El radical Al-Sadr puede decidir sobre el futuro Gobierno de Irak

  • El chico malo de la política iraquí, el clérigo chií anti estadounidense Muqtada al-Sadr, se está posicionando como un hacedor de reyes. Puede influir en la formación del nuevo gobierno iraquí mientras el primer ministro en funciones Nuri al- Maliki y el vencedor por un estrecho margen en las elecciones de marzo, el laico Iyad Alaui, aún siguen buscando las coaliciones necesarias para poder formar gobierno.
Muqtada al Sadr, satisfecho por la retirada de tropas de EEUU de las ciudades de Irak
Muqtada al Sadr, satisfecho por la retirada de tropas de EEUU de las ciudades de Irak
Mohamad Bazzi | GlobalPost

(Nueva York, Estados Unidos).Muqtada Al-Sadr quizás sea quien determine el destino político del actual primer ministro de Irak, Nuri al-Maliki, y de su rival, Iyad Alaui, un ex primer ministro cuya coalición ganó por un estrecho margen las elecciones al nuevo parlamento. Pero maniobrando para lograr los votos decisivos para nombrar al siguiente primer ministro de Irak, Al-Sadr ha demostrado de nuevo una mayor habilidad política de lo que EEUU y sus rivales iraquíes le suelen dar crédito.

Sin embargo, la ascendencia política de Al-Sadr amenaza con avivar tensiones sectarias en Irak: sus seguidores fueron responsables de algunas de las peores atrocidades contra los suníes durante la reciente guerra civil del país. La milicia de Al-Sadr, el ejército Mahdi, desplegó escuadrones de la muerte que asesinaron a suníes y les expulsaron de barrios chiíes.

Desde 2007 Al-Sadr vive en un exilio autoimpuesto en la ciudad sagrada iraní de Qom. Tras las elecciones parlamentarias del 7 de marzo, comenzó a recibir a emisarios de las facciones políticas iraquíes en busca de su apoyo. Rápidamente se posicionó en favor de una nueva alianza política chií, a la que le faltan tan solo cuatro escaños para tener la mayoría en el Parlamento y para tener el poder de elegir el primer ministro que formará gobierno.

La influencia de Al-Sadr ha ido a más porque ni una sola facción ha sido capaz de ganar claramente en las urnas. La lista Iraqiya de Alaui ganó el mayor número de escaños (91), seguido de la coalición Estado de Ley de Maliki (89) y la INA o Alianza Nacional Iraquí, liderada por chiíes, con 70 escaños (de los cuales 40 corresponden al movimiento de Al-Sadr). A principios de junio, Maliki formalizó una alianza postelectoral de su coalición con el INA, con lo que así el grupo suma 159 legisladores en un parlamento de 325 asientos.

Maliki está aplicando toda su astucia frente a Alaui, cuya coalición laica goza de un amplio respaldo entre la minoría suní. La alianza chií reclama su derecho a formar un gobierno, del que probablemente excluiría a los suníes. Esta situación amenaza con desatar de nuevo la guerra sectaria que dividió al país entre 2005 y 2007.

Pero hasta el momento Al-Sadr y sus seguidores se han manifestado reacios a apoyar el nombramiento de nuevo de Maliki como primer ministro, a quien le guardan rencor por lanzar una ofensiva del ejército en 2008 que devastó la milicia de Al-Sadr. En una reciente entrevista con Al-Jazeera, Al-Sadr dejó entrever ese rencor. "Tenemos una impresión negativa sobre Maliki", dijo. "Se negó a compartir sus poderes, como si fuese dueño de todo el gobierno. Eso estuvo mal".

Al-Sadr representa el triunfo de una línea rebelde de los chiíes en Irak. Mientras tienen lugar las maniobras post electorales, respetados clérigos chiíes continúan manteniendo su largo silencio. El gran ayatolá Ali al-Sistani y otros clérigos rechazan implicarse directamente en la política, dejando así un vacío de poder alrededor de los chiíes iraquíes que Al-Sadr está más que dispuesto a ocupar. Quiere ser un clérigo respetado y también un agente político.

En su lucha por el poder dentro de la comunidad chií, Al-Sadr manifiesta dos bazas a favor de su liderazgo: es el hijo de un clérigo adorado que fue asesinado por el régimen de Saddam Hussein, y no se ha ido de Irak para vivir en un cómodo exilio. El padre de Al-Sadr, el gran ayatolá Muhammad Sadiq al-Sadr, es uno de los grandes eruditos del mundo chií. A diferencia de Sistani, el anciano Al-Sadr defendía la implicación de los clérigos en asuntos de la vida social y política.

En medio de la euforia que siguió a la caída del régimen de Sadam en 2003, el estamento religioso iraquí debatió sobre su papel en la vida política. Al-Sadr y sus seguidores defendieron que ellos tenían que ocupar el vacío dejado por el sistema baatista. Denunciaron además la ocupación de EEUU y sus planes para instalar un gobierno interino formado exclusivamente por políticos iraquíes en el exilio, como Ahmad Chalabi y Alaui.

Los seguidores de Al-Sadr se hicieron con el control de hospitales, escuelas y mezquitas en zonas de Bagdad, Najaf y Karbala. En ausencia de un gobierno central establecieron redes de servicios sociales, y en las paredes de los barrios chiíes se pueden ver carteles de Al-Sadr y de su padre asesinado. A las manifestaciones convocadas por Al-Sadr y a sus sermones de los viernes acuden miles de personas. Además, ha creado el ejército Mahdi, integrado por varios miles de combatientes, la mayoría de ellos jóvenes chiíes de los barrios más pobres de Bagdad y del sur de Irak.

Desde que surgió como el mayor crítico chií a la ocupación de EEUU, Al-Sadr ha demostrado ser un maestro en la utilización de los símbolos religiosos para posicionarse como el heredero de una larga línea de mártires. Haciendo esto, toca además un principio central de chiismo: morir en defensa de las creencias personales, tal y como hicieron los fundadores de la secta en el siglo siete.

Al-Sadr comenzó siendo un líder de la guerrilla que con el tiempo demostró ser uno de los políticos iraquíes más efectivos e implacables. Durante todo ese tiempo, los clérigos más ancianos fueron testigos de ello y se mantuvieron al margen, confiando en que su enrarecida autoridad religiosa perduraría sobre el efímero poder político de un joven. La realidad, sin embargo, es que Al-Sadr va camino de convertirse en la auténtica clave del próximo gobierno de Irak.

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