Irán: represión sin fin de los periodistas

  • El corresponsal de Global Post en el país, Iason Athanasiadis, habla del destino inicerto que corren los periodistas en la república islámica. Estuvo encarcelado durante tres semanas y ahora teme por el futuro de un fotógrafo de la agencia Getty.
Decenas de periodistas se encuentran encarcelados en Irán | Reuters
Decenas de periodistas se encuentran encarcelados en Irán | Reuters
Iason Anasthasiadis | GlobalPost para lainformacion.com
Iason Anasthasiadis | GlobalPost para lainformacion.com

Nota del editor: Iason Anasthasiadis, corresponsal de GlobalPost, ha cubierto las manifestaciones en Irán. Fue arrestado en Teherán y detenido en prisión durante tres semanas. Este es su primer artículo para la agencia tras su liberación.

ATENAS – Me di cuenta de la imagen mientras revisaba mi página de Facebook y tuve un tremendo escalofrío. En la pantalla aparecía una versión más joven de mí, flanqueado por dos amigos fotógrafos iraníes. Era una foto personal tomada hace tres años.

¿Qué hace la foto de un amigo ilustrando un artículo genérico en farsi?

Intenté enfocar la mirada para leer lo que había escrito. El titular de la foto decía: "Conspiración del Aparato de Seguridad contra Periodistas: Majid Saeedi, detenido".

Majid Saeedi aparece en cuclillas a la izquierda de la imagen. Un fotógrafo de gran talento, Majid trabaja para Getty Images y ha colaborado con Time Magazine en Afganistán. En Irán, es uno de los pocos profesionales que tienen la versatilidad de haber cruzado la división ideológica entre las agencias de noticias en Irán. Ha trabajado tanto para medios reformistas como para conservadores como Fars News, un medio progubernamental.

Majid no es un político, sino un apasionado de la fotografía. La oportunidad de recorrer las calles y capturar instantes únicos que posteriormente editará y enviará por todo el mundo a través de Getty es lo que le ha permitido trabajar para extremos ideológicos tan opuestos. Su obra humaniza un mundo que muchos quieren ver como el demonio.

Pude apreciar esta extraordinaria característica en un pequeño viaje. En un pueblo alejado como Horaman-e Takht, hicimos lo que todo explorador del siglo XIX habría hecho: nos quedamos con el doctor del pueblo. Era el único no kurdo del lugar, un miembro educado de la mayoría persa de Irán que por ahora trabajaba en la parte más occidental del país antes de trasladarse a un lugar más cómodo.

Él y su mujer nos acogieron a estos tres viajeros casi congelados de frío, nos alimentaron y nos dieron cobijo. Sensible ante la sociedad conservadora iraní, Majid se ofreció a hacer una serie de retratos de la pareja recién casada. Era una manera imaginativa y elocuente de expresar su gratitud en lugar de una caja de chocolates o cualquier otro regalo cliché.

Después de disipar su extrañeza con sus gestos joviales, Majid llevó a la pareja a otra habitación para una sesión de media hora que les dejó encantados con los resultados.

Unos meses después me encontré con él en Teherán. "¿Alguna noticia del doctor?", pregunté. "Estamos en contacto cada día vía messenger", respondió con una sonrisa.

Retrato de costumbres

Otra anécdota ocurrió un dia al final de un día extremadamente frío en 2007 y estábamos en Horaman-e Takht para fotografiar la ceremonia mística Sufí en el cementerio local. Deslizándonos por el hielo, logramos captar momentos extraordinarios de pasión, en los límites de la devoción religiosa. Cuando nos hicieron la foto estábamos helados, nos dolían los huesos y nos dirigíamos a la chaikhane local (salón de té) para hacer lo que más les encanta a los fotógrafos: saborear el final de un día productivo en un espacio cálido, bebiendo té, fumando y comparando imágenes.

