Los políticos europeos dudan sobre la presencia de sus países en la guerra de Afganistán

  • La opinión pública de Alemania, Francia o Reino Unido no tiene clara la utilidad de una guerra que vive un momento decisivo
Octubre ha sido el mes más sangriento para las tropas extranjeras dede que empezó la guerra en 2001 | Reuters
Octubre ha sido el mes más sangriento para las tropas extranjeras dede que empezó la guerra en 2001 | Reuters
Reuters
Mort Rosenblum | GlobalPost para lainformacion.com
Mort Rosenblum | GlobalPost para lainformacion.com

Sea quien sea quien termine presidiendo el caos y la corrupción de Afganistán, Europa está perdiendo rápidamente la paciencia con los embrollos de la misión de EEUU y con su presidente, que no termina de decidirse.

Los ministros de Defensa de la OTAN que se reunieron la semana pasada en Eslovaquia respaldaron la estrategia del general Stanley McChrystal de atacar de forma más contundente, y rápida, a la creciente insurgencia. Pero las encuestas de opinión y los comentarios en círculos oficiales de Gran Bretaña y Polonia (y en otros lugares, como Canadá) dejan claro que los europeos están hartos de Afganistán, por no decir de todo el tema militar en sí.

Bajada de gastos de defensa

Un gráfico de la OTAN que refleja los gastos en defensa de Europa recuerda el perfil de una pista de esquí de grado medio. Y en todos los países, menos en Grecia, las proyecciones de gasto en los presupuestos sugieren una caída aún más profunda en 2010.

Jean-Pierre Maulny, del Institut de Relations Internationales et Stratégiques (IRIS) de Francia fue rotundo en el diario Le Monde, que examinaba la semana pasada esta tendencia. “Los presupuestos no están a la altura de lo que está en juego, y Europa se está hundiendo en una neutralidad sin forma”, afirmaba. “Estamos viendo –esto es nuevo- un verdadero desacoplamiento transatlántico”.

Los europeos gastan 350 euros per cápita al año en defensa, un tercio menos que los estadounidenses, y el presupuesto de Gran Bretaña, el mayor junto al de Francia, podría caer un 10 por ciento en un periodo de cinco años.

En lo que respecta a Afganistán, estos recortes coinciden con una voluntad política que se disipa con rapidez. Gran Bretaña, con 9.000 soldados y el contingente más grande de la UE, se ha comprometido a enviar otros 500 más a la zona, pero sólo si los aliados y los afganos combaten con más fuerza a los talibanes.

El primer ministro británico Gordon Brown habla de “afganización” del mismo modo que los estadounidenses hablaban en su día de “vietnamización” cuando buscaban desesperadamente luces al final del túnel. Brown ha dicho ante el parlamento que está buscando “puntos de referencia y calendarios” para traspasar las operaciones de seguridad a los afganos. Desde 2001 el número de muertos británicos en Afganistán asciende a 221 soldados, 37 desde julio.

Una encuesta del Daily Telegraph/YouGov de agosto señalaba que el 62 por ciento de los participantes quería que los soldados regresaran a casa. En otra encuesta, sólo el 27 por ciento respaldaba una misión larga.

En las recientes elecciones alemanas, Angela Merkel derrotó a su oponente socialdemócrata, que defendía una retirada de Afganistán. La canciller se ha comprometido a seguir entrenando a la policía afgana. Sin embargo, el influyente semanario Der Spiegel calculaba que cerca del 70 por ciento de los alemanes, al igual que el candidato de la oposición, quieren salir de un lodazal costoso, doloroso y vergonzoso.

Los alemanes tienen sentimientos enfrentados sobre la idea de seguir manteniendo a 4.500 soldados en la zona. Desde 2002, 35 de ellos han muerto.Los aliados de la OTAN que piden más apoyo a los combates son críticos con la preferencia de Alemania por misiones en la retaguardia. Para algunos, es una forma de escabullirse.

En septiembre un comandante alemán ordenó un ataque aéreo cerca de Kunduz basándose en una fuente de información vaga y que provocó la muerte de civiles afganos inocentes. El año pasado, un alto cargo de la administración alemana definió el programa para formar a la policía afgana como “un miserable fracaso”, según informó Tom Coghlan en el diario londinense The Times.

Posteriormente, un informe oficial de Berlín reveló que los soldados alemanas pasaban demasiado tiempo bebiendo cerveza y comiendo salchichas.  “En pocas palabras, los soldados están muy gordos, hacen muy poco ejercicio y se preocupan poco por su dieta”, concluía Reinhold Robbe, comisionado parlamentario para las fuerzas armadas.

En Italia los sentimientos afloraron en septiembre, cuando un ataque en Kabul causó la muerte de seis italianos. La gente demandó a Silvio Berlusconi que ordenase el regreso a casa de sus 2.800 soldados desplegados en la zona.

Poco después, en octubre, el periodista Tom Coghlan soltó una bomba en The Times: En 2008 agentes de inteligencia italianos pagaron de forma secreta a talibanes y señores de la guerra locales para mantener la paz en el sector este de Kabul, bajo control de Italia. Nadie se lo dijo a las fuerzas francesas, que les sustituyeron y que infravaloraron la amenaza.

Al ver que se les acababa de repente el dinero a cambio de protección, los insurgentes atacaron una columna francesa. En la emboscada murieron 10 soldados de la Legión Extranjera y muchos otros resultaron heridos. Aunque los hechos fueron negados por Roma, la noticia de The Times estaba basada en fuentes sólidas sin identificar.

Un veterano comandante de la OTAN dijo que si bien pudo haber alguna razón para pagar a los insurgentes, fue una “locura” no decírselo a un socio de la coalición.

Pocos aliados

Una “fuente de inteligencia occidental de alto rango” fue más allá, subrayando los problemas de reclutar a aliados reticentes contra un enemigo oscuro. “La OTAN en Afganistán ya es una construcción lo suficientemente frágil como para que vengan todos estos a trabajar a nuestras espaldas. Los italianos tienen que explicar un buen montón de cosas”.

Francia recibió muy mal la noticia. Por entonces, dos tercios de sus ciudadanos ya querían salir de Afganistán. Pero el presidente Nicolás Sarkozy declaró desde Kabul que su determinación “permanece intacta”. Esa sigue siendo la postura oficial, y poco parece que vaya a cambiar durante el invierno afgano. Aún así, Sarkozy tiene menos razones para continuar firme en su postura a medida que la voluntad de la opinión pública disminuye.

En 2007, recién elegido, Sarkozy estaba deseoso de mostrarse fuerte ante Washington, alineándose como un aliado sólido de EEUU tras las dudosas relaciones de Jacques Chirac con George W. Bush. Con Barack Obama, Sarkozy está retrocediendo al típico papel de la Francia gaullista: una fuerza abierta, independiente, nuclear, capaz de tomar su propia dirección.

En Londres, el general David Richard ha resumido el desafío de los aliados en unas recientes declaraciones a The Daily Telegraph. Mantener el apoyo de la opinión pública es una batalla, dijo. “Necesitamos hacerlo mejor”.

Mostrar comentarios