Prohibido presentarte a presidente si no eres nativo

  • Obama tuvo que mostrar su certificado de nacimiento para demostrar que podía ser presidente EEUU, pero no es el único país que exige a sus candidatos ser nativos. México, la India o Brasil también lo exigen, aunque otros países son más permisivos con el origen de sus presidentes. Canadá, Australia o Israel tienen líderes extranjeros, mientras que en Europa lo normal es que el presidente o primer ministro sea nativo.
EEUU no es el único país que exige a sus candidatos presidenciales ser nativos.
EEUU no es el único país que exige a sus candidatos presidenciales ser nativos.
lainformacion.com
Barry Neild, Londres (Reino Unido) | GlobalPost

Si bien Barack Obama puede haber puesto fin a las especulaciones sobre su lugar de origen, el debate sobre la cláusula del Artículo 2 de la Constitución de EEUU, que estipula que "no será elegible para el cargo de presidente quien no fuere ciudadano por nacimiento", probablemente seguirá coleando.

Theodore Ruger, profesor de leyes de la Universidad de Pennsylvania, asegura que en estos momentos hay un "creciente coro" de expertos constitucionales que ven esta cláusula como un "artículo caduco que se debe de eliminar", y porque, además, docenas de países parecen funcionar perfectamente sin el mismo.

Si se analizan las innumerables páginas de artículos que conforman las constituciones democráticas en otras naciones se puede ver que muy pocas son tan puntillosas como la de EEUU cuando se trata de abrir las puertas a la Casa Blanca. En teoría, las constituciones de algunos países permitirían incluso a "Obama el americano" ser su jefe de estado.

Dicho esto, aunque en algunos países hay casos de extranjeros ocupando el más alto cargo de la administración, pocos lo han conseguido sin generar a su vez debate social.

Los expertos constitucionales dicen que el veto (que ya dura 223 años) a los presidentes nacidos en el extranjero parece tener su origen en el temor de los padres fundadores de la nación a que algunos miembros poco patrióticos de la realeza europea cruzasen el Atlántico para colarse en los órganos de poder del nuevo país, y evitar así su perfecta unión.

En Canadá, aparentemente, no fueron tan paranoicos. Michaelle Jean, ex gobernadora general y jefa de estado del país, nació en Haití, y antes de asumir el cargo tenía también la ciudadanía francesa. Miembro de la Commonwealth, Canadá acepta a la Reina Isabel II como su monarca.

Esta actitud relajada se repite a lo largo y ancho de las antiguas colonias británicas, en donde la reina (ella misma descendiente de monarcas alemanes) ostenta un rol simbólico, no administrativo, en 16 países independientes. Uno de ellos, Australia, eligió el año pasado como primera ministra a Julia Gillard, nacida en Gales, Gran Bretaña.

Como presidenta del gobernante Partido del Congreso Nacional de la India, Sonia Gandhi estaba llamada a convertirse en primera ministra en 2004, pero debido a las críticas de la oposición que decían que su adopción de la ciudadanía india en 1983 no era suficiente, al final se designó para el cargo a Manmohan Singh.

Quizás debido a su relativamente reciente juventud democrática, Israel ha designado a varios líderes nacidos en el extranjero sin demasiada controversia. Golda Meir, nacida en Kiev, fue nombrada primera ministra en 1969 y mantuvo el cargo durante cinco años. El actual presidente, Shimon Peres, nació en Polonia.

Si se obvia el ascenso a la cancillería alemana de Adolf Hitler, oriundo de Austria, y las mezclas entre la realeza continental, Europa ha visto relativamente a pocos extranjeros asumir el poder, aunque casi ningún país tienen leyes que impidan esa posibilidad.

En Francia, en donde a uno le pueden perdonar por pensar que para aspirar a la presidencia es obligatorio tener una vida amorosa complicada, no hay ningún  requerimiento más que el candidato sea elegido democráticamente. En Italia, cualquier ciudadano de más de 50 años puede ocupar el cargo, mientras que en Alemania la barrera está en los 40 (en EEUU hay que tener al menos 35 años).

Al sur de EEUU varios países se inspiran en su vecino del norte. En México, los presidentes deben de ser ciudadanos del país por nacimiento y mayores de 35 años, tener al menos un progenitor mexicano y ser residente durante 20 años. En Brasil también hay que haber nacido en el país para gobernar.

En Perú aplican unas normas similares, y a lo largo de la presidencia entre 1990 y 2000 de Alberto Fujimori, peruano de ascendencia japonesa, se plantearon las mismas preguntas que han acosado a Obama. Fuijimori también llegó a presentar su certificado de nacimiento, fechado en Lima.

Por supuesto, Barack Obama no es la primera figura política estadounidense que despierta este debate constitucional. En la cima de su popularidad como gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, nacido en Austria, generó un movimiento pidiendo la enmienda de la constitución, que fue decayendo al mismo tiempo que su índice de aprobación.

El ex candidato presidencial republicano John McCain nació en el Canal de Panamá (en la base naval de EEUU), lo que se planteó como un problema durante las primarias para las elecciones de 2008. Pero finalmente el tema se zanjó tras intensos debates sobre lo que significa exactamente "ciudadano por nacimiento".

En la campaña presidencial de 1969 el aspirante republicano George Romney acaparó titulares cuando se supo que era hijo de padres estadounidenses, pero nacido en México. La polémica se terminó con la elección de Richard Nixon como candidato oficial.

Los expertos dicen que el hecho de que este tema aún surja de vez en cuando indica que, en nuestro mundo globalizado, no resulta fácil seguir justificando el Artículo 2 del mismo modo que en 1787, aún pese a la enorme preocupación demostrada por el millonario Donald Trump y que obligó a Obama a publicar su certificado de nacimiento. No obstante, reconocen que el cambio parece poco probable.

Según Rogers Smith, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Pennsylvania, "si los estadounidenses tuviesen que replantearse la inclusión de esto en la constitución, sería controvertido. Habría quienes lo apoyen, pero mucha gente se opondría a ello porque es claramente falso que un nacido en EEUU se vaya a comprometer obligatoriamente más con los principios de la constitución".

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