Los castillos, esas edificaciones singulares que sirvieron como fortalezas en otra época hoy se han convertido en piezas de museo que transmiten parte de la historia del territorio en que se han levantado. Existen regiones como Castilla, el Valle del Loira y Omán, en Oriente Medio; cuya seña de identidad viene dada por las almenas, los torreones y las murallas de sus castillos. Los castillos siguen estando de moda, de hecho, el Castillo de Windsor, es el lugar elegido por el segundo hijo de Lady Di, el Príncipe Henry y la actriz americana Meghan para celebrar el enlace que les unirá en el mes de mayo.
A continuación señalamos algunos de los más representativos, aquellos que si tiene la oportunidad no pueden dejar de visitar.
El Castillo de Praga es, más que una fortaleza de estilo medieval, un conjunto arquitectónico de palacios y edificios señoriales conectados entre sí por pequeñas callejuelas que añaden encanto y misterio al conjunto. Pasa por ser el castillo más grande del mundo. Desde su fundación, fue la residencia de los Reyes de Bohemia y en la actualidad alberga el despacho del presidente de la República. El interior del complejo alberga la Catedral, el Convento de San Jorge que, contiene arte antiguo de Bohemia, la Basílica de San Jorge, el Palacio Real, y galerías de pintura renacentista y barroca en las antiguas caballerizas del castillo.
El Castillo de Neuschwanstein ubicado en la Baviera alemana es conocido en todo el mundo por haber servido de inspiración a Walt Disney para recrear el castillo de la Bella Durmiente. Su construcción se debe a Luis I de Baviera, el llamado rey loco que, mandó levantarlo en pleno siglo XIX cuando lógicamente los castillos ya no podían ejercer su función defensiva por haber sido superado ampliamente por el armamento de la época. Situado sobre el desfiladero de Pöllat, en plenos Alpes, su estilo esbelto armoniza con las montañas y lagos de alrededor.
El Castillo de Windsor es ante todo el símbolo de la monarquía inglesa, es el sello de la Familia Real. Desde Enrique I, todos los monarcas del país han residido en él y muchos de ellos reposan hoy en la capilla de San Jorge. Algunas de sus estancias, como los lujosos apartamentos de Estado, son arquitectónicamente muy interesantes y han sido descritas por el historiador Hugh Roberts como "una secuencia magnífica e inigualable de habitaciones ampliamente reconocidas como la mejor y más completa expresión del estilo del periodo georgiano tardío".
El Castillo de Edimburgo es una gran fortaleza, una edificación defensiva imponente que al igual que ocurría en el pasado, sigue siendo el punto central de la ciudad. Ubicado en la parte alta de la ciudad, es el lugar en el que acaba la popular Milla Real. Fue residencia real, prisión y acuartelamiento del ejército. Es un edificio que rivaliza en belleza con el castillo de Holyroodhouse y su situación, coronando la ciudad para aparecer ante el turista tras recorrer un milla, aparece magnífico dominando la ciudad.
El Castillo de Chambord es tal vez el castillo más característico y grande del Valle del Loira. Su estilo arquitectónico renacentista y su perfil es uno de los más reconocibles debido a sus ocho torres cilíndricas de enormes proporciones que imprimen movilidad y dan personalidad al conjunto. A pesar de ser el más grande del mundo, fue diseñado solo para servir como pabellón de caza del rey Francisco I. Como curiosidad, parece que el mismo Leonardo Da Vinci intervino para definir su diseño y vivió en él varios años.
El Castillo de los Condes ubicado en la ciudad de Gante es una de las fortalezas mejor conservadas de Europa. De hecho, su sistema de defensa permanece intacto exactamente tal y como era en plena Edad Media, lo que le otorga un interés aún mayor. En el pasado fue residencia de los Condes de Flandes, Casa de la Moneda, prisión y fábrica textil. En la sala de torturas todavía se puede ver la amplia colección de armas e instrumentos de tortura que se utilizaba en la época.
El Castillo de Hohenzollern es una de las fortalezas más impresionantes cuando se ve desde la lejanía. Sobre una planicie inabarcable, a cincuenta kilómetros al sur de Stuggart, se eleva sobre un promontorio de 800 metros para mostrar sus torres y murallas defensivas como una muestra del poder que acuñó durante la Edad Media, en que la familia Hohenzollern fundó la dinastía que gobernaría Prusia y Brandenburgo hasta la I Guerra Mundial. Hoy en su museo guarda la corona de Federico de Prusia y una carta que George Washington envío a la familia agradeciendo su contribución y ayuda a la independencia de E.E.U.U.
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