Zimbabue no avanza

  • Pese a la coalición con el principal partido opositor, Mugabe sigue teniendo un control férreo de la policía, el ejército y el poder judicial.
El primer ministro de Zimbabue, Morgan Tsvangirai | GlobalPost.
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Hace ya un año que el presidente Robert Mugabe acordó compartir el poder con su principal opositor, Morgan Tsvangirai, del Movimiento por el Cambio Democrático (MDC). Tsvangirai es ahora primer ministro y los miembros de su partido están en el gabinete y en el parlamento. Sin embargo, muchos ciudadanos aún se preguntan por los beneficios de este poder compartido.

Mugabe mantiene un control férreo de la policía, el ejército y el poder judicial. Los legisladores y funcionarios del MDC sufren arrestos mientras las reformas institucionales, la mayoría relacionadas con la libertad de prensa, han quedado bloqueadas.

"Es como vivir en una gran prisión al aire libre", afirma el columnista de un periódico local, tras una visita de una delegación de la Unión Europea. El viaje permitió a Mugabe volver a rechazar las sanciones (contra el país) y presentar la disputa con la UE como un problema bilateral, con el obstinado primer ministro británico, Gordon Brown.

Sin embargo, los miembros de la UE fueron cautos en su visita y la describieron como "exploratoria". Enfatizaron la necesidad que, al igual que hizo el presidente surafricano Jacob Zuma en agosto pasado, se cumplieran todos los aspectos de un pacto que permita realmente compartir el poder. La UE sólo se comprometerá plenamente con Zimbabue una vez que el acuerdo de reparto del poder se implemente en su totalidad, lo que "actualmente no es el caso", declaró Karel De Gucht, jefe de la delegación.

Un acuerdo vacío

Mugabe argumenta que ya lo ha hecho. Pero prácticamente todos los observadores de la situación sostienen que el acuerdo no es total. Aún no se han designado oficialmente los gobernadores provinciales del MDC, pese a que ya han sido seleccionados. Los diplomáticos del MDC reciben preparación pero no han salido en ninguna misión o representación.

Un ejemplo evidente de que Mugabe se opone a darle un trato justo al MDC es el caso de Roy Bennett, el tesorero del MDC. Mugabe se ha resistido a designarlo como viceministro de Agricultura con el argumento de que afronta "serias acusaciones". De hecho, una acusación similar contra el actual ministro del Interior fue desestimada por los tribunales hace tres años. En el caso de Bennett, el principal testigo se ha negado a declarar.

Por falsos que parezcan, los cargos contra Bennett han evitado que asuma su nuevo cargo. El impasse más emblemático del gobierno es la negativa de Mugabe de destituir a Gideon Gono, el gobernador del Banco Central, y a Johannes Tomana, el