Simón Pachano: "Estamos frente al posible retorno de un autoritarismo que se viste con ropaje democrático"

  • El politólogo ecuatoriano, Simón Pachano, cree que la "maduración democrática" por la que ha pasado América Latina en los últimos años no resta peligro para algunos países donde los líderes se hacen fuertes, según este experto, asentados sobre una crisis de los partidos.

Antonio Kindelán, politólogo

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Los especialistas en Latinoamérica coinciden en que la región lleva un par de décadas de claro progreso y desarrollo democrático. Pero no siempre hay acuerdo sobre el nivel conseguido, cómo mejorar y sobre el papel que debería jugar en el mundo.

Simón Pachano es un respetadísimo profesor que se acercó a la Ciencia Política a través de una intensa experiencia en los trabajos sociales. Y es muy ponderado a la hora de hacer balance de este periodo.

¿Cuáles han sido los hitos claves en estos procesos de desarrollo?

Primero hay que considerar el proceso de transiciones a la democracia que comenzó a fines de los años 70, sobre todo con República Dominicana, Ecuador y otros, que son los pioneros de esta 'tercera ola' de la democracia en América Latina; y luego siguen hasta el caso final de Chile, y ese esun primer paso.

Es un momento que yo diría que marca significativamente lo que es América Latina actualmente: por primera vez en la historia de América Latina todos los países con excepción de uno, que es Cuba, viven democracias liberales, una combinación de gobiernos elegidos universalmente con Estado de Derecho que funcionan unos mejor que otros, sí, pero esto es el primer elemento relevante.

El segundo aspecto es que, en el momento en que se produjeron las transiciones o en sus primeros pasos, se presentó la crisis económica, la llamada "Crisis de la Deuda", que fundamentalmente tiene un hito: la caída de la banca mexicana en el año 1982 y que marca una ruptura en términos económicos.

Luego, la transición de la democracia marcó una ruptura en términos políticos y ésta marca una ruptura en lo económico. ¿Con qué? Con un modelo que había tenido vigencia prácticamente las tres décadas anteriores y que se conoció como el del desarrollo del mercado interno basado en la sustitución de importaciones, el llamado modelo 'cepalino'.

¿En qué consistía ese modelo 'cepalino'?

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe impulsaba ese modelo que consistía sobre todo en potenciar el desarrollo interno de los países. Promover un mercado propio, fortalecer los grupos económicos nacionales que tenían que exportar productos de valor agregados y que es el modelo que en lo mejor toman los famosos tigres o dragones asiáticos; con variantes por supuesto.

Pero no se extendió demasiado y era algo ambiguo.

Fue un modelo que en algunos países tuvo raíces más fuertes, se profundizó más o menos, pero era la visión general de América Latina. Incluso, en efecto, se podía decir que ese modelo tenía sus versiones de izquierda y de derecha, no era patrimonio de una de las corrientes: todas ellas hablaban de sustitución de importaciones, todos buscaban la industrialización como motor del cambio económico, todas hicieron reformas agrarias… Tanto gobiernos de izquierda como de derecha.

Ese modelo yo no creo que fracasara; al contrario, en algunos países fue muy exitoso, pero se termina porque las condiciones mundiales son otras y porque se presentó la Crisis de la Deuda.

Y esta crisis sí da lugar a unas reformas económicas que llevan a lo que se conoce en general como el neoliberalismo, es decir un alejamiento del Estado en términos de control y de regulación de la económica, del protagonismo en economía y una importancia muy grande del capital financiero y no tanto del productivo.

Es un periodo en el que las tasas de pobreza se incrementen y el costo del ajuste lo pagan los sectores más pobres. Esto, por supuesto, tiene una expresión en lo político: los gobiernos que impulsan esta línea son, llamémosles, de derecha en general, aunque hay presidentes de izquierda que aplican el mismo modelo, con un discurso de izquierdas pero unas acciones de derechas. Pero, en general, es un momento innegable de triunfo de las opciones de derecha.

Y como resultado de esos procesos, ¿ha mejorado la posición de Latinoamérica en el mundo?

Yo diría que no se puede tomar al continente como un todo, como algo homogéneo. Evidentemente, hay países exitosos con ese modelo y el caso que sobresale sin duda es el de Chile, pero también uno podría decir el de Perú actualmente y el de México, aunque es un caso bastante extraño, porque México es siempre una excepción. En alguna medida Brasil, contando con la singularidad de su tamaño, porque Brasil en sí mismo es un continente.

Pero hay países a los que les va muy mal con ese modelo y terminan sin los resultados positivos que se esperaban en términos económicos y con malos resultados sociales y políticos. El caso argentino, por ejemplo, creo yo es muy claro en ese sentido. En alguna medida Bolivia y los países centroamericanos, El Salvador, Nicaragua, Honduras… Caso distinto es Costa Rica porque tenía una base previa en términos de inversión en educación, en salud, en capital social…

Por otro lado y a pesar de cierta inestabilidad de los ejecutivos, sorprende la estabilidad sin embargo de los propios regímenes democráticos.

Sí, a mí me parece que gran parte del problema de esta inestabilidad política en el nivel más alto, presidentes o jefes de Ejecutivo. Simplemente tiene que ver con el régimen presidencial, que es el característicode la región. Me parece que el régimen presidencial es demasiado rígido para enfrentar las crisis.

Pensemos en el último caso que ha sucedido, el del presidente [Fernando] Lugo, en Paraguay. Se discute todavía en toda América Latina si fue o no fue un golpe de Estado, y hay argumentos para sostener lo uno y para sostener lo otro.

Pero si estuviéramos en un régimen propiamente parlamentario, el presidente Lugo se habría ido simplemente porque perdió la mayoría en el Parlamento. Algunos presidentes han planteado que se trata de un golpe no legal, o mejor, ilegítimo. Eso es estirar demasiado los conceptos.

Yo personalmente vengo de un país, Ecuador, que tiene récord en derrocar presidentes: en 1997 se derrocó al presidente [Abdalá] Bucaram; en 2000, a [Jorge Jamil] Mahuad y en 2005 a [Lucio] Gutiérrez, que era quien derrocó a Mahuad… Tres presidentes en menos de una década que fueron derrocados, es decir, ninguno de los presidentes elegidos por voto popular pudo terminar su mandato.

Un optimista diría que, por lo menos, ya no son los militares, ¿no?

No, claro, y yo creo que justamente éste es el hecho fundamental, que todos los países son democráticos; mal que bien, estamos manejando esto dentro de una normalidad democrática a la que la estiramos, a la que le hacemos muy flexible, la convertimos casi plastilina. Se la puede estirar, pero ya no recurrimos al golpe militar y se recurre muy poco a la violencia.

¿Lo entiendes como, digamos, una etapa de maduración de la propia democracia?

Sí, sí… Yo no niego que ha habido violencia en muchos casos. Ha habido represión fuerte. En Bolivia siempre hay enfrentamientos con muertos, en Perú hubo hace poco enfrentamientos por el problema minero; en el propio caso de Honduras, cuando ahí sí fue un golpe de Estado con participación militar, hubo cierto grado de violencia, pero no es lo que teníamos antes. Entonces sí, creo que hay que aceptar que hay un cambio.

¿Un progreso económico y una maduración democrática que mejoran su posición geopolítica en el mundo?

Yo creo que sí. En este momento América Latina es el único continente que no está afectado tan fuertemente por la crisis económica; la crisis que comienza en Estados Unidos con la burbuja inmobiliaria y que luego se traslada a Europa y que afecta enormemente a los mercados y sobre todo mercados de valores asiáticos.

Impacta en el tema del petróleo, impacta mucho en África, por la relación europea con África… Pero América Latina, los últimos años tiene tasas de crecimiento bastante buenas, no son las tasas espectaculares de algún otro momento pero aceptables y también se está reduciendo la pobreza, la brecha en los ingresos.

Lo cual tiene que ver con que ha ganado algún tipo de posición o está haciendo algunas cosas relativamente bien. Yo no tengo en este momento una respuestaclara para decir qué es lo que ha hecho bien. Pero quizás uno podría sintetizar eso [diciendo]: aprendió de los errores propios, aprendió del pasado, no está repitiendo modelos cerrados.

¿Qué pasó con el modelo de la CEPAL o con el modelo neoliberal del consenso de Washington? No, yo creo que América Latina está jugando con una visión más heterodoxa tanto en lo económico como en su inserción en el ámbito mundial, es decir, está negociando mejor su presencia en el mundo globalizado.

Vayamos al capítulo de los riesgos. ¿Todo eso se puede conseguir sin una cierta unidad, sin fórmulas integradoras?

Sí y no. Digamos que hay distintas posiciones. Yo creo que Brasil sabe perfectamente, igual que sabe México, que constituyen factores muy importantes dentro de América Latina. Brasil puede convertirse el líder de América Latina, y eso Brasil lo sabe perfectamente, y creo que los gobiernos de [Luiz Inacio] Lula [da Silva], pero sobre todo el último de [Dilma] Rousseff, se caracterizaron precisamente por tratar de asumir ese liderazgo, con incluso su presencia dentro del grupo de los BRIC [Brasil, Rusia, India, China].

Brasil da pasos muy cuidadosos en ese sentido, no se lanza de golpe a liderar algún proceso específico, es muy cauteloso y juega con mucho cuidado. Con el Mercosur tiene una relación que participativa, pero a la vez no hace ningún intento por liderar o parecer que lidera Mercosur. Es crítico de la OEA [Organización de Estados Americanos], pero no es de los que socavan las bases de la OEA. En UNASUR, si lidera sería un liderazgo muy silencioso, muy cuidadoso, que casi no aparece.

Y el otro gigante latinoamericano que es México (por su tamaño de población, su economía…) me parece a mí que decidió, hace tiempo, junto con la firma del tratado de libre comercio con Estados Unidos, mirar mucho más a Norteamérica y arrastrar a Centroamérica. No es una, una mirada hacia el sur, su mirada llega solo hasta el Canal de Panamá.

Entonces, estos dos gigantes son una incógnita en este momento, ¿qué va a pasar con ellos?, ¿cómo se va a organizar América Latina: con ellos, sin ellos, a sus espaldas, juntos…?

Último riesgo: ¿puede haber retrocesos en la democracia?

Yo creo que el gran peligro para la democracia latinoamericana en este momento es el de posibles gobiernos autoritarios que vengan de la mano de liderazgos muy fuertes, asentados sobre la crisis de los partidos que, a su vez, están pagando errores del pasado.

Estamos frente al posible retorno, no del del autoritarismo antiguo sino de un autoritarismo que se viste con ropaje democrático. Ese puede ser muy peligroso porque puede ser ratificado en las urnas. Contra eso, mejoría en las condiciones de vida de los desfavorecidos, formaciones políticas verdaderamente democráticas y una práctica política no tramposa, de calidad.

* Simón Pachano estudió Sociología y Ciencias Políticas, disciplina en la obtuvo un doctorado en España. Ese campo le permitió ahondar en los problemas de democracia, calidad de la democracia, instituciones políticas, sistemas de partidos y sistemas electorales. Ha dictado cursos en Argentina, Bolivia, Perú y España. Es Coordinador del Programa de Estudios Políticos en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y estudia la democracia en las clases medias.

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