Alejandro Muñoz-Alonso, catedrático de Opinión Pública de la Universidad CEU-San Pablo y que fue miembro de la Convención Europea que preparó la Constitución comunitaria, asegura que Europa se enfrenta ahora a otra crisis profunda: la de valores y de identidad europea.
En su opinión, la carencia de principios de identidad europea y el olvido del legado cultural y religioso alimentan voces extremistas, favorecen los nacionalismos y han sido sustrato de la perversión económica que provocó el crac en 2008. Muñoz Alonso resume esto con el concepto "nihilismo peligroso" que atenta contra la identidad europea.
"El nacionalismo ha sido una de las causas más evidentes de la gran tragedia del siglo XX y volvería a convertir a nuestro continente en un mosaico semitribal de etnias y naciones, condenadas a la insignificancia en un mundo globalizado", señala el catedrático, quien, a pesar de esta advertencia, confía en que "una minoría con ideas claras" puede lograr los objetivos de trabajar por Europa y su identidad.
Muñoz-Alonso, que ha pronunciado una conferencia en la Universidad CEU- San Pablo, opina que la crisis económica se explica, en parte, por una carencia moral, por "la búsqueda desaforada del beneficio a toda costa". En lo político, ahora observa "síntomas de agotamiento del sistema", que favorecen los radicalismos.
Por este contexto, considera las elecciones europeas trascendentales. "Nos jugamos mucho más de lo que gente piensa. El 80% de las normas vienen de Europa (…) Me preocupa la gran abstención, que roza la inconsciencia y que tendría efectos negativos". Como que los extremismos tengan fuerza propia en el Parlamento. "Si logran grupo propio lo radicales y euroescépticos, podemos tener una legislatura perdida".
El profesor advierte también del riesgo de que aumente la brecha social y del deterioro de la clase media: "Lo peor que puede pasar en Europa es que quede erosiona, porque puede afectar a la identidad europea".
Muñoz-Alonso asegura que hasta otoño no se verá el nuevo rumbo de la UE, aunque Alemania seguirá siendo el actor de peso, pero no el único. Destaca el papel preponderante del país germano en la crisis de Ucrania con Rusia, por su dependencia energética. Pero no es la única potencia con intereses en Moscú. "Europa tiene grandes flujos comerciales con Rusia, no solo gas e hidrocarburos. Por ejemplo, Francia vende barcos de guerra a Moscú". Sobre la posición de España, resalta que haya ofrecido convertirse en intermediario del gas de Argelia.
Sobre la crisis política, insiste en recuperar la identidad perdida en Europa: "Nuestras naciones aisladas no tienen porvenir (…) Europa debe volver a hacer suyos los valores espirituales y humanistas que la han conformado milenariamente", concluye.
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