¿Está cerca la Tercera Intifada?

  • La lluvia que cae sobre las calles de Belén no parece aplacar la tensión latente. Los rumores sobre una Tercera Intifada se avivan en las calles de Cisjordania. Hamas parece ansioso por tomar el poder en la zona y no le importará recurrir a las armas.
Un hombre palestino camina junto a la frontera de Gaza y Egipto
Un hombre palestino camina junto a la frontera de Gaza y Egipto
Suhaib Saleim | Reuters
Matt Beynon Rees | Global Post para lainformacion.com
Matt Beynon Rees | Global Post para lainformacion.com

(Belén, Cisjordania). Los periodistas van siempre en búsqueda de una historia inusual. Los peores momentos de la Segunda Intifada, que tuvieron lugar bajo el plomizo cielo invernal de principios de 2002, me dieron a mí la mía. Escribí sobre árabes bajo la lluvia.

En The Collaborator of Bethlehem, la primera de mis novelas negras palestinas, llovía todo el tiempo sobre la ciudad natal de Jesús. Situé la trama durante el corto invierno de esta zona de Oriente Medio, porque hace que parezca un sitio distinto, no del modo que uno se imagina.

Eso es lo que quería hacer por los palestinos, que los lectores los viesen como gente verdadera, no como los estereotipos a los que estamos acostumbrados a ver en las noticias; no como gente violenta peleando bajo el sol abrasador, sino encorvados bajo la llovizna, sentados con los abrigos puestos en los salones de sus casas, sin calefacción alguna.

Al cruzar esta vez el control de seguridad y atravesar la verja en el muro israelí que rodea la ciudad, el cielo también se oscurece y se queda plano y gris. En el momento de saludar a mi amigo Walid, un antiguo guardaespaldas de Yasser Arafat, ya está lloviendo con intensidad. "Parece que la ciudad está un poquito más animada que en las semanas previas a la última Navidad", le digo. "Sí", me contesta Walid, que también es campeón en levantamiento de pesas (levanta 308 kilos). "Pero en realidad la cosa está muy peligrosa y todo el mundo se teme una Tercera Intifada".

De nuevo, no es lo que uno se espera. Se supone que los palestinos caminan hacia una vida mejor, gracias a la seguridad y a las mejoras económicas impulsadas por los diplomáticos y asesores de EE UU. A tropezones, sin demasiada ayuda de sus homólogos israelíes y con sus propias disputas internas, pero avanzando.

Pero al igual que la lluvia en esta ciudad desértica, esa visión exige otra mirada. Los periódicos palestinos informaron hace cosa de una semana que el partido Al-Fatah está preparando nuevas manifestaciones contra Israel de las que saldrá la Tercera Intifada. La primera, entre 1987 y 1993 fue considerada un éxito entre los palestinos, porque de ella perduró la imagen de niños tirando piedras a tanques israelíes. La Segunda Intifada, entre 2000 y 2005 fracasó, porque rápidamente se convirtió en violencia armada que hizo recaer toda la furia del Ejército de Israel sobre civiles palestinos.

Ecos de una Tercera Intifada

Al parecer el presidente palestino Mahmoud Abbas habría dado su apoyo a una nueva intifada, siempre que no recurriese a las armas de fuego. Decepcionado por la incapacidad de EE UU para conseguir la paralización total de la construcción de asentamientos judíos, Al-Fatah quiere que se produzcan más protestas como la que tiene lugar cada viernes en la "barrera de separación" de Israel cerca de las poblaciones de Bilin y Na'alin. El lanzamiento de piedras y los gases lacrimógenos son allí el panorama habitual.Pero es poco probable que Hamás se quede tan sólo en las piedras.

