La Capilla Sixtina, ojos, flores y dibujos maoríes, las "joyas" del tatuaje

  • Pablo Cantó.

Pablo Cantó.

Madrid, 15 jul.- Un tatuaje era antes sinónimo de "macarra" o "delincuente", pero ahora es "un arte rico y complejo" cada vez más demandado por "todo el mundo", como han mostrado en el Festival Mulafest algunos de los mejores diseñadores de esas "pinacotecas" andantes, capaces de llevar en su espalda la Capilla Sixtina.

Venidos de sitios tan exóticos como Moorea (Polinesia), pero también de México, Argentina y Francia y, sobre todo, de España, 74 artistas han exhibido desde el día 11 su talento en el arte "de la sangre y las lágrimas", con dibujos tan elaborados como los de Miguel Ángel, la cara de Dalí o la Torre Eiffel, pero también muchos ojos, flores, calaveras y retratos de "amadas".

La industria del tatuaje capea el temporal pese a la crisis, y prueba de ello han sido las colas ante los puestos de tatuadores instalados en el festival de cultura urbano abierto en el Ifema, con artistas tan reputados como Samu, Otto, Anna, Frank Barber, Josu, Juanpe, Laura Juan, Javier Pérez o el "deseado" polinesio Chime, experto en las líneas maoríes, tan de moda.

Un "tattoo", como ellos dicen, a una sola tinta y de pequeño tamaño puede costar entre 40 y 100 euros, y uno grande y complejo, que requiera varios colores, degradados y sesiones, como muchos de los que sus usuarios "exhibían" este Mulafest en pantorrillas y brazos, puede alcanzar fácilmente las cuatro cifras.

Por eso, por la posibilidad de confrontar la oferta y ver las últimas tendencias, es por lo que ferias como Mulafest son "necesarias": "puedes comparar estilos y precios y eso nunca se había hecho antes", argumenta Verónica, devota de los tatuajes de 22 años.

Las agujas y rodillos de inyección de tinta de las máquinas de tatuar, localizadas en un pabellón al lado de la exhibición de motos de gran cilindrada y las rampas para las bicicletas y los "skate", no han parado en Mulafest y los profesionales tenían citas concertadas desde hace meses, en especial para tatuajes complejos o sesiones largas.

El valenciano Samu, de V Tattoo, explica que en cada día de Mulafest, inaugurado el pasado miércoles, tenían programado en su estudio sesiones "de más o menos cinco horas".

"Antes se pensaba que un tatuaje era sinónimo de macarra, delincuente o ex-convicto", reconoce Pablo, arquitecto de profesión, pero, ahora, "las cosas han cambiado".

"Mírame: yo ya llevo dos, ¡y he venido buscando el próximo!", se ríe.

Pero no sólo ha evolucionado la visión de la sociedad sobre el tatuaje sino los diseños con tinta y aguja sobre la piel con gente capaz de hacer la Capilla Sixtina en la espalda, como el madrileño Juanpe, de Juanpe Tattoo, o la Piedad en una mano, como Juan Sánchez, de Mao & Cathy Madrid.

También hay espacio para el arrepentimiento, como el que ocupa Javier, un ingeniero que ha inventado y distribuye una láser para borrar tatuajes, "Laserlight", que "microfragmenta" la pintura para que el cuerpo la elimine.

Con cuatro o seis sesiones de láser, en función de la piel y la complejidad de lo dibujado, el tatuaje desaparece "por completo", asegura.

Pero, advierte, borrarlo es "cinco o seis veces más caro que hacérselo" y "doler, parece que duele lo mismo".

"Los tatuajes ya no tienen por qué ser para toda la vida. Hay gente que simplemente no tiene los mismos gustos a los 18 que a los 40 y decide borrárselo. Y claro, también hay un factor pasional: borrar nombres de exnovias siempre es fuente de negocio", bromea.

Otro de los grandes "peros" sobre los tatuajes es el del riesgo de contraer enfermedades, pero en Mulafest se puede comprobar en cada uno de los "talleres" que las agujas se cambian en cada sesión, incluso varias veces en un mismo trabajo a una misma persona, y que todo el equipo está esterilizado.

"La normalización es pura inercia generacional: los jóvenes universitarios de hoy se tatúan, y serán los grandes líderes y empresarios de mañana. Todos acabaremos teniendo jefes tatuados", afirma Carlos, que ha venido acompañado de su mujer e hijo.

Para este fan de los "tattoos" hay un razonamiento imbatible sobre su "idoneidad" y lo injustificado de los prejuicios contra las personas tatuadas.

"El país -arguye- está fatal y los que se lo están cargando no llevan tatuajes ni dilataciones. Si hay que tener miedo a alguien, que sea a los tipos de traje y corbata", arguye.

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