Regular Facebook no va a prever la fuga de datos: la culpa es de los investigadores

  • Lo que ha sucedido con Cambridge Analytica no ha sido una filtración. Ha sido una violación salvaje de la ética de investigación académica.
Aleksdandr Kogan, el investigador responsable de la filtración.
Aleksdandr Kogan, el investigador responsable de la filtración.

Está en la portada de todos los periódicos. La empresa Cambridge Analytica recopiló ilegalmente los datos de más de 50 millones de usuarios de la red social utilizando una 'app' y los empleó para apoyar la candidatura de Donald Trump en 2016.

Lógicamente, todas las críticas se han dirigido a la red social. Las acciones de la compañía se han hundido y el fundador y CEO de la compañía, Mark Zuckerberg, que ha estado desaparecido toda la semana, ha acabado compareciendo para reconocer que se habían cometido errores y para anunciar que, a partir de ahora, la compañía solo facilitará sin permiso del usuario su nombre, foto de perfil y dirección de correo electrónico.

Numerosas voces han pedido además que los gobiernos regulen de forma más restrictiva la forma en que este tipo de sitios maneja información personal de los usuarios, pero hay un asunto que casi nadie ha abordado y es el papel que la Universidad de Cambridge, institución a la que pertenece el investigador que vendió los datos a Cambridge Analytica, ha jugado en todo este entuerto.

“Lo que ha sucedido con Cambridge Analytica no ha sido una brecha o una filtración”, asegura el profesor de política de información y medios de la Universidad Estatal de Michigan, Willian H. Dutton, en un artículo en The Conversation. “Ha sido una violación salvaje de la ética de investigación académica. La historia aún está en desarrollo, pero un investigador universitario ha reconocido que recolectó los datos de los usuarios de Facebook y se los dio a otra compañía”.

Aleksandr Kogan es el investigador en cuestión, analista de datos y profesor de psicología en la Universidad de Cambridge. Al margen de su trabajo en la universidad, Kogan recopiló y analizó datos de usuarios de Facebook –presumiblemente con el conocimiento de la red social– para su empresa Global Science Research.

Gracias a sus encuestas online, Kogan logró recopilar información personal confidencial sobre decenas de millones de usuarios de Facebook estadounidenses, incluidos datos demográficos, mensajes privados, información sobre sus amigos y posiblemente incluso información sobre los amigos de sus amigos.

Kogan luego proporcionó estos datos a una firma de consultoría política, Cambridge Analytica. Según The New York Times, la compañía analizó esa información, con el objetivo de ayudar a dar forma a los mensajes de la campaña de Trump en 2016 e identificar posibles votantes del ahora presidente.

Esa nunca fue su intención, ha asegurado Kogan en una entrevista con la BBC el 21 de marzo. El investigador dice estar “estupefacto” porque su investigación “perfectamente legal” sobre la felicidad y el bienestar de los usuarios de Facebook se utilizó como una herramienta política.

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¿Están seguros nuestros datos en Facebook?

Un enorme Gran Hermano

Puede que Facebook haya hecho muchas cosas mal, pero en opinión de Dutton en este caso hay que señalar también la responsabilidad de los investigadores.

Facebook ya tiene pautas estrictas que describen lo que se puede y no se puede hacer con los datos del usuario. Normas que el investigador parece haber violado al vender los datos personales que recabó a Cambridge Analytica.

Como explica Dutton, cuando Facebook se lanzó en 2004, se convirtió enseguida en una mina de oro para los investigadores sociales. De repente, los estudios que anteriormente dependían de laboriosas encuestas para recopilar información se podían realizar utilizando datos extraídos directamente observando cómo las personas se conectaban entre sí, lo que les gustaba y lo que unía a los grupos.

En sus primeros años, la red social adoptó una actitud abierta y experimental hacia este tipo de minería de datos, e incluso se asoció con investigadores para estudiar cómo ajustar ciertas características de las páginas de Facebook afectaba, por ejemplo, a la participación de los votantes o su estado de ánimo.

Esos estudios, realizados sin el consentimiento informado de sus participantes, fueron ampliamente criticados por los investigadores de ciencias sociales. En 2014, Facebook reforzó sus directrices existentes sobre cómo se pueden recopilar, analizar y utilizar estos datos. Hoy en día, la empresa exige que se realice una extensa revisión interna de cada solicitud de extracción de datos personales con fines de investigación.

¿Qué ha ocurrido en el caso de Cambridge Analytica? La compañía asegura que una vez que se enteró de que la empresa había utilizado el conjunto de datos de Kogan para fines no autorizados, pidió que se borraran estos. Según lo que sabemos hoy en día parece ser que Cambridge Analytica no cumplió con este requerimiento de Faccebok, pero tampoco la red social hizo nada para castigar a la empresa.

Cierto, Facebook obró mal, y debería revisar su política, pero en opinión de Dutton lo verdaderamente escandaloso del caso es la forma en que un profesor de universidad violó alegremente la más elemental ética académica.

La Universidad de Cambridge nunca habría aprobado este uso de los datos / Pixabay
La Universidad de Cambridge nunca habría aprobado este uso de los datos / Pixabay

Un código deontológico para la era digital

“Para mí, lo que expone el caso de Cambridge Analytica es que los procesos de revisión ética universitaria aún no están equipados para la era digital”, apunta Dutton.

En todo el mundo, las investigaciones académicas están reguladas por un estricto código ético, que se ha ido construyendo a lo largo de la historia. Los científicos sociales que estudian las actitudes o comportamientos de individuos privados primero deben pasar un riguroso proceso de revisión y, además, obtener el consentimiento explícito e informado de quienes participan en la investigación.

En ningún caso un comité de ética de la Universidad de Cambridge habría aprobado que Kogan compartiera los datos obtenidos con Cambridge Analytica. Cierto, el profesor no había recabado los datos como parte de su trabajo en la universidad, pero su compañía no dejaba de ser una spin-off de esta, una de esas empresas que en los últimos años las universidades no han dejado de promover.

¿Deben las normas que regulan las investigaciones académicas desaparecer en el momento en que estas se realizan fuera de la universidad?

“Los abusos de Kogan muestran que los trabajos externos de los profesores pueden generar conflictos de intereses y pueden haber escapado al alcance de la revisión institucional”, apunta Dutton. “Este es un área de trabajo académico a sueldo que las universidades deben revisar con el objetivo de actualizar cómo hacen cumplir la ética de la investigación”.

Lo cierto es que, como apunta el investigador estadounidense, la autoridades que dan permiso a profesores y estudiantes para realizar estudios utilizan estándares propios de la medicina, no de las modernas ciencias sociales. Muchas universidades ni siquiera entienden en qué se han transformado algunos campos académicos, lo que nos lleva a grandes disfunciones como la de este asunto, que no es ni mucho menos un caso aislado. Y es algo que las compañías no podrán solucionar por sí mismas.

“Un profesor y su empresa fallaron a la hora de proteger los datos confidenciales de una investigación”, concluye Dutton. “Una universidad no hizo lo suficiente para detenerlo. La regulación de Facebook no resolverá estos problemas”.

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