"Mi padre nunca me presionó para que siguiera sus pasos en el cártel"

  • Juan Pablo, el hijo del famoso barón de la droga Pablo Escobar Gaviria, tiene un papel protagonista en un documental ("Los Pecados de mi Padre") sobre el legado de violencia de su padre.
Pablo Escobar junto a su hijo, Juan Pablo, el día de su primera comunión en 1987 - Global Post
Pablo Escobar junto a su hijo, Juan Pablo, el día de su primera comunión en 1987 - Global Post
Global Post
Por John Otis – GlobalPost
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Cuando se enteró que su padre había sido asesinado en un tejado de Medellín en 1993, el entonces hijo adolescente del barón de la droga, Juan Pablo, prometió vengar la muerte de su progenitor. "Si es verdad, mataré a todos esos hijos de puta", declaró. Pero en lugar de seguir los pasos asesinos de su padre en Colombia, Juan Pablo se instaló en Argentina. Se casó con su novia colombiana de toda la vida y trabaja como arquitecto. Para evitar cualquier notoriedad o acoso se cambió el nombre. Ahora se llama Sebastián Marroquín.

Durante años, Marroquín ha evitado a la prensa. Ahora, es el personaje central de un documental sobre el legado de violencia de su padre: "Los Pecados de mi Padre". En la película, Marroquín insta a la juventud colombiana –algunos de los cuales aún ven a Escobar como un romántico, una especie de Robin Hood- a no caer en la tentación del poder y la riqueza de la actual generación de narcotraficantes.

El punto más destacado del documental es cuando Marroquín pide disculpas a los hijos de dos de las víctimas más conocidas de Pablo Escobar: el ministro de Justicia, Rodrigo Lara, asesinado en 1984, y el candidato presidencial Luis Carlos Galán, muerto cinco años después a manos de sicarios enviados por Escobar. Los dos políticos murieron por su enérgico rechazo a los carteles de la droga en Colombia.

"Los Pecados de mi Padre" se estrenó este mes en la ciudad argentina de Mar del Plata. Marroquín conversó recientemente con GlobalPost sobre la película y la vida con uno de los narcotraficantes más destacados del mundo.

- GlobalPost: ¿Pablo Escobar fue un buen padre?

Sebastián Marroquín: No tengo quejas de la forma como me crió mi padre. Gracias a él, soy la persona que soy ahora. Me inculcó muchos valores. Era un padre fantástico. Siempre trató de mantener las cosas separadas. Hizo todo lo que estaba a su alcance para mantenernos aislados de sus negocios y sus decisiones. Desafortunadamente, nuestras vidas siempre estuvieron mezcladas con la violencia que nos rodeaba.

- ¿Con qué frecuencia veía a su padre?

Nuestra vida familiar duró hasta 1984 cuando, lamentablemente, fue asesinado el ministro de Justicia Rodrigo Lara. Yo sólo tenía siete años. A partir de ese momento, la familia se rompió. Mi padre pasó a la clandestinidad y nunca más pudimos reunirnos de manera normal. Siempre estábamos escapando y me sentía como un delincuente, igual que mi padre.

- ¿Pablo Escobar quería que usted asumiera el control del cartel de Medellín?

Siempre me apoyó y me instó a ser la persona que yo quisiera ser. Me dijo que si quería ser doctor, me daría el mejor hospital. Y si quería ser peluquero, me pondría el mejor salón de la ciudad. Nunca me presionó para que entrara en la organización o siguiera sus pasos.

- Cuando Pablo Escobar murió, ¿por qué prometió vengarse?

Fue un momento muy difícil. Acababa de colgar el teléfono después de hablar con mi padre. Tres minutos más tarde llamó un periodista y me dijo que estaba muerto. Sólo tenía 15 años y había crecido rodeado de una gran violencia. Dije algunas cosas poco afortunadas. Pero 10 minutos más tarde me retracté de lo que dije e hice una promesa pública que si algún día podía ayudar a promover la paz en Colombia, lo haría.

- Huyo de Colombia con su madre y su hermana. ¿A dónde fue?

Ningún país quería aceptarnos. Viajamos de Colombia a Ecuador, Perú, Argentina, Sudáfrica. Finalmente llegamos a Maputo, la capital de Mozambique. Fue la única nación en el mundo que nos tendió una mano. Era un lugar muy triste… pensábamos que nos quedaríamos allí unos 10 años y al final estuvimos sólo cuatro días…Fuimos a buscar universidades y no había ninguna. El único lugar para estudiar medicina era un garaje. No importaba si tenías mucho dinero, no había comida. Los supermercados estaban completamente vacíos. No había ropas, ni nada. Era un desastre. Pensábamos que teníamos problemas, pero las cosas en Mozambique fueron aún peor. Me deprimí y pensé en suicidarme porque no veía escapatoria a nuestros problemas.

- ¿Cómo acabó en Argentina?

Teníamos billetes de regreso a Sudamérica y paramos unos días en Sao Paulo y Río de Janeiro. Pero no nos gustó y compramos billetes para el siguiente vuelo a Buenos Aires. Entramos con visados de turistas el 24 de diciembre de 1994. (Debido a que la familia tenía una nueva identidad), nadie sabía quiénes eran.

- ¿Por qué accedió a participar en "Los Pecados de mi Padre"?

Desde la muerte de Escobar, nuestra familia ha recibido más de 100 ofertas de cineastas y escritores. Siempre las rechacé porque las únicas cosas que veía sobre Pablo Escobar eran muy irresponsables y a veces, glorificaban sus crímenes. Sin embargo, (el filme del director Nicolás Entel) proponía que contáramos la historia desde el punto de vista de los hijos de los protagonistas. Quería hacer algo positivo para la sociedad colombiana, algo que mostrara los errores de involucrarse en el tráfico de drogas.

Hábleme de su encuentro con los hijos de los hombres asesinados por su padre: Rodrigo Lara y Luis Carlos Galán.  

Mientras hacíamos la película, decidí escribir una carta a sus familias como parte del proceso de reconciliación. Entonces, en un gesto muy noble, Rodrigo Lara (hijo del ministro asesinado) vino a Buenos Aires. Nos encontramos en un suburbio de la ciudad. Fue muy distendido. Nos abrazamos y fue probablemente uno de los abrazos más reconfortantes que he recibido en toda mi vida.

- ¿Qué bien puede hacer una disculpa del hijo del asesino y no del propio asesino?

Los crímenes de un padre pueden acabar perpetuando el odio y la violencia entre familias. Yo, Sebastián Marroquín, me hago responsable de los actos de mi padre por respeto a las víctimas que sufrieron esa violencia. Uno no escoge a sus padres, de modo que de alguna manera, yo también soy una víctima de mi padre. Nuestra familia siempre ha sido tratada como si fuéramos culpables. La gente quería vengarse de nosotros porque no podían hacerlo contra mi padre. Nadie en la familia tenía nada que ver con las actividades delictivas, pero sufrimos las consecuencias. Pero hemos encontrado el camino de la vida a través de la búsqueda del perdón y la reconciliación.

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