Alcoholismo y tuberculosis se hacen uno en Estonia

  • El alcoholismo es uno de los factores que aumenta el riesgo de desarrollar la tuberculosis y en Estonia cuatro de cada diez personas con problemas con el alcohol padecen la enfermedad. Además, se la transfieren a sus hijos.
John Donnelly, Tartu (Estonia) | GlobalPost
John Donnelly, Tartu (Estonia) | GlobalPost

Ave Peetsman creció rodeada de violencia en su hogar. Sus padres eran alcohólicos y sus peleas, asegura, eran continuas. Pero sus batallas le dejaron algo más que secuelas emocionales: su madre y su padre eran portadores de cepas de tuberculosis fármaco-resistentes, y se las traspasaron a sus dos hijos.

"Vi cosas horribles de pequeña", dice Peetsman. "La violencia estaba relacionada con la bebida. Lo que no sabía, o no podía ver, es que me contagiaron la tuberculosis".

En entrevistas realizadas a varios pacientes de tuberculosis en Estonia he podido escuchar diferentes versiones de esta historia una y otra vez: alcohólicos contagiando la tuberculosis no sólo a otros alcohólicos en los albergues o en viviendas pobres. No se trata de una enfermedad que tienen sólo los adictos más duros. Los alcohólicos pueden pasarle la tuberculosis a sus propios hijos, muchos de los cuales son portadores de la bacteria sin saberlo hasta que comienza a manifestarse cuando ya son mayores.

Esta bomba de relojería es una vertiente cruel de una enfermedad que ronda a la humanidad desde hace siglos.

Este reportaje es parte de un proyecto que he realizado en tres países con el fotógrafo Riccardo Ventury, invitados por la compañía farmacéutica japonesa Otsuka Pharmaceutical. Durante una serie de viajes en los que pudimos trabajar sin supervisión hemos estado analizando las secuelas humanas de la tuberculosis y las diferentes innovaciones que hay en el tratamiento de estos enfermos.

En Estonia nos acompañó el doctor Lee Reichman, un experto mundial en la materia y director ejecutivo fundador del Global Tuberculosis Institute de la Escuela de Medicina de Nueva Jersey (EEUU).

"Muchas personas creen que la tuberculosis es una enfermedad de alcohólicos y de drogadictos solitarios", dice Reichman. "Pero aquí están todos estos hombres y mujeres jóvenes que tienen tuberculosis resistente a los fármacos. Y se la pasó un padre o madre alcohólico".

En Estonia el 41 por ciento de los 330 nuevos casos de tuberculosis detectados en 2010 fueron de pacientes considerados alcohólicos y el 7 por ciento eran drogadictos, según datos oficiales.

"El perfil de los casos que tenemos es muy diverso: algunos son drogadictos, otro alcohólicos, algunas son madres jóvenes", explica Piret Viiklepp, jefe del Registro Estonio de Tuberculosis. "Muchos tienen tuberculosis por contacto familiar".

Un documento publicado hace tres años en la revista de salud BMC Public Health que analizaba ensayos en los que se estudiaba la relación entre el alcoholismo y la tuberculosis detectó que los alcohólicos tienen un riesgo "sustancial elevado" de contraer la enfermedad.

"Puede ser debido al elevado riesgo de infección relacionado con patrones de relación social asociados al consumo del alcohol, así como a la influencia en el sistema inmune del alcohol y de las enfermedades relacionadas con el mismo", concluía el ensayo.

Nos reunimos con cuatro pacientes que dijeron que uno o sus dos progenitores eran alcohólicos. Los médicos indicaron en cada caso que estaban prácticamente seguros de que fueron sus padres quienes les habían infectado.

Agnes Nikandrova, de 31 años, que acaba de terminar dos años de tratamiento para la tuberculosis fármaco-resistente, dice que su padrastro tenía tuberculosis. "Nunca me dijo que la tenía. Supongo que tenía miedo al estigma", reconoce.

Al escucharla, el doctor Manfred Danilovits, jefe del departamento de Tuberculosis del Hospital Universitario de Tartu y coordinador del Programa Nacional de tuberculosis, asiente. "En Estonia esta situación no es rara. He tenido pacientes que me han dicho 'No se lo digas a mi mujer. Dile que me están tratando de neumonía'".

Para Peetsman, cuyo padre, madre y un hermano murieron de tuberculosis, su experiencia con la enfermedad (incluyendo el modo en que la contrajo) ha hecho que esté aún más determinada a criar saludablemente a sus cuatro hijos. "Siempre cuido mucho a mis hijos. Mis hijos saben que tienen mi apoyo cada minuto de cada día".

Su experiencia con la tuberculosis ha impactado a todos sus hijos emocionalmente, dice, especialmente a la pequeña Karolees, su única niña, que tenía tres años cuando a Peetsman le diagnosticaron tuberculosis con multiresistencia a fármacos en 2008.

Peetsman acudió al hospital en cuanto supo que tenía tuberculosis. Sólo unos meses antes, el gato de la familia había sido sacrificado por un veterinario y tuvo que decirle a Karolees que el animal "había ido al médico". El padre de la niña le dijo lo mismo cuando su madre fue hospitalizada, y eso la impactó.

"Me hizo un dibujo casi a diario", recuerda. "En la mayoría de ellos se veía a una niña agarrando de la mano a su madre y a su padre al lado de una casa. Tenemos una verdadera conexión emocional. Es la persona más importante en mi vida".

Peetsman terminó su tratamiento hace un año. Ahora está curada. "Mi infancia fue muy difícil. Pero ahora me siento muy afortunada", admite.

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