El fin del Muro de Berlín: no solo cayeron las piedras sino un sistema económico

Fotografía de archivo tomada el 22 de agosto de 1965 que muestra el muro de Berlín en la calle Bernauer. /EFE/KONRAD GIEHR
Fotografía de archivo tomada el 22 de agosto de 1965 que muestra el muro de Berlín en la calle Bernauer. /EFE/KONRAD GIEHR
Fotografía de archivo tomada el 22 de agosto de 1965 que muestra el muro de Berlín en la calle Bernauer. /EFE/KONRAD GIEHR
Fotografía de archivo tomada el 22 de agosto de 1965 que muestra el muro de Berlín en la calle Bernauer. /EFE/KONRAD GIEHR

Se puede señalar el día y el sitio en que cayó el comunismo en Europa: fue el 9 de noviembre en el centro de prensa internacional situado en Berlín este. Y lo detonó una pregunta de un periodista italiano llamado Riccardo Ehrman, quien quiso saber qué iba a pasar con los visados para pasar de Alemania del Este a la del Oeste. El funcionario de la República Democrática Alemana sacó un papel del bolsillo y leyó que podían viajar cuando quisieran y sin visa. Entonces, los berlineses del este corrieron a los 'check point' para salir de su república democrática, y luego todo el Telón de Acero se desmoronó.

Los medios occidentales celebran ahora los 30 años de la Caída del Muro de Berlín. Unos testigos cuentan qué hacían ese día a esa hora. Otros rememoran el singular colapso del Muro exhibiendo galerías de fotos de las piedras. Y otros relatan lo que pasó de ahí en adelante como por ejemplo, la unificación de Alemania, la caída de la URSS y la desaparición de los gobiernos comunistas en la Europa del Este, así como la caída del Telón de Acero. Pero muy pocos tratan de reconstruir la memoria histórica: sobre lo que pasó desde 1989 hacia atrás en Europa.

¿Qué pasó?

Pues pasó que desde 1917 gobernó en un país Europa el régimen económico más pernicioso de la historia, régimen que se fue propagando poco a poco por el continente y que pudo llegar a abarcar de esquina a esquina.

Cuando llegaron los comunistas al poder en Rusia en 1917, comenzaron a colectivizar las granjas, que estaban en manos de los kulaks, los pequeños propietarios campesinos. Lenin decretó la colectivización forzosa de las granjas, y mandó a liquidar a los que se opusieran. Como resultado, la agricultura se colapsó y a la vista de las malas cosechas, Lenin instauró durante unos años la NEP, la Nueva Política Económica que permitía la vuelta de la propiedad a los kulaks. Era una mezcla de socialismo y capitalismo.

Como no acabó de funcionar, a partir de 1928 se impuso la colectivización y los planes quinquenales con Stalin. Todos los recursos del estado se destinaron a colectivizar e campo, construir vías férreas, canales, carreteras, tractores, acerías, y a sacar el máximo provecho a los recursos naturales de Rusia: petróleo, hierro, y otros minerales.

Sin duda, el producto interior bruto de la Unión Soviética creció en los años siguientes, con algunos parones debido a la Segunda Guerra Mundial. Para los comunistas de todo el mundo era el ejemplo de que la planificación centralizada de la economía, e incluso la autogestión de las granjas (los koljoses) podía traer paz, armonía y crecimiento para la humanidad.

Nadie discute las cifras de crecimiento, pero para saber de verdad cuánto hay de verdad y cuánto de propaganda, solo hay que comparar los datos. Desde 1918 hasta 1990, el producto interior bruto de la URSS jamás alcanzó el de Estados Unidos. Es más, incluso la diferencia se acrecentó con los años.

Y si lo comparamos en renta per cápita, la Unión Soviética estaba muy por debajo de EEUU, Japón, Finlandia y Europa Occidental entre esas dos fechas. ¿Y España? En los 70 años que van desde los años 20 hasta los 90, la economía soviética solo estuvo por encima de España durante la Guerra Civil española y en la década de los cincuenta. Pero a partir de los sesenta, que fue una época industrial gloriosa para los soviéticos, su renta per cápita fue superada por España a una velocidad insólita.

Durante esos años, el patrón de la economía comunista se impuso en media Europa: desde Alemania del Este hasta Hungría, y desde Rumanía hasta los países bálticos. En todos se repitió el mismo modelo: las aparentes mejoras en las cosechas y en la producción, estuvieron siempre por debajo del resto de Europa.

