Cruyffismo conceptual en el Camp Nou

  • Si Johan Cruyff fuese una religión, Barça y Ajax serían sus apóstoles más ortodoxos. Ambos clubes han quedado marcados para siempre por su estela, aunque en el primer enfrentamiento en la historia entre ambos equipos, el cruyffismo no pasó de ser una idea conceptual y difusa sobre el césped, lejos de sus mejores versiones.

Àlex Cubero

Barcelona, 18 sep.- Si Johan Cruyff fuese una religión, Barça y Ajax serían sus apóstoles más ortodoxos. Ambos clubes han quedado marcados para siempre por su estela, aunque en el primer enfrentamiento en la historia entre ambos equipos, el cruyffismo no pasó de ser una idea conceptual y difusa sobre el césped, lejos de sus mejores versiones.

Poco de Cruyff hubo sobre el césped en el estreno de la temporada europea en el Camp Nou, en un partido espeso y poco vistoso más allá del marcador (4-0). Menos aún en la grada, a la que el holandés decidió no acudir por sus discrepancias, cada vez más enrocadas, con la actual junta directiva azulgrana.

Nada mejor define el partido que las palabras del presidente Sandro Rosell, cuando ayer dijo seguir siendo cruyffista, pero de manera "conceptual". Un legado del que no pueden desprenderse ambos equipos, impregnados hasta los huesos de una idea a la que ya no pueden renunciar, y de la que son esclavos hasta las últimas consecuencias, en los éxitos y en sus fracasos.

Máximo exponente de una filosofía implantada por el técnico holandés en los noventa y elevada por su mejor alumno, Pep Guardiola, en los últimos años, anda el Barça buscándose a sí mismo, tratando de recordar los orígenes sin dejar de mirar hacia adelante. A medio camino está, y a medio camino se quedó en el partido.

El técnico 'Tata' Martino, que quiso estar en el banquillo antes de volar hacia Argentina por el fallecimiento de su padre, trata de recuperar esos conceptos, añadiendo variantes que permitan al Barça ser, en palabras suyas, menos previsible. Como si el Barça quisiera seguir siendo niño, pero tratando de saber qué quiere ser de mayor.

Unas raíces de la inocencia que representó el Ajax, tan voluntarioso con el balón como débil sin él. Poco queda del fútbol holandés que encandiló al mundo en los años setenta, con Cruyff como máximo exponente sobre el campo. La naranja mecánica hace tiempo que se exprimió por la debacle de una liga venida a menos.

Aun así, el ilusionado conjunto de Frank De Boer -exjugador también de ambos clubes- arrancó dominando el encuentro, discutiéndole el balón casi a partes iguales, con un fútbol más convincente que los locales, aunque sin crear apenas alguna amenaza. Exactamente todo lo contrario que el nuevo Barcelona.

Sin Cruyff sobre el mapa, Messi recordó que ahora él escribe la historia. Le bastó tirar de geometría para lanzar un disparo de falta perfecto que el portero Vermeer solo siguió con la mirada, y mató el partido en el segundo tiempo con dos goles. Al triplete de Cristiano Ronaldo ayer en Estambul, él respondió con otra tripleta goleadora.

Fue lo más fastuoso de un encuentro en el que el Barcelona pareció querer acallar los interrogantes surgidos después de dejar revivir a rivales como Valencia o Sevilla, que a punto estuvieron de remontarle los partidos. Fue el Barça más funcionarial, gris, burocrático. Cumplió con lo esperado e hizo el trabajo como el más obediente de los alumnos.

No será un partido para el recuerdo, tampoco para el de Bojan Krkic, que volvía al Camp Nou de su vida, esta vez con otra camiseta. Lo hizo con la del Milan la pasada temporada y ésta con la del conjunto neerlandés, en ambos casos con idéntico desenlace y resultado en el marcador.

Había sido ovacionado cuando se oyó su nombre por megafonía al inicio del encuentro y fue el más peligroso de su equipo, aunque poco pudo hacer. Un peligroso centro a Sightórsson, que a punto estuvo de rematar en soledad en el área chica, fue una de sus acciones más destacadas en la búsqueda del camino que le devuelva a casa.

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