Popsockets: el negocio de un profesor de filosofía que vale 150 millones de euros

  • Tras tres años en el mercado, el botón adhesivo creado por David Barnett se ha asentado como uno de los accesorios más innovadores para smartphones.
Es uno de los accesorios para móvil más populares / Popsockets
Es uno de los accesorios para móvil más populares / Popsockets

El palo selfie es, probablemente, el accesorio tecnológico más revolucionario de este siglo. Más allá del debate de si resulta más práctico que pedirle a un desconocido que te haga una foto, resulta innegable que la moda de los autorretratos realizados con el smartphone ha propiciado que en los últimos años se haya extendido por todo el mundo su uso y que la revista Time lo incluyese entre los 25 mejores inventos de 2014, a pesar de que sólo dos décadas antes apareciera en el libro 101 inventos japoneses inútiles.

Los accesorios para los teléfonos móviles son una fuente inagotable de ingenio: desde los soportes magnéticos para fijar el dispositivo a las rendijas del aire acondicionado del coche hasta los cargadores portátiles inalámbricos (o power bank) que permiten no quedarte sin batería durante un viaje o largas jornadas de trabajo. Sin embargo, hay un accesorio que sobresale por encima de los demás, al menos en cuanto a su volumen de negocio: los Popsockets, unos botones que se adhieren a la parte trasera de cualquier teléfono y permiten escribir con una sola mano, colocar el dispositivo en superficies no horizontales y, por supuesto, hacerse un selfie con más facilidad.

Un botón para evitar que los cables de los casos se enreden

Al menos, eso es lo que defiende su creador, David Barnett, un profesor de filosofía que inventó el primer prototipo en 2010 simplemente para poder enrollar los cascos de su iPhone y que no se enredaran en sus bolsillos, tal y como recuerda este artículo de Inc. Una funcionalidad que, evidentemente, se le puede dar a los Popsockets, pero sin duda es secundaria para sus usuarios actualmente. En cualquier caso, de aquel primer botón de camisa que adhirió a la parte posterior de su iPhone nació la idea que revolucionaría el mercado de los accesorios para smartphones en los últimos años: era demasiado pequeño, feo y frágil como para poder constituirse en un elemento indispensable y duradero para los teléfonos.

Barnett empezó entonces a obsesionarse con crear un botón que sirviese para algo más que para enrollar los cascos: visitó decenas de tiendas y, tras descartar todo lo que se encontró en el mercado, decidió aprender por cuenta propia a diseñar modelos en 3D. Se gastó todos su ahorros en crear el botón que buscaba y, sin embargo, tras 100 prototipos aún no lo había logrado. Por suerte -como se comprobaría más tarde-, su casa se incendió y el seguro le pagó la vivienda y los daños a sus bienes, algo que este profesor utilizó para reconstruir su casa, pero en lugar de reemplazar sus objetos personales, optó por comprar nuevos materiales para crear el modelo definitivo de su ansiado botón.

David Barnett / Popsockets
David Barnett / Popsockets

De estar en números rojos a un negocio de 150 millones de euros

Gracias al dinero del seguro y a la inversión de medio millón de dólares por parte de inversores locales, Barnett logró poner en marcha su negocio. Sin embargo, en 2014 acumulaba una deuda de 40.000 dólares y parecía imposible dar marcha atrás: había dejado de dar clases tras haber denunciado un presunto intento de agresión sexual por parte de un alumno del campus, un incidente que terminó sin condena de ningún tipo para el estudiante y con la universidad exigiéndole una baja remunerada durante un tiempo para calmar el asunto. Barnett utilizó ese dinero para terminar de moldear su producto con diseños personalizados -como emojis o mandalas- y un sistema de acordeón para poder plegar el botón.

Finalmente, abandonó su puesto fijo en la universidad a cambio de 290.000 dólares, lo que le permitió acabar con sus deudas y poder poner en marcha un negocio que, desde 2014, se ha revalorizado en un 17.423%. En 2015 la compañía de Barnett logró unos beneficios de unos 3 millones de euros, mientras que en 2016, esta cantidad se disparó hasta los 20 millones. El año pasado el del despegue absoluto de la compañía, que se situó en un valor de 150 millones de dólares, con más de 100 millones de unidades vendidas en todo el globo.

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