Ámsterdam pierde el liderazgo como 'ciudad gay' europea

  • Aunque Holanda fue el primer país del mundo en legalizar las bodas entre homosexuales, su estela ya ha sido alcanzada por otros. La aprobación de leyes similares en España, Bélgica, Noruega, Suecia, Portugal o Islandia, ha provocado que la capital holandesa no represente, como hace años, a la comunidad gay europea.
Aunque Holanda fue el primer país del mundo en legalizar las bodas entre homosexuales, su estela ya ha sido alcanzada por otros.
Aunque Holanda fue el primer país del mundo en legalizar las bodas entre homosexuales, su estela ya ha sido alcanzada por otros.
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Paul Ames, Ámsterdam (Holanda) | GlobalPost

Han pasado 10 años desde que Ton Jansen y Louis Rogmans se sumaron a otras tres parejas en el Ayuntamiento de Ámsterdam para decirse el "ja, ik wil" [sí, quiero], desencadenando una revolución internacional a favor de los derechos de los homosexuales.

El 1 de abril de 2001 Holanda se convirtió en el primer país del mundo en celebrar bodas entre personas del mismo sexo. Desde entonces, otros nueve países, entre ellos España, han legalizado el matrimonio entre homosexuales. Uruguay dio a principios de mes un paso decisivo para ser el siguiente en la lista, al comenzar a tramitar en el parlamento un proyecto de ley que legalizaría dichas uniones.

"Las bodas gay son el mejor producto que ha exportado Holanda, porque demostramos que es posible", asegura Vera Bergkamp, líder de la organización holandesa de derechos de los homosexuales COC.

Pero, curiosamente, en este país pionero, gays y lesbianas no han corrido precisamente a casarse. Según datos de la Agencia Nacional de Estadísticas de Holanda, desde 2001 se han celebrado en el país 15.000 bodas del mismo sexo. Esto significa que tan sólo el 20 por ciento de las parejas homosexuales holandesas están casadas, frente al 80 por ciento de matrimonios que se registran entre las parejas heterosexuales.

Bergkamp considera que hay tres factores fundamentales para la falta de entusiasmo nupcial entre gays y lesbianas: tienen menos presión por parte de parientes y amigos; hay menos parejas que se casan para tener hijos, y muchos homosexuales tienen un planteamiento de vida menos orientado hacia la familia.

"Entre los heterosexuales resulta normal que cuando se está en una relación estable durante más de un año la gente comience a preguntar 'bueno, ¿cuándo os casáis?'. Con parejas de dos hombres o dos mujeres, eso no ocurre", explica. "Sólo han pasado 10 años, no 100".

Para las parejas que se deciden a dar el paso, casarse puede suponer tanto un avance a nivel personal como un símbolo de la integración de la comunidadgay en la sociedad holandesa en general.

"Fue un paso enorme", admite Lin McDevitt-Pugh, que se casó con Martha, de origen estadounidense, en Ámsterdam en mayo de 2001. "Para mí fue increíble... Había estado en las bodas de mi hermano y de mi hermana, y habíamos dado la bienvenida a la familia a sus parejas. Finalmente, yo podía hacer que mi familia acogiese a mi pareja. En el momento en el que nos casamos se produjo un cambio: Martha pasaba a ser uno de los nuestros".

McDevitt-Pugh, nacida en Australia pero ahora con pasaporte holandés, ayuda a gestionar la fundación Love Exiles, que asesora a parejas homosexuales que se han visto obligadas a emigrar porque en sus países no se reconoce legalmente su relación. Asegura que el problema es especialmente agudo para los estadounidenses que tienen una pareja extranjera, ya que a menudo no logran el derecho de residencia en EEUU.

Incluso en Holanda la tolerancia tiene un límite. El endurecimiento de las leyesde inmigración planteado por el gobierno de centro derecha significa que las personas solteras ya no podrán conseguir permiso de residencia para sus parejas extracomunitarias. "Esto puede ser horrible para las parejas heterosexuales, pero es aún peor para las parejas gays, ya que en la mayor parte de los casos no se pueden casar en ningún otro país antes de llegar aquí", explica McDevitt-Pugh.

La reputación tolerante de Holanda también se ha visto dañada en los últimos años por un aumento en los ataques con violencia hacia los homosexuales. Algunos políticos de derechas culpan a los jóvenes inmigrantes musulmanes de dichos ataques, pero muchos gays rechazan esta teoría.

"Si se mira el caso de Ámsterdam, se ve que hay un problema con los chicos marroquíes, un pequeño grupo de ellos. Pero si se mira a Holanda en su conjunto no se puede decir que esto tenga algo que ver con el Islam", señala Bergkamp.

"Gran parte de la sociedad holandesa acepta que dos hombres o dos mujeres se puedan casar, pero siempre habrá una pequeña parte que diga que el matrimonio es entre un hombre y una mujer", asegura. "La aceptación social en Holanda ha aumentado en los últimos años, pero cuando se ve a dos mujeres besándose o a dos hombres caminando de la mano, algunos aún se sienten ofendidos".

Preocupados por la publicidad negativa generada por los ataques a los homosexuales y por el cierre de algunos bares de ambiente emblemáticos, el Ayuntamiento de Ámsterdam se muestra decidido a recuperar su reputación como capital de la bandera del arco iris.

Hay rumores sobre la apertura de un museo gay y de iniciativas públicas para fortalecer el carácter gay de determinados barrios. La página web municipal promociona con orgullo las atracciones gay de la ciudad, y el ayuntamiento acoge estos días una pequeña exhibición para festejar el aniversario de las primeras bodas entre parejas del mismo sexo. En la muestra se pueden ver fotos de bodas en las que parejas de novios posan con camisetas negras, trajes de cowboy o chaqués a juego, y en las que ellas dan el sí quiero vestidas con escuetas minifaldas. En una de las fotos se ve a una sonriente pareja de lesbianas que recibe tras su boda el homenaje de una guardia de honor de las Fuerzas Aéreas.

Pero aunque ha liderado el camino a seguir a favor de los derechos de los homosexuales en todo el mundo, a Ámsterdam quizás le cueste restablecerse ahora como la principal ciudad gay de Europa, simplemente porque la tolerancia que antaño fue su bandera ya no es exclusiva de la capital neerlandesa. España, Bélgica, Noruega, Suecia, Portugal e Islandia han seguido la estela de Holanda y legalizado las bodas entre personas del mismo sexo, y ciudades como Madrid y Berlín tiene ahora unas vibrantes comunidades homosexuales que compiten abiertamente con los legendarios bares y clubes de ambiente de Ámsterdam.

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