En Belén, las autoridades palestinas dicen que Hamás ha estado trabajando en la clandestinidad para recuperar su poder (Cisjordania está bajo control de Al-Fatah y muchos miembros de Hamás han sido encarcelados). Una Tercera Intifada sería una oportunidad para que el grupo islamista saliese de nuevo a la luz, para enfrentarse a los soldados israelíes y, lo que preocupa aún más a los habitantes de Belén, tomar el control de la Autoridad Palestina y quizás también de la ciudad.

La vida de los refugiados palestinos

Walid y yo nos dirigimos hacia el campo de refugiados de Dehaisha. Allí viven unas 16.000 personas, incluyendo el protagonista ficticio de mis novelas, el profesor y detective Omar Yussef (y también la persona de carne y hueso en la que me inspiré).

Siempre me gusta ir a Dehaisha. No es lo que uno se espera de la ciudad que recuerda de los villancicos de su infancia.Está profundamente saturado, aferrado a la ladera de una montaña. Los edificios de cemento y bloques de hormigón son de cuatro pisos. Grafitis coloristas recuerdan a los muertos en las intifadas y muestran esperanza ante un tipo de libertad que parece lejana.

Bajo la lluvia, el agua fluye por las calles en pendiente, porque no hay un alcantarillado adecuado. En el callejón largo y estrecho en donde viven los Akhras, con los desagües repletos, el olor a orina corrompe el aire húmedo. Sobre las persianas de una pequeña tienda, unos carteles recuerdan el día de la muerte de Ayat al-Akhras, en marzo de 2002.

Tenía 18 años, y había sido testigo de la muerte de su primo a manos de soldados israelíes. Decidió vengarse y se convirtió en la tercera mujer-bomba suicida de la Segunda Intifada. Mató al guardia de un supermercado y a una chica israelí de casi su misma edad. Ahora es un póster desteñido, y en el exterior de la escuela donde enseña mi Omar de ficción, es un gran dibujo pintado en negro sobre un puente peatonal.

Lufti al-Akhras, tío de la tercera mujer-bomba suicida

Su tío, Lutfi al-Akhras, camina cojeando por la calle. Me saluda con un apretón de manos con la mano izquierda. Su mano derecha está paralizada desde que le dio una bala en 1990. Uno pensaría que habría captado el mensaje antes de ese golpe, ya que en la Primera Intifada, en 1988, una bala israelí le destrozó la rodilla izquierda y se llevó parte de su cabeza. Debajo de su escaso pelo negro, un cuarto de su cráneo es de plástico. De vez en cuando me deja tocarlo.

Lutfi me guía por las frías escaleras de su apartamento. Una habitación vacía, un par de sofás, una televisión sintonizada en un canal jordano que muestra dibujos animados japoneses doblados en árabe, una cocina espartana y un sencillo aseo. Su mujer está en el dormitorio.

Aunque Lutfi no es especialmente religioso, ella se queda dentro del cuarto hasta que me marche, por pudor.Su hija sale a saludar. Tiene 10 años, pero aparenta 7 como mucho. Supongo que es la falta de alimentación. Después de todo, Lufti no puede trabajar por culpa de las distintas secuelas de las balas.

Recibe una ayuda de 1.350 shekels (unos 200 euros) al mes por parte de la Autoridad Palestina. "No es mucho," dice. "Bueno, en realidad no es nada." Con la ayuda de su mano buena, Lufti prepara un poco de café con sabor a cardamomo. Está rico.Pregunto a Lufti qué opina sobre los rumores de una Tercera Intifada. "Dios, espero que eso no ocurra."

Con su mano buena, levanta el brazo que se ha quedado inutilizado y se mantiene en silencio. Es como si estuviera pensando sobre sus heridas de las Intifadas, sobre el horrible "sacrificio" de su nieta y preguntándose cuántas vidas más acabarían o se destrozarían con una nueva etapa de violencia.Sus pensamientos parecen saltar desde su propia desgracia hasta las consecuencias que supondría una Tercera Intifada para el futuro de Palestina. "1.300 shekels realmente no es nada", murmura."Espero que no suceda.Dios no lo quiera".

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