Cascais, a la altura de grandes destinos europeos como Biarritz y Saint Tropez

  • Parada obligada es Guincho, donde además de olas, playas y viento se encuentra uno de los restaurantes con más encanto de la zona. 
Cascais
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Cascais / Pixabay

Portugal es el país de moda en Europa, Lisboa es la capital elegida por multitud de artistas, músicos y cantantes; porque se ha sabido crear un ambiente y mantener una atmósfera propicia para que tantos encuentren inspiración en esa luz, irrepetible en otras latitudes. La tranquilidad de una forma de vivir cuyo ritmo se niega a otras capitales. Del saudade, ese sentimiento melancólico que todo lo impregna y que tanto ayuda y reconforta en el proceso creativo que todo artista necesita. Pero si Lisboa posee un encanto especial ese es Cascais, refugio desde siempre de los lisboetas más pudientes.

Desde la punta norte de la desembocadura del Tejo, el comboio, un tren que enfila hacia el Atlántico, recorre la costa y nos acerca hasta Cascais. Sentado junto a la ventana que mira al mar, se ve pasar primero la fortaleza de Belém, Oeiras, Carcavelos, Estoril y por fin, Cascais, aristocrática pero sencilla, elegante pero muy atractiva, de playas increíbles y restaurantes que merecen la pena visitar. Cascais mantiene un porte altivo y orgulloso cuando enseña las mansiones y palacetes que un día alojaron a la aristocracia europea que llegaban hasta aquí en busca del clima y la tranquilidad que se disfrutaba en este parte de Europa ajena a las guerras mundiales.

Si Cascais mantiene una cara regia, más allá de las playas de la ciudad, muestra otra surfera y playera. La playa de El Guincho es una de las lenguas de arena más largas y salvajes. A ella se accede a través de una larga pasarela de madera que sortea las dunas que le separan del agua. Si en Nazareth, unos kilómetros más al norte, se surfea la ola más grande del mundo, aquí el viento hace su trabajo para que el cielo se inunde de cometas que arrastran a los surferos a velocidades de vértigo y practicantes de body surf que recorren sus olas haciendo increíbles figuras. Si le apetece hay una escuela de surf para comenzar a bailar con las olas.

Pero Guincho no es sólo olas, playas y viento. En el hotel Fortaleza se oculta el lujo del que en otras épocas gozaban sus ilustres visitantes. El restaurante del hotel posee una estrella Michelin fundamentada en la excelsa calidad de los pescados y mariscos del litoral portugués que el cocinero Miguel Rocha emplea para elaborar recetas tradicionales que van desde la sopa de pescadores ¡impecable! a las gambas y el centollo pescado en los alrededores; a una feiojada muy especial. Para algo más sencillo, el restaurante Jardin Dos Frangos, pollo a la brasa y patatas con buena cerveza local en pleno Cascais.

Paseando por el centro descubrirá la plaza del Mercado. De una vuelta entre los puestos, observe la calidad del género: Pescados y mariscos, verduras y hortalizas. Desayune en cualquiera de sus bares. El café en Portugal está al nivel del que pueden beber en Milán. A media tarde tómese un café en la terraza del hotel Farol mirando al mar. Las tardes en Cascais no serían iguales sin los helados de la heladería Santini, fundada por un italiano y donde se pueden probar los helados más cremosos de la zona. Le transportará a Italia. Para cenar Confraria, un cálido local con una propuesta de original sushi estilo portugués.

Cascais está a la altura de los grandes destinos de verano europeos; elegante y decadente compite con la elegancia de Biarritz y la sofisticación de Saint Tropez. La oferta cultural de la villa portuguesa está a la altura de las manifestaciones artísticas de las ciudades nórdicas. Más de una docena de espacios dedicados a la cultura. El museo de los Condes de Castro Guimarães es un falso castillo construido a primeros del siglo XX en el que apreciar entre piezas de arte la imagen más antigua que se conserva de Lisboa. El Museo do Mar ofrece un recorrido por la historia que une Cascais con el mar y la pesca. El Faro de Santa Marta reúne parte de la historia de estos gigantes que la literatura ha rodeado de un halo especial.

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