Las prostitutas francesas no quieren tener burdeles

  • Una parlamentaria francesa del partido UMP del presidente Sarkozy quiere reabrir los burdeles, prohibidos en Francia desde 1946, a fin de proteger a las prostitutas de los proxenetas y las redes de explotación. Pero las trabajadoras del sexo ya han dicho que no, gracias.
Mildrade Cherfils | GlobalPost

(París, Francia). "Todas las prostitutas están en contra de la reapertura de los burdeles", dice Janine Mossuz-Lavau, socióloga experta en sexualidad y prostitución.Una ley de 2003 introducida por el entonces ministro del Interior Nicolas Sarkozy, que convirtió la prostitución pasiva en la calle en un delito, es parcialmente la causa de la situación actual. Al criminalizar las actividades en torno a la prostitución, que en sí es legal para cualquier persona mayor de edad, gran parte de estas trabajadoras se han pasado a la economía sumergida, a ejercer en salones de masajes y bares, pero también en lugares alejados de los centros urbanos, en zonas periféricas, en los bosques e internet. "Ejercer esta profesión es ahora mucho más difícil", ya que las prostitutas se encuentran aisladas, dice Mossuz-Lavau.Casi siete años después de que el Parlamento francés aprobase la ley en marzo de 2003, Chantal Brunel, diputada del partido UMP de Sarkozy que había votado a favor de la norma, ha anunciado que quiere que el gobierno cambie su respuesta hacia la prostitución. La diputada plantea reabrir los burdeles como espacios donde las trabajadoras del sexo puedan ejercer su profesión alejadas de las redes que trafican con ellas y de la violencia, y donde se las trataría con dignidad y podrían recibir atención médica. Un 59 por ciento de los franceses apoyan la idea, según una encuesta realizada en abril.Pero el sindicato de las trabajadoras del sexo, que representa a más de 250 prostitutas en Francia, se opone firmemente a que el gobierno intervenga en sus negocios, y prefiere que sus afiliadas conserven la mayor independencia posible para gestionar su forma de ganarse la vida. Tiphaine Besnard, portavoz del sindicato, dice que hace tiempo que no escucha noticias del Gobierno ni en un sentido ni en otro sobre la evolución de esta propuesta. En cualquier caso, a las trabajadoras del sexo no se les suele invitar a participar en los debates políticos o las decisiones que las afectan."Nuestros representantes electos... están condenados a repetir los mismos fallos si no preguntan a la gente que vive a diario la prostitución y conoce las consecuencias de sus políticas", afirmó el sindicato en marzo en un comunicado de prensa. "Sólo nosotras conocemos nuestras vidas". Entre las razones que esgrime el sindicato para oponerse a la propuesta de la legisladora es el temor a que los dueños de los burdeles sobreexploten a las trabajadoras para recibir una parte de sus ingresos. Además, el sindicato dice que los análisis obligatorios para hacerse pruebas de enfermedades de transmisión sexual podrían conducir a políticas discriminatorias, como prohibir trabajar a las personas infectadas. Los casos de sida en la industria de la pornografía han hecho que los políticos se pregunten si deberían estar haciendo más para controlar ese sector, y ese es un escenario que las prostitutas querrían evitar. También están en contra de un sistema que dividiría a las prostitutas en dos clases: las que trabajan legalmente en burdeles y las que se niegan a participar en ese sistema.Para Alain Plumey, un coleccionista de arte erótico de 62 años y cuyo Museo del Erotismo guarda abundante documentación sobre los burdeles de los siglos XIX y XX, no es extraño que el debate sobre la reapertura de las "casas de placer" vuelva a surgir cada pocos años. "Cuanto más difícil es la vida, más se practica la prostitución", dice. "Y precisamente ahora la vida es difícil".Rodeado de recuerdos de la exhibición permanente que recoge la historia de los burdeles en Francia, Plumey muestra un registro de principios de la década de 1940 en el que figuran los clientes o "pases" que tenía una prostituta cada día. Si en el registro se anotaba el comentario "judío", significaba que el cliente llevaba una Estrella de David. La mayor parte de los burdeles tenían una prostituta nagra o una mujer coja, que eran cualidades exóticas para algunos clientes. En 1946 los burdeles cerraron de manera indefinida tras años de sometimiento a estrictos controles policiales.Abierto hace 13 años, el museo de Plumey está situado en el corazón del distrito rojo de París, cerca del cabaret Moulin Rouge, y está lleno de artefactos fálicos y escultura de todo el mundo, películas pornográficas antiguas y también arte moderno de temática sexual. Pero la exposición permanente sobre los burdeles, que ocupa todo el segundo piso del museo de siete plantas, es una parte fundamental de la institución, porque es un tema que fascina al público, según Plumey. "Las relaciones sexuales pagadas forman parte tanto del terreno de la fantasía como del erotismo". La propuesta de reabrir estos establecimientos es una problemática con diversos puntos de vista, afirma el veterano coleccionista. Según él, es una "completa tontería" que el simple hecho de estar parado demasiado tiempo en un determinado lugar pueda llevar a alguien a la cárcel por prostitución pasiva. Pero dar el paso de abrir los burdeles pondría al Gobierno en una posición complicada, puesto que el proxenetismo es ilegal.Ningún gobierno ha sido jamás capaz de erradicar la prostitución, una profesión que la mayor parte de la gente practica por necesidad, y no por elección, afirma Plumey. Erradicar la pobreza, o al menos dedicar más tiempo a analizar el tema podría ser un paso en la dirección correcta. "Tenemos que tratar las causas, no los efectos", sentencia.

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