En busca del arco iris en zonas de guerra

  • El parque nacional de Caño Cristales, al sur de Colombia, es un lugar “donde el arco iris se convierte en un río”. Y está casi vacío, para el disfrute de los turistas. Desde el año 2002 es un territorio libre de guerrilleros.
Por John Otis – GlobalPost
Por John Otis – GlobalPost

En este parque nacional, en el sur de Colombia, el agua cristalina desciende por una cascada de plantas rojas, púrpuras, verdes y amarillas que crecen en el rocoso lecho del río. No es de sorprender que Caño Cristales sea descrito como el “lugar donde el arco iris se convierte en río”. Pero si éste es el paraíso, ¿por qué soy el único turista extranjero?

Cada semana, el parque recibe sólo una decena de turistas, en su mayoría colombianos. La razón: Caño Cristales está en un trozo de territorio que alguna vez fue controlado por las guerrillas marxistas. “Tenemos una reputación horrible”, afirma Luseyda Amaya, profesora de secundaria en el pueblo cercano de La Macarena. “Sin embargo, la gente que visita la zona se queda maravillada. Y se van encantados por la belleza”.

Más del 75% de los viajeros que llegan a Colombia se quedan en Bogotá, Cartagena y otras grandes ciudades. Los picos andinos cubiertos de nieve en el estado de Tolima, los santuarios de la selva amazónica y la mayoría de los 57 parques nacionales pasan inadvertidos para los turistas porque están en lugares cercanos a ex zonas de combate.

La mejora de la seguridad se ha traducido en una disminución de los asesinatos y secuestros, lo que ha servido de aliciente para el turismo. En el 2008, 1,2 millones de personas visitaron Colombia, un 8% más que el año anterior. Y este año, el sector ha crecido otro 8 por ciento, pese a que la Organización Mundial del Turismo de Naciones Unidas habla de una baja internacional del 7%.

El gobierno ha pagado una campaña de publicidad que presenta a Colombia como un Edén por descubrir. Sin embargo, hasta ahora ha sido difícil atraer visitantes a lugares que hasta hace poco figuraban en la lista de los “lugares más peligrosos del mundo” y no en las guías de viajes.

La historia de Caño Cristales

Caño Cristales forma parte de un territorio del tamaño de Suiza que fue entregado por los guerrilleros marxistas al gobierno en 1998 como un gesto de buena voluntad durante las conversaciones de paz. Sin embargo, en lugar de desmovilizarse, los rebeldes siguieron usando la zona para traficar drogas, extorsionar a empresarios y esconder rehenes.

Las negociaciones con los guerrilleros, que iniciaron su actividad en 1964, fracasaron en el 2002 y desde entonces las guerrillas han huido a regiones más remotas. Por su parte, el gobierno ha instalado una enorme base militar en las afueras de La Macarena.

Todos estos cambios hacen pensar a los residentes más optimistas de La Macarena que la ciudad se convertirá en un centro para los turistas que van a Caño Cristales. En el instituto local, los alumnos estudian para ser guías de turistas y aprenden la historia del parque, su peculiar flora y los mecanismos de protección contra el daño ambiental. “Fue difícil cuando comenzamos”, afirma Johana Vargas, de 19 años y una de las guías que luce una camiseta de Caño Cristales. “Nadie creía que podríamos abrir las puertas al turismo porque éste era territorio rebelde”.

Infraestructuras de La Macarena

Además de su mala reputación, La Macarena carece de carreteras decentesque la conecten con Bogotá y sólo hay un vuelo semanal desde la capital. Las habitaciones de hotel son escasas: el mejor lugar es una pensión venida a menos, cerca de la plaza del pueblo.

También están los aspirantes a guías de turistas. Ninguno habla inglés y una de ellas reconoce que soy el primer extranjero que ha visto en su vida. Con todo, son un grupo optimista y cuatro de los estudiantes deciden acompañarme a Caño Cristales. Aquí descubro que sólo llegar al parque ya es una aventura.

Cómo llegar al parque

El primer paso es subirse a una embarcación de madera –con filtraciones de agua- y un ruidoso motor fuera de borda. El capitán nos lleva por el río Guayabero y después de 20 minutos de travesía nos deja en la ribera norte. Allí se supone que nos espera un jeep para continuar el viaje, pero el conductor no aparece. De modo que bajo un sol de justicia comenzamos a caminar por un camino polvoriento construido por la guerrilla durante las conversaciones de paz.

Después de 45 minutos, aparece el jeep y nos recoge. Se para el motor tres veces mientras cruzamos el lecho de un río. En la entrada de Caño Cristales, un soldado apunta nuestros nombres y nos asegura que está todo bajo control. “Nunca ha habido ningún problema o ataques de la guerrilla”, declara. “Es completamente seguro. Incluso puede pasar la noche aquí”.

Finalmente llegamos al río. Es impresionante. Pero más que un arco iris, parece una lluvia púrpura ya que el agua fluye por rocas de granito cubiertas de plantas violetas de macarenia clavígera. En las zonas más profundas, el agua es tan cristalina que se puede ver el fgondo de arena blanca, a cinco metros de profundidad. Mis guías no resisten a la tentación. Se quitan la ropa y se lanzan al agua en ropa interior. 

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