Kenia encuentra su fórmula del éxito para el negocio del arte: el reciclaje

  • Una empresa keniata transforma viejos cristales en arte. Ya han decorado un edificio de oficinas de la capital y un hotel. Murales, guirnaldas, vasos y jarrones. Los sopladores de vidrio de esta empresa de Kenia no sólo quieren hacer negocio a partir del reciclaje, también tienen presente que hacen piezas de arte.
Tristan McConnell, Nairobi (Kenia) | GlobalPost

Desperdigado entre los árboles en el límite de un parque nacional y a varios kilómetros de la carretera asfaltada más cercana, habita un país de maravillas, una psicodelia gótica de hornos incandescentes y columnas de humo, de vidrio fundido y metal triturado, de espirales a lo Gaudí y rostros picassianos, de estatuas deformes y mosaicos de animales.

En el centro del local, una enorme colmena de ladrillo rojo con vidrieras de colores. Los cristales incrustados imitan las constelaciones, y hacen que la cúpula oscurecida por el humo parezca un planetario.

Dentro del edificio, bajo el haz de luz que entra por un agujero en el techo a modo de chimenea, una caldera con 400 kilos de vidrio líquido trabaja a más de 1.000 grados centígrados. A su alrededor, hombres embutidos en monos de faena y cubiertos de hollín moldean el viejo vidrio para darle formas nuevas.

Los vasos, cuencos, copas, jarrones, platos, lámparas, candelabros, mesas, sillas y demás objetos que se fabrican en Kitengela Hot Glass,a unos 30 kilómetros de Nairobi, están realizados a mano por un equipo de sopladores de vidrio keniatas, formados y supervisados por Anselm Croze, un artista de origen británico de 45 años que vive en África con su mujer y sus dos hijos.

"Este proyecto no trata solamente de hacer cosas para nosotros. Se trata de iniciar un tipo de artesanía propia de Kenia", explica Croze. "Aquí les damos formación, y espero que parte de mi legado sea haber puesto en marcha esta artesanía en vidrio".

"Cada pieza es única, y tiene el toque especial del hombre que lo hizo. Algo que se agradece en estos tiempos de producción masiva", añade Croze.

Charles Kyalo es uno de sus 40 trabajadores, y es uno de los primeros keniatas que comenzó a aprender el arte del soplado de vidrio al lado de Croze, hace 17 años.

"Nunca antes había visto nada parecido", recuerda Kyalo durante un receso. "Cuando empecé era un trabajo muy duro, porque se pasa mucho calor en el horno. Pero te acabas acostumbrando. Ahora disfruto mucho haciendo objetos grandes, como floreros, platos y candelabros".

La pieza más grande que Croze y su equipo han hecho hasta ahora cuelga en el patio de un nuevo edificio de oficinas de Nairobi: un candelabro de 1,4 toneladas de peso hecho con 700 piezas de vidrio. En Tanzania han colaborado en el rediseño de un hotel cerca del cráter del Ngorongoro, transformando las sobrias y anticuadas zonas públicas con coloristas murales de vidrio y metal y cientos de metros de guirnaldas con adornos de cristal y luces.

Las instalaciones de Croze cubren sus necesidades energéticas con aceite de motor reciclado. El horno funciona con vapor, y la colmena actúa como una enorme cámara de convección, sacando hacia afuera todo el calor. Todo el cristal fundido se produce a partir de botellas recicladas y ventanas.

El reciclaje es el eje de este innovador proyecto, algo que Croze considera característico en la artesanía keniana o 'jua kali'.

Aunque en swahili 'jua kali' significa literalmente "sol caliente", el término se refiere realmente a los productos hechos a mano, remendados y reciclados que definen la economía informal de Kenia, en donde nada se tira y todo se aprovecha. "En Kenia todo lo que sea jua kali conlleva reciclaje: sandalias hechas con neumáticos viejos; lámparas de queroseno hechas con latas viejas... todo se reutiliza y todo se arregla", destaca Croze.

Pero lo que en realidad Croze y su familia han hecho en sus tierras es dejar volar su imaginación. Construcciones recubiertas con mosaicos; paredes curvas; un coche rebanado que brota de la tierra; una enorme vaca enmarcada en cables y adornada con tapones de botellas y lazas de cerveza aplastadas; estatuas de proporciones extrañas, con rostros y piernas alargados; una réplica de una de las cabezas de la Isla de Pascua con un aro en la nariz; brillantes piezas de espejo que relucen entre la hierba... se mire donde se mire, en este rincón de Kenia se pueden ver fragmentos de la imaginación de alguien.

"Mi madre hizo la vaca, y la cabeza de la Isla de Pascua es mía", dice Croze encogiendo los hombros. "Tenemos incrustado el arte en el espíritu familiar, nuestro entorno artístico es muy fuerte desde hace generaciones", admite. "Los edificios son esculturas en las que vivimos. Es natural que intentes hacer que lo que te rodea sea hermoso. Para mí es una obsesión constante".

Aunque nació en Gran Bretaña, la familia de Croze se trasladó a vivir cuando era pequeño a Tanzania y después a Kenia. Ahora es dueño de una pequeña cadena de tiendas de artesanía en Nairobi, que espera poder seguir expandiendo.

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