La Greta de los 90 que quiere demandar a países que desdeñan el cambio climático

  • Ofreció un discurso ante la ONU con 17 años en 1991; hoy es investigadora en Cambridge y ha asesorado en derecho ambiental al Banco Mundial.
Marie-Claire Cordonier Segger
Marie-Claire Cordonier Segger
José González

Marie-Claire Cordonier Segger lleva casi 30 años siendo uno de los mayores referentes mundiales en la lucha contra el cambio climático tanto desde su labor docente, como investigadora y como asesora de organismos como la ONU o el Banco Mundial. Por eso, será una de las protagonistas de la Cumbre del Clima que se celebra en diciembre en Madrid en la que expondrá una de las partes centrales de su discurso: no basta con llegar a acuerdos entre países, sino que debe existir un marco jurídico coercitivo o, llegado el caso, que los tribunales y cortes internacionales sancionen a aquellos Gobiernos que no cumplan lo pactado.

Como secretaria ejecutiva de la organización Climate Law & Governance Initiative, profesora en Canadá e investigadora en la Universidad de Cambridge, Cordonier ha pasado este lunes por la Fundación para la Investigación sobre el Derecho y la Empresa (FIDE), para exponer sus teorías y preparar el curso sobre legislación ambiental que se va organizar en esta institución con ocasión de la cumbre climática de Madrid, dirigido a expertos legales y representantes de los gobiernos que participarán en la CoP25. 

"Una de las cosas que están más claras sobre el cambio climático es que no hablamos solo sobre la legislación para reducir las emisiones, sino que también hablamos de la injusticia. Especialmente, hacia los más vulnerables", sostiene Cordonier, quien amplía el espectro más allá de las mujeres y los niños, los grupos poblacionales más señalados en los últimos informes, como el publicado en 'The Lancet' la semana pasada. Para ella, si bien existen grupos más vulnerables en función de su género o edad, el cambio climático ya está afectando más a aquellos con menos recursos o desfavorecidos.

Cordonier critica lo que denomina la "injusticia climática", que define como la "violación de una zona en la que vive una población, sin que los habitantes tengan ninguna culpa y costándoles la vida, la de sus familiares [...]. En los países en los que se aprecian más los efectos del cambio climático, la gente pierde sus casas, su agricultura, etc., y se convierten en refugiados, sin ser libres, sin ciudadanía, dependiendo de la caridad... No son los países que han creado el problema, por lo que pasan a ser víctimas".

Cumplir con los Acuerdos de París

En este sentido, Cordonier sostiene que la gran paradoja del cambio climático es que quien más contribuye a acelerarlo es quien menos lo sufre, mientras que la falta de recursos y la pobreza endémica de ciertos países o regiones los hace mucho más vulnerables que a las sociedades occidentales. Por eso, considera que, a pesar de que no se puede obligar a nadie por la fuerza a cumplir con los compromisos climáticos acordados, con los Acuerdos de París ya existe un marco jurídico que debería servir para garantizar su cumplimiento.

"Con los Acuerdos de París todavía tenemos una opción para cooperar [...] El problema es que no hay ninguna imposición; cuando se produce un acuerdo entre países, solo se puede acordar lo que los países quieren acordar. Lo que los Acuerdos de París incluyen (y otros no) es una obligación jurídica: hay una obligación climática que es determinada a nivel nacional por cada país; son acciones determinadas a reducir emisiones, pero también a aumentar la resiliencia", explica Cordonier.

Por eso, lamenta profundamente la salida de EEUU de los Acuerdos de París por iniciativa de Donald Trump. Una decisión que atribuye más a la presión de los lobbys tradicionales detrás del Partido Conservador, como el petrolero, que a una falta de criterio del presidente de EEUU... y eso que Trump ha cuestionado en más de una ocasión que el cambio climático sea un hecho demostrado, a pesar de ser ampliamente aceptado por la comunidad científica.

Cordonier explica que la segunda pata de los Acuerdos de París es la financiación: llegar a los objetivos acordados en 2015 para evitar el incremento de la temperatura global en 2 grados centígrados en lo que queda de siglo "costará mucho", en su opinión; el problema es que no evitar el calentamiento global "nos costará todo". Y eso sin tener en cuenta que ni siquiera logrando el 75% de lo pactado en los Acuerdos de París podría ser suficiente para salvar el planeta

Una situación tan urgente que Cordonier exige transparencia máxima a los gobernantes: "Si tu país no está cumpliendo con los compromisos adquiridos [en materia medioambiental], entonces sal a la calle y muéstralo públicamente. Veremos si eres reelegido. Y hazlo rápido, porque se acaba el tiempo". En este sentido, se muestra muy crítica con líderes populistas como Trump o Bolsonaro, a los que considera productos de una suerte de vieja guardia de un mundo antiecologista en extinción: "Ahora, se trata de un cambio de conciencia en global en la humanidad".

"Las leyes internacionales existen para crímenes que son mayores que el asesinato o el robo: están para cosas que impresionan a la conciencia colectiva. En primer lugar, podemos decir que tenemos una conciencia colectiva y, en segundo lugar, que esa conciencia se desarrolla con el tiempo [...]. Y no es Trump quien domina esa conciencia colectiva, sino los jóvenes", explica Cordonier, quien también señala que "no hay que luchar contra los líderes políticos que van a contracorriente, sino luchar para se imponga un modelo sostenible".

Quizás por eso, recuerda entre la emoción y la indignación su discurso ante la ONU en 1991, cuando tenía 17 años. Acudió, como el fenómeno de este año, Greta Thungberg, como representante de la juventud ante el cambio climático y la crisis medioambiental. El problema es que hace tres décadas el hombre que le precedió en el estrado, ante la preocupación de los lobbys como el petrolero, se apresuró a tranquilizar al sector empresarial afirmando que "los acuerdos firmados hoy no sirven para nada". Cómo hemos cambiado.

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