Hoy, ese recuerdo fotográfico se ha convertido en un registro de presos. Todos los que aparecen en la imagen han estado en las cárceles de la República Islámica.

Ali Vahid está ahora en Turquía donde huyó después de un año de acoso por parte del Ministerio de Inteligencia iraní. Junto a su mujer, espera que Naciones Unidas procese su solicitud de refugiado político.

El mes pasado, fui arrestado en Teherán y detenido en una cárcel durante tres semanas como parte de una estrategia para reprimir mi actividad de reportero de calle e intimidarme. Ahora los que mandan han decidido que es el turno de Majid de entrar en la rueda del sufrimiento.

Detención anunciada

Al parecer ya se lo esperaba y había advertido a amigos en algunas conversaciones de que lo capturarían en cualquier momento. La noche de su detención, al igual que cada noche del último mes desde la polémica elección que confirmó en el poder al presidente Mahmud Ahmadineyad (con un 63 por ciento de los votos), los funcionarios de inteligencia golpearon a la puerta y se llevaron a hombres y mujeres considerados una amenaza para el estado. Majid fue arrestado frente a su esposa después de registrar el piso y confiscar parte de sus pertenencias.

Posteriormente desapareció camino a Evin, la prisión en la cual yo había estado el sábado anterior después de convertirme en el primer periodista extranjero en ser detenido por la República Islámica.

En ese momento, el ministro de Inteligencia Gholamhossein Ejhei me describió como "disfrazado de periodista que recopilaba información para sus enemigos". La suma total de las pruebas presentadas en mi contra por parte de mis interrogadores fueron dos fotos de una cámara de vigilancia en que aparezco hablando con un diplomático británico en una conferencia en Qom en 2005. Me las presentaron convencidos de que sería suficiente para que me declarara culpable.

Este es el tipo de cargos -no comprobados- que los funcionarios iraníes imputan a cientos de detenidos que entran en el sistema carcelario del país.

¿Por qué se lo llevaron? Al igual que a mí, ¿le expondrán a acusaciones de espionaje sin fundamento? Probablemente no. Es tan evidente que se trata de un fotógrafo comprometido con su profesión, que busca la excelencia, que probablemente sea juzgado por representar una amenaza a la supresión efectiva de la confusión social que afecta a Irán.

La lógica de las autoridades iraníes es clara: Si se pueden silenciar las cámaras, entonces los manifestantes de las calles de Teherán se quedarán sin el oxígeno de la publicidad que mantiene viva su esperanza. Las imágenes –tanto las que apoyan a Ahmadineyad como las del movimiento opositor de Musaví- son tan emblemáticas que hacen preguntarse si su detención no es más que un intento por intimidarlo y conducirlo al silencio y la inacción.

"Ellos (el gobierno) quieren asustar a la gente, es una muestra de poder", declara Vali, el amigo de Majid hablando desde Teherán. "Han llevado a cabo un golpe y necesitan que la gente esté oprimida para que se acepte lo que han hecho".

Quizás al igual que Alí, mi otro amigo de la fotografía, Majid sea conducido a algún tipo de exilio incierto. Será una pérdida para Irán. Y se sumará al creciente número de iraníes con educación que abandonan el país a un ritmo de 150.000 personas al año (en tiempos normales), una fuga de cerebros sin sentido que sólo perjudicará a este sufrido país.

Irán se ha convertido en el principal país que encarcela a periodistas, con 41 profesionales actualmente tras las rejas, según la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF). A este ritmo, Irán "va en camino de transformarse en el país más peligroso para ejercer la profesión", añade RSF desde París.

¿Todavía crees que las imágenes no tienen poder?", me espetó Mana Kia, una amiga que prepara su doctorado en Harvard, cuando me quejé de la injusticia de la detención de Majid. "Cuando el gobierno se niega a reconocer la legitimidad de protestar, los periodistas iraníes que difunden información e imágenes de las manifestaciones tanto en Irán como hacia el resto del mundo se convierten en amenazas para el estado".

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