El milagro se acerca y va abriéndose paso en Tailandia recordando a los 33 mineros de Chile que han dado ánimos a los pequeños que aún permanecen en una cueva con la esperanza de volver a ver a sus familias. Los servicios de rescate han logrado salvar cuatro niños atrapados en la inundada cueva de Luang, según avanza el diario local Khaosod, pero las necesidades de oxígeno en la cueva les han obligado a echar el freno, al menos hasta este lunes. La complejidad del rescate está recibiendo el aplauso de medio mundo, incluido Trump.
No es para menos. Los primeros frutos de esta endiablada misión de rescate en la que participan 18 buzos llegaron en las primeras horas del día. El tiempo daba un respiro y era el momento de actuar. Dio tiempo a salvar, por el momento, a cuatro menores. Es hora de tener paciencia y fe. Ver a los menores caminando por su propio pie a un hospital de campaña instalado fuera de la cueva para ser evaluados después de 16 días atrapados es un buen augurio para los padres que aún tienen a sus pequeños atrapados en la cueva. De hecho, el coordinador de la operación de rescate, Narongsak Osottanakorn, ha confesado que las operaciones hasta ahora "han sido un éxito mayor de lo esperado".
Todo está coordinado. Hay botellas de aire a lo largo de la ruta, cuerdas guía, dos buzos acompañan a los pequeños para darles seguridad y un submarinista sostiene su botella de agua... y una vez a salvo los niños son transportados en helicóptero o en alguna de las 13 ambulancias al Hospital Chiang Rai Prachanukroh. Las evacuaciones se realizan de dos en dos.
Los pequeños se han convertido en unos héroes de un suceso dramático que tiene en vilo a un país y a medio mundo, no en vano, más de 1.000 periodistas se han desplazado a la zona para cubrir el rescate.
Los pequeños han demostrado ser unos verdaderos valientes, al igual que los buzos que los acompañan (uno de ellos se dejó hace escasos días la vida en su intento por ayudarles). Se enfrenta cada uno de ellos a más de cuatro kilómetros de estrechos pasadizos por donde tendrán que bucear túneles inundados, superar desniveles y cubrir largas caminatas entre corrientes de agua y rocas. El equipo que está llevando a cabo el milagro está compuesto por dieciocho buzos, trece extranjeros y cinco miembros de élite de la Marina tailandesa.
Agónica espera
Los doce escolares y su tutor fueron encontrados la noche del lunes en una isla de terreno seco 4 kilómetros dentro de la caverna. El hallazgo se produjo tras nueve días de intensa búsqueda en la que participaron más de 1.300 personas.
Los menores y el adulto enclaustrados han podido recuperar parcialmente desde entonces las fuerzas al ser asistidos por médicos y psicólogos dentro de la gruta.
Los trece se internaron en las galerías el sábado 23 de junio tras un entrenamiento de fútbol cuando una súbita tormenta comenzó a inundar la cavidad y les cortó la salida. Desde entonces, todo un país se ha volcado con ellos. No han faltado las muestras de humanidad. La de los pequeños consolando a sus padres a través de cartas. La de ese profesor pidiendo perdón cuyo único delito fue intentar resguardar a los pequeños del temporal y les llevó, sin saberlo, a un callejón sin salida.
Y la de esos padres que no han tardado, en medio de su angustia, de contestarle con todo el cariño del que son capaces: "Gracias por cuidar de nuestros hijos. Entrenador, usted está ahí con ellos. Salga con ellos, sano y salvo. No se culpe". Cuatro lo han logrado ya. Todo el país quiere volver a ver a todos fuera. Aunque los niños solo pidan ahora que no les pongan deberes en clase cuando salven la vida. Son niños.
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