecimiento sepa orientarte sobre las características organolépticas de cada varietal. Esto te facilitará elegir entre vinos ligeros y aromáticos, potentes, frescos, etc.

No sufras porque nadie va a examinarte. Pide información sobre las zonas y el estilo de vinos que se elaboran en ellas. No te dejes llevar tanto por la marca comercial como por el origen vitivinícola, el envejecimiento y la historia que hay detrás de cada etiqueta. El precio, aunque es muy variable, es otra buena guía para acertar en la elección. Ten en cuanta que hay vinos económicos muy buenos y vinos carísimos que no son para tanto, pero en tienda un vino que ronde los 10-15€ estará siempre bien. Y alrededor de los 20-30€ será un acierto seguro. A partir de ahí, la horquilla sube y sube en función de lo que estés dispuesto a pagar. “Si hay vinos de miles de euros es porque alguien puede pagarlos”, decía el gran Custodio López Zamarra.

Copa de vino
 

2. Elige bien las copas

El aroma y el sabor del vino varían cuando se bebe en la copa adecuada. Como ya sabrás, el tallo conserva el vino a la temperatura adecuada, pues permite colocar la mano lejos del líquido para no recalentarlo, y el borde curvado hacia el interior mantiene mejor los aromas. Un tamaño lo suficientemente grande como para poder girar el vino sin que se derrame es esencial, y el material, siempre transparente, liso y sin facetas. Pero como no queremos que acabes con las existencias de Riedel, te recomendamos dos tipos de copas con las que conseguirás tu objetivo de disfrutar al máximo de las botellas que has comprado.

Lo ideal es tener una copa para blancos, otra para tintos y otra para espumosos. Para el blanco la mejor es la polivalente, que es como la de Burdeos pero más pequeña. Y además también te sirve para el cava o el champagne en lugar de la de flauta, que es muy bonita pero no deja salir todos los aromas. Para el tinto, elige la copa Burdeos o de tulipán. Su forma alta es apropiada para todos los vinos, tiene el cuello un poco más estrecho que el cuerpo (al contrario que la de Borgoña) y una boca lo suficientemente abierta para esparcir el vino por toda la lengua y saborearlo en condiciones. Pero si sólo puedes optar por una, quédate con una copa pequeña tipo Burdeos o con una grande polivalente. Ambas se adaptarán a cualquier circunstancia.

3. Dale importancia a la temperatura

Lo fundamental a la hora de servir al vino es que esté a temperatura. Y cada vino tiene la suya. En un mundo ideal tendríamos una vinoteca que nos mantendría el vino a una temperatura constante entre los 12 y 16 grados centígrados. En la vida real, tenemos una nevera o en su defecto un lugar oscuro y fresco en el que la temperatura ambiente no supera los 22 grados. Sea como sea, procura servir los vinos blancos entre 5 y 8ºC si son jóvenes (también los espumosos) y entre 10 y 12ºC si tienen crianza; los tintos jóvenes entre 12 y 14ºC, entre 14 y 16ºC sin tienen crianza, y entre 17 y 18ºC si son reserva o gran reserva.

Recuerda que un vino demasiado frío pierde por completo sus características. El frío atenúa las sensaciones dulces y alcohólicas, mientras que potencia la tanicidad y la acidez, y el calor puede provocar un exceso de alcohol en boca, entre otros matices que no querrás comprobar. Si tienes que elegir, mejor pasarte de frío que de calor, porque el vino tenderá a atemperarse solo, pero jamás de los jamases sometas a ningún vino a un golpe de temperaturas extremo, ni frías ni calientes, para conseguir el grado deseado. Nada de ponerlo al sol ni de meterlo en el congelador. ¿Cuál es la mejor manera de enfriar el vino si no tienes tiempo? El agua con hielo. Se trata de un método sencillo, eficaz y económico que te permitirá jugar con la temperatura a tu antojo.

Abridor vino

4. ¿Cómo se abre esto?

Si no eres muy diestro abriendo botellas, también hay un sacacorchos para ti. El de dos tiempos, el de forma de T y el de láminas requieren cierta experiencia y un poco de maña. Nada que no consigas después de abrir tres o cuatro botellas, pero si no quieres liarla parda durante la velada después de todo el esfuerzo, opta por el de palanca. Es plegable, práctico y económico. El corcho se extrae sin esfuerzo y sin deterioro. El de rosca también te facilitará la vida. Dispone de una doble empuñadura, la primera hace penetrar el husillo y la segunda lo hace girar al revés para sacarlo de la botella. Se necesita tener algo de fuerza, pero es muy sencillo.

Para asegurarte un descorche perfecto, coloca la botella de manera vertical con un punto de apoyo sobre la mesa. Corta y retira la cápsula por debajo del gollete (importante), limpia la boca y clava bien la espiral en el centro del corcho sin que lo atraviese por completo. La clave es girar el sacacorchos, no la botella.

5. Lo decanto, sí o no

No. La idea de que todo el vino ‘bueno’ se decanta nos la colaron los vendedores de decantadores. Y sólo porque tengas uno divino cogiendo polvo en la vitrina del salón no significa que tengas que usarlo. En realidad, el vino sólo se decanta en tres casos: si es muy viejo y necesita oxigenarse, es decir, si al abrir la botella emana un olor desagradable (y aún así es mejor abrirlo unas horas antes que someterlo al agresivo proceso de decantación); si es joven y necesita ‘abrirse’, es decir, si no es tan intenso en nariz como esperábamos; o para eliminar los posibles sedimentos que queden en la botella (y en la mayoría de los casos esos ‘posos’ son bitartratos, materia colorante muy común en ciertos vinos y en ningún caso perjudicial para el organismo). El vino bueno no se decanta, se disfruta.

6. ¿Primero blanco o tinto?

El orden de los factores aquí sí altera el producto. Antes de lanzarte a abrir botellas como si no hubiera mañana, ten en cuenta la organización del servicio en función de lo que vayas a comer. En el transcurso de la comida la sensibilidad sensorial irá disminuyendo y te vendrá bien contemplar estas reglas si quieres disfrutar plenamente de la degustación. Los criterios para servir el vino siguen este orden: según tipo (blanco, rosado, tinto, dulce, generoso), edad (joven, viejo, reserva, gran reserva), contenido de azúcar (seco, semi seco, dulce), temperatura (de menos a más), alcohol (de menos a más) y calidad (de menos a más).

No vamos a entrar en materia de maridajes porque eso da para otro artículo (y hemos preparado ese otro artículo), pero para establecer el orden de los vinos que acompañarán esa comida o cena familiar, te ayudará saber que combinar un plato ligero con un vino delicado y un plato fuerte con un vino con cuerpo siempre funciona. También que a una receta tradicional de una determinada comarca se le puede asignar un vino de la zona, y que a un plato cocinado con vino le vendrá estupendamente un vino de una calidad ligeramente superior, que comparta las mismas características.

7. Si sobra vino en la botella

El tiempo que tarda en estropearse el vino una vez abierto depende del tipo y de la edad. En líneas generales, los tintos duran más que los rosados y los blancos. Los que menos aguantan son los espumosos, que conviene beberlos en el día. Los tintos con crianza pueden mantenerse abiertos como mucho una semana, mientras que los rosados y blancos aguantan alrededor de 4 días.

Lo bueno es que hay trucos para ralentizar ese proceso de pérdida de aroma, sabor y calidad que se produce cuando descorchamos una botella. Volver a tapar la botella para evitar que siga entrando el oxígeno es lo primero. Mejor si es con un tapón especial que la selle herméticamente como una pequeña bombas de vacío. Si no tienes uno de estos, ponle su corcho original. Y si solo queda vino para una o dos copas, cámbialo a una botella de cristal más pequeña que se pueda cerrar fácilmente. alargar la vida del vino abierto.

Guárdalo en la nevera si hace falta. El frío ralentizará su degradación, como sucede con la comida. La oxigenación se seguirá produciendo pero de forma más lenta. Eso sí, una vez abierto el vino colócalo en posición vertical, no en horizontal. De esta manera el oxígeno solo estará en contacto con la superficie del vino. Cuanto menos aire entre la botella, mejor para alargar la vida del vino abierto.

Hora de la cata

Fundamental: no te hagas el listillo. En el mundo de la cata de vinos hay demasiado ‘postureo’ y el que es capaz de echarle más literatura al sorbo es el que gana. Deja a un lado frases como “tiene ribetes violáceos, aromas a fruta roja recién recolectada y un retrogusto a regaliz”, porque a nadie le importan realmente las notas de cata y porque, como dijo la sabia Isabel Mijares, “la gente no quiere vinos para filosofar”. La gente bebe bien si lo que bebe le gusta, y si le gusta no hacen faltas palabras. Cierra los ojos (o mantenlos abiertos, tú eliges), y deja de buscar argumentos para expresar esas emociones. Limítate a disfrutar del vino con los cinco sentidos. Es simple, ¿está bueno, sí o no? ¿Apetece otra copa, sí o no? ¿Acompaña bien a la comida, sí o no? Si hay que discutir algo en la mesa, que sean estas tres cosas.

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