Educación para los 'más pobres entre los pobres' en Pakistán

  • Acudir a la escuela para muchas niñas paquistaníes resulta una misión difícil, por no decir imposible. Muchos padres desconfían de la presencia de los hombres alrededor de sus pequeñas y prefieren tenerlas en casa. Pero varias iniciativas educativas como la de 'Amigos para la Alfabetización y la Educación de Masas' están consiguiendo invertir esta tendencia.
La organización FLAME proporciona educación a 12.000 niños en Pakistán
La organización FLAME proporciona educación a 12.000 niños en Pakistán
lainformacion.com
H.M. Naqvi | GlobalPost

(Karachi, Pakistán). En el extremo de un callejón silencioso y sin asfaltar de la periferia de la ciudad paquistaní de Karachi, a la sombra de una mezquita afiliada al grupo extremista ilegal Sipah-e-Sahaba, una pequeña y sosa estructura de dos pisos acoge una escuela elementaria mixta en la que se enseña inglés, urdu, matemáticas, estudios sociales, religión y pintura.

Las mujeres en la región montañosa de Waziristán (en la frontera con Afganistán) apenas salen de sus casas, y mucho menos leen o escriben. Pero en esta escuela son ellas las que se encargan de todo.

Hay tres aulas en el interior, todas ellas mirando hacia un patio al aire libre. Una mujer entrada en años lo supervisa todo desde un somier colocado en una de esas habitaciones. Cuando su marido murió hace unos años, dejándola viuda con tres hijos, un representante de Amigos para la Alfabetización y la Educación de Masas (FLAME, por sus siglas en inglés) la convenció para abrir una escuela en casa.

Mientras el hijo de la matriarca, un muchacho con barba que lleva un gorrito, accedió a regañadientes, sus dos hijas se prestaron rápidamente a enseñar a los 55 estudiantes matriculados, la mayor parte niñas. Fue una pequeña revolución.

Aunque los estudiantes parecen tímidos a primera vista (las niñas se cubren la cabeza con el pañuelo tradicional), se ponen de pie cuando les llaman por el nombre. Un niño de 6 años, con el pelo peinado hacia un lado, explica la filosofía de la multiplicación antes de resolver unas ecuaciones en su cuaderno con una soltura envidiable; otro alumno muestra unos retratos muy logrados y dibujos de paisajes urbanos.

Una alumna, una niña de 10 años llamada Aksa, lee un texto en inglés mucho más rápido que la mayoría de locutores. Al mismo ritmo frenético lee textos en urdu y en sindhi. Con 10 años, Aksa ya habla cuatro idiomas.

Aunque la educación en las escuelas FLAME es prácticamente gratuita, los padres suelen tener que ser asesorados independientemente por un profesor o coordinador de zona para convencerles de llevar a los niños a la escuela. El coordinador de campo de esta zona, un locuaz sindhi llamado Ahmed Hussain, asegura que los padres de la etnia patán suelen negarse a escolarizar a sus hijas en los centros del Gobierno, donde hay hombres entre el personal, bien sea como maestros o conserjes. Hussain dice que muchos de los padres incluso desconfían de él.

"Algunos padres, y hasta algunos profesores, nunca han conocido a un hombre que no pertenezca a su clan. Tengo que hablarles de mí mismo, de la importancia de la educación y también explicarles qué es FLAME", asegura.

No obstante, las dinámicas de cada barrio y su demografía son diferentes. Se considera que los baluchis, por ejemplo, son aún más conservadores que los patanes. En otra escuela en una casa a 20 minutos de distancia, la profesora baluchi lleva el rostro cubierto. Por otra parte, en una escuela en el barrio shia de Pipri, habitado por patanes, sindhis y punjabis, Hussain dice que el hiyab no es un problema. Allí simplemente no hay suficientes escuelas del Gobierno en funcionamiento.

Dedicadas a cubrir las demandas de servicios sociales en diferentes partes de Pakistán, iniciativas como FLAME se han multiplicado en los últimos años. Desde los peculiares servicios de ambulancia Edhi y Chippa en Karachi hasta los programas para mejorar la sanidad, la educación y la pobreza de HANDS, y la increíble red de escuelas económicas operadas por The Citizen's Foundation (La Fundación de los Ciudadanos), todo tipo de personas y donantes contribuyen con aportaciones para su financiación.

Y también hay iniciativas del sector privado. La escuela Nasra, por ejemplo, comenzó en un garaje hace cinco décadas y ahora es la escuela privada más grande de Karachi, con el patrocinio de Kaniz Wajid Khan y Zohra Karim. En los últimos cuatro años se ha expandido a otros dos campus en zonas alejadas de la ciudad, y ahora educa a unos 12.000 estudiantes.

FLAME es una de esas iniciativas notables. Puesta en marcha por 2004 por Mansoor Alam, un diplomático retirado, se está convirtiendo en todo un fenómeno."Quería usar un modelo de de bajo coste para educación elemental, para los más pobres entre los pobres. Pero incluso eso requiere dinero", explica.

En un principio Alam pidió dinero a su familia. La Embajada de Japón en Islamabad posteriormente le concedió una ayuda de 33.000 dólares (más de 25.000 euros). El Gobierno de la región de Sind y el de Italia también han comenzado a participar recientemente en el proyecto. La mayor parte de los fondos, no obstante, llegan a través de donantes particulares de la zona y de paquistaníes en la diáspora.

En la actualidad FLAME educa a 12.000 estudiantes, de los que 7.800 son niñas, en las áreas más pobres de Pakistán. Además de suministrar pizarras, libros de texto y uniformes, y de pagar los gastos de mantenimiento y los salarios de los profesores, FLAME envía regularmente unidades móviles sanitarias a cada centro. Dichas unidades están integradas por dos o tres doctoras que tratan enfermedades comunes, como golpes y cortes, catarros y gripe.

Mientras administra un jarabe a un niño, una médico de veintipocos años desplazada por FLAME a una escuela asegura que la unidad móvil no solo anima a los estudiantes a cuidar su higiene, sino también a acudir al colegio. Después de todo, se trata de cuidados médicos gratuitos. Los profesores también se benefician de esta servicio, lo que contribuye a motivarles.

"Le educación cambia motivaciones, objetivos y percepciones", explica Alam. "Las niñas que acuden a la escuela empiezan a pensar de un modo diferente. Su mundo se hace más grande. Y los niños también tienen otra opción que no sea ir a la madrasa".

Mostrar comentarios