El tour de Pablo Escobar: la nueva atracción en Colombia

  • Cada mes, cientos de turista pasean por los lugares clave en la vida del narcotraficante. El “narcoturismo” intenta sacar un lado positivo al pasado oscuro de Colombia. Visita dónde nació y dónde murió Escobar, y si quieres podrás hacerte una foto con su hermano.
William Lloyd George, Medellín (Colombia) | GlobalPost

Una tarde desapacible una furgoneta entra en el cementerio del Jardín Sagrado a las afueras de Medellín, la segunda ciudad más grande de Colombia. Las nubes son de un gris plomizo, y comienza a llover con intensidad.

Pese al escenario lúgubre, no se trata de una visita corriente al cementerio. En la tumba que acudimos a ver, una turista israelí de veintitantos años se agacha para que le saquen una foto sonriendo al lado de la lápida.

Allí descansa Pablo Escobar, que levantó y dirigió una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo en la década de 1980. Se hizo cargo del cártel de Medellín en 1975, y al cabo de unos pocos años controlaba casi todo el suministro de cocaína que entraba en EEUU. Conocido por su crueldad, se cree que Escobar ordenó el asesinato de centenares de personas, si no de miles, que se oponían a él.

Ahora, por un módico precio, los turistas pueden recorrer los puntos calientes, por así decirlo, de su vida y muerte. El objetivo de la agencia de viajes See Colombia, que ha empezado a incluir recientemente este recorrido en sus visitas a Medellín, es contribuir a que la violencia pase a formar parte del pasado.

Si bien los vecinos de la zona llevan mucho tiempo ofreciendo excursiones informales por la ciudad natal de Pablo Escobar, See Colombia es el primero que lo hace abiertamente, que lo anuncia. Actualmente logra atraer a varios cientos de turistas al mes, que llegan a Medellín para descubrir la vida del hombre que un día llegó a ser el más buscado del planeta.

El dinero que se recauda se destina a la Fundación Pablo Escobar, que está gestionada por su familia y se dedica a ayudar a más de 200 pacientes de VIH que no se pueden costear los gastos médicos y a otras comunidades vulnerables de Medellín.

 “No queremos mitificar a Escobar, ni tampoco glorificar lo que hizo”, explica J.L. Pastor, director de See Colombia, tomando un café en un centro comercial de Bogotá. “Era un hombre repulsivo, que mató a una enorme cantidad de gente y causó mucho terror en este país. El propósito de esta excursión es hacer que la gente de todo el mundo se de cuenta de que lo que ocurrió aquí en Colombia ya es historia, y que ahora vivimos en una nueva era”, puntualiza.

Mientras los turistas se sacan fotografías en la tumba que luego subirán a Facebook, Natalia, la educada guía del grupo, continúa con el recorrido. Explica que ese cementerio no es ni mucho menos el más caro de Medellín.

De hecho, su simplicidad resulta sorprendente si se tiene en cuenta que la revista Forbes llegó a considerar a Pablo Escobar el séptimo hombre más rico del mundo, con una fortuna valorada en más de 25 millones de dólares. Al tiempo que dirige a los turistas de nuevo a la furgoneta, Natalia explica que a la madre de Escobar le gustaba especialmente ese cementerio.

Siguiente parada: la casa en donde Escobar fue finalmente encontrado y asesinado.

Por encima de algunos grafitis coloristas, habituales en las ciudades colombianas, se ve el tejado en donde después de año y medio huyendo Escobar acabó muriendo de un tiro. Le habían detectado las fuerzas de seguridad de Colombia, con la ayuda de tecnología de EEUU, y murió en el tejado de la casa, a los pocos minutos de recibir un  disparo en la cabeza.

De pie bajo la lluvia Natalia informa al atento grupo del viejo debate sobre si Escobar se suicidó o si le mató la policía. Su familia asegura que el narcotraficante había dicho a menudo que prefería “estar en una tumba en Colombia que en la celda de una cárcel en Estados Unidos”.

La siguiente parada es la modesta casa de Roberto Escobar, el hermano de Pablo.

Recibe a los visitantes en chaqueta de chándal y gorra de béisbol. El único detalle que delata su antigua vida al límite es una herida en su ojo derecho, provocada por un intento de asesinato con una carta bomba.

“Bienvenidos a mi hogar. Siéntense libres de sacar fotos. Espero que disfruten conociendo nuestra historia”, dice con cierta timidez aunque de forma ensayada.

Roberto pasó 10 años en la cárcel por su trabajo como contable del cártel, ayudando a encubrir las enormes ganancias del grupo. Tras su puesta en libertad, decidió crear la fundación y utilizar el recorrido turístico para recaudar fondos. La casa de Roberto, en la que vive actualmente, es el principal atractivo de la excursión. Fue una de las casas seguras favoritas de Pablo, y está llena de recuerdos de su carrera delictiva.

En el garaje de la casa se puede ver un todoterreno blindado de 4,5 toneladas que les regaló el cártel de Cali, el amargo rival del cártel de Medellín, para intentar sellar la paz. En la ventana del copiloto se puede ver un agujero de bala; un disparo hecho por la policía cuando Pablo se negó a parar en un control de carreteras.

Dentro de la casa uno puede colocarse de pie dentro de una cámara secreta diseñada para esconder a Pablo y sus ayudantes más cercanos. Se puede curiosear en los cajones del escritorio, en donde solía haber siempre cuatro millones de dólares, y sentarse en la misma mesa en la que Pablo tomó su última cena antes de morir.

La leyenda dice que al guardaespaldas en el que más confiaba Pablo se le cayó una copa de vino el día antes de la operación policial. Como la copa cayó de pie y no se rompió, el matón lo interpretó como una señal y le dijo a Pablo que se tenían que marchar de allí de inmediato. Pablo no le hizo caso. Al día siguiente estaba muerto.

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