Es más, al no ser economías orientadas a la producción en gran escala artículos de consumo, el estilo de vida medio, es decir, lo que podía tener una familia en su casa, no podía compararse a lo que podía tener una familia de Europa occidental en la suya. Los tiempos de entrega y la calidad de los productos no eran parecidos. De ahí que el presidente Reagan contara el chiste de aquel ruso que va a un concesionario de coches y compra un vehículo. El vendedor le dice que lo venga a recoger dentro de diez años. Entonces, el comprador dice: "¿Pero tengo que venir por la mañana o por la tarde?". A lo que el vendedor responde: "¿Por qué le preocupa eso? Es dentro de diez años. Y el comprador responde: "Es que el fontanero me ha dicho que vendrá por la mañana".

Al ser economías orientadas a la producción, lo importante era fabricar mucho de todo, sin importar los gustos del consumidor. Así se hicieron viviendas socialistas como colmenas, coches socialistas rudos pero de inferior sofisticación que los occidentales, ropa, zapatos y lámparas funcionales, pero solo eso.

En cambio, la industria pesada de guerra, que en todo el mundo no está hecha para el gran consumo, tuvo un auge desconocido: carros de combate temibles, armas de asalto que no se encasquillaban (los famosos Kalashnikov), aviones potentísimos, misiles y, por supuesto, bombas atómicas.

Gabriel García Márquez hizo un viaje desde Berlín hasta Moscú el cual plasmó en "De viaje por los países socialistas". Y cuenta esto: "Las armas termonucleares soviéticas, sus proyectiles espaciales, su agricultura mecanizada, sus fabulosas instalaciones de transformación y la posibilidad titánica de convertir los desiertos en campo de cultivo, son el resultado de 40 años de zapatos ordinarios, de vestidos mal cortados; casi medio siglo de la más férrea austeridad".

La industria atómica rusa, hay que decirlo, fue excepcional. Incluso, llegaron a diseñar un ingenio basado en la energía de la fusión, el tokamak, que el día en que resuelva sus problemas técnicos, será la energía del futuro porque no es contaminante ya que imita la energía del sol. Sin embargo, no fueron muy cuidadosos en la construcción de sus centrales nucleares por lo cual en 1986 explotó una de sus plantas atómicas, y dejó radiactivas a las cosechas de cereales de Ucrania y a Bielorrusia. Las arruinó. Y pudo ser peor porque podría haber acabado con la cosecha de todo el continente.

A medida que pasaban los años, las economías del Telón de Acero fueron quedándose fosilizadas en el tiempo, como las fotografías del pasado o los recuerdos vintage. No podían competir en eficiencia con las economías de mercado de la Europa occidental, incluida la española.

La vida de un trabajador desde Berlín oriental hasta Moscú solo tenía garantizada dos cosas: trabajo de por vida, y vivienda. Pero no podía salir del país, sus radios solo tenían una emisora, no había libertad de prensa, no podía acceder a los productos de consumo de otros países, ni siquiera su cesta de la compra podía compararse con la del país más modesto de Europa, tampoco podían disfrutar de electrodomésticos de última generación y, por supuesto, al final de los ochenta, un habitante del Este tenía que salir de casa con una bolsa y ponerse a hacer cola en cualquier sitio sin saber qué había allí. Por si acaso.

La agricultura soviética no podía compararse en eficiencia con la de los países occidentales. Entre los 60 y los 80, pasó de exportar grano a importarlo. Un artículo de Foreign Affairs de los años 80 dese preguntaba: "¿Cómo es posible que la Unión Soviética tenga casi exactamente la misma área de tierra de cultivo arable y permanente por cabeza de la población que tiene los Estados Unidos, es decir, 0,89 hectáreas, y no puede alimentar a su población adecuadamente, mientras que la agricultura estadounidense no solo suministra a la población una de las dietas más ricas del mundo, sino que además suministra más alimentos para la exportación que cualquier otro país?".

Las economías del Telón de Acero, desde Alemania del este hasta la Unión Soviética, cayeron por su fuerza de la gravedad. No fue por culpa de un ataque de una potencia extranjera, ni por una crisis financiera global: cayeron porque eran ineficientes, porque la gente se cansó de vivir permanentemente en la penuria, y porque sabían que al otro lado del Muro se vivía mejor.

Como decía Abraham Lincoln: "Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo".

Post data: entre finales de los años 20 y principios de los 30, Stalin requisó las cosechas a Ucrania, lo cual hizo que murieran de hambre entre 2 y 10 millones de ucranianos. Hoy se conoce aquella hambruna con el nombre de Holodomor (muerte por hambre), y fue tan espantosa que se registraron casos de canibalismo.

Mostrar comentarios