Inició la Primavera Árabe quemándose a lo bonzo, pero nadie le recuerda y desea morir

    • Varios hombres se prendieron fuego en Túnez para protestar contra el gobierno. No todos ellos pasaron a la historia por su acción.
    • Y tampoco todos ellos están satisfechos con el cariz que tomaron las protestas: Hosni Kaliya lo lamenta profundamente.
Hosni Kaliya se quemó a lo bonzo como protesta por los abusos y las vejaciones a las que fue sometido por la policía de su país, Túnez.
Hosni Kaliya se quemó a lo bonzo como protesta por los abusos y las vejaciones a las que fue sometido por la policía de su país, Túnez.

Unos prepotentes policías tunecinos comenzaron a dinamitar el mundo árabe con un gesto habitual en ellos: humillar y confiscar la fruta de un modesto vendedor ambulante.

Se llamabaMohamed Bouazizi. Preso de la desesperación, se presentó ante la comisaría, se roció de gasolina y se prendió fuego. Entonces murió un joven de apenas 27 años y nació un símbolo de la democracia, considerado padre del movimiento político y revolucionario posterior conocido como 'Primavera árabe'.

Pero fue el único. Otros tomaron la misma decisión en momentos posteriores. Y no todos murieron. Tampoco pasaron a la Historia ni fueron tratados como héroes. Fue el caso de Hosni Kaliya, un joven conserje de un hotel de la turística e histórica ciudad de Susa. Al igual que Mohamed Bouazizi, Hosni cometió el error de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Ahoraha contado su historia al semanario alemán Der Spiegel. Y saca una conclusión estremecedora: el sacrificio no valió la pena. "Ojalá hubiera muerto".El anillo con una cruz

Se encontraba disfrutando de unos días de vacaciones en su ciudad de Kasserine, en la cordillera del Atlas, a unas tres horas al sur de la capital. Hosni era la imagen del éxito entre los suyos. Trabajaba para los turistas, siempre pródigos en propinas. Vestía bien. Tenía dinero. Y encima se daba el lujo de aspirar a un futuro mejor. Trataba de contagiar esta sana ambición a sus amigos. Les animaba a salir de Kasserine y buscar trabajo en lugares con más oportunidades. Como tantos otros ciudadanos, no estaba contento con el régimen, pero tampoco aparentaba ínfulas revolucionarias. Simplemente, quería que el país cambiase.

Demasiada cordura para lo que podían tolerar unos esbirros del régimen que se cruzaron en su camino.

Le detuvieron en la misma calle. Le escrutaron de pies a cabeza. Limpio. Elegante. Fornido. En uno de sus dedos relucía un anillo con forma de cruz, regalo de un turista francés. ¿Lo tomarían como una provocación?

Le pidieron sus documentos. Estaba todo el regla, pero eso era lo de menos. Ya estaba condenado. "¿Sabes por qué estamos aquí?", le preguntaron los policías. "Para joder a tíos como tú". Aquellas palabras preludiaron una batería de insultos, golpes y vejaciones. El calendario señalaba el 3 de enero.

Al día siguiente, Hosni interpuso una denuncia en una comisaría. Se presentó ante la policía de una dictadura para acusar a la policía del mismo régimen. ¿A quién se le ocurre?

Tres días más tardese topó por la calle con uno de los agentes denunciados, justo el mismo que le había pegado tantos puñetazos en el estómago que le hizo vomitar. Ahora no fueron puñetazos, sino golpes de porra. Cometió el error de defenderse. Llegaron otros policías. La lluvia de golpes se transformó en una tormenta perfecta. Le llegaron a vaciar un bote de gas lacrimógeno en la cara. "Me sentí como un insecto pisoteado", recuerda.

Al terminar, sólo le quedaron fuerzas para arrastrarse hacia una gasolinera. Había perdido la razón y -creía él- la dignidad. Cogió un bidón y se roció el combustible por todo el cuerpo. "No sabía lo que estaba haciendo". Según confiesa a Der Spiegel, no pretendía convertirse en un héroe. Tampoco quería protestar. Simplemente no podía soportar más humillación. Y encendió un mechero.

No hacía ni tres semanas que Mohamed Bouazizi, el joven frutero, se había inmolado frente a la comisaría de polícía.De la chispa a la revolución

La noticia corrió por la ciudad con la velocidad del fuego en un canal de gasolina. Los medios de comunicación, fuertemente controlados por el régimen, no dijeron ni pío. Pero aquel incidente había sucedido en 2012, esto es, en tiempos de las redes sociales. Ya no se podía tapar el sol con un dedo. Ni Facebook con un simple clic.

Esa misma nochecomenzaron las revueltas en Kasserine. Policías antimotines tomaron la ciudad. Proliferaron manifestaciones por todas partes. Los primeros disturbios arrojaron 20 muertos. La noticia saltó entonces las fronteras del Magreb. La Primavera Árabe había estallado y no existía verano que pudiera agostarla.

Hosni Kaliya, envuelto en vendas, se debatió entre la vida y la muerte en un hospital de Túnez durante ocho meses. Pero bastaron apenas diez días desde su intento de suicidio para que el régimen del dictador Zine El Abidine Ben Ali, que se había hecho con el poder con un golpe de Estado en 1987, colapsara devorado por llamas que olían a carne humana. Carne de tunecinos como Mohamed y Hosni.

La chispa devino en incendio y el incendio en hecatombe mundial. Después de Túnez cayó Egipto. Y Libia. Y Yemen. Y Siria, que aún sigue sufriendo sus consecuencias, aún se tambalea con una crisis migratoria sin precedentes. La alerta yihadista se ha extendido por todo el mundo y no cuenta con visos de durar poco."¿De qué ha servido?"

No, no mereció la pena. Es la reflexión que ofrece Hosni, cinco años depués de aquellos acontecimientos, ante las preguntas del periodista Clemens Höges. Si él hubiera sabido lo que iba a ocurrir detrás de su intento de suicidio, no lo habría llevado a cabo. Su vida es hoy un infierno, como el que hoy viven tantos países árabes, especialmente Siria. "¿De qué ha servido?", se lamenta. "Yo no creo en la revolución. No sabía lo que iba a pasar".

Desde entonces, Kaliya está al cuidado de su madre, que sólo podía comunicarse con él desde un cristal, para evitar infecciones. De sus labios conoció las devastadoras consecuencias de la revolución tunecina. Muchos amigos y once de sus familiares habían muerto por los disturbios.

"Teníamos esperanza, pero los tunecinos no estamos acostumbrados a la libertad", suspira.

El gobierno recompensó el gesto de Hosni con un apartamento en la capital del país, donde la madre de Kaliya leprodiga a todas horas los cuidados que necesita una persona incapaz de ponerse una simple camisa sin ayuda.

El cuerpo se Kaliya se ha convertido en un delicado jarrón del cristal más frágil. Operaciones, trasplantes, reconstrucciones… no hay parte de su cuerpo que no haya sido recompuesta. De su mano derecha sólo queda un muñón huérfano de dedos, que en su mano izquierda parecen hierros retorcidos. Sin cabellos, con orejas diminutas, con el rostro desfigurado… su piel se asemeja a un cartón que podría desgarrarse con un ligero movimiento de cuello.

El fuego dañó su tráquea y sus pulmones. Hosni sabe que no debe fumar, pero lo hace. A sus 42 años tiene claro que ya ha vivido lo suficiente: "Me gustaría morir".

Sigue @martinalgarra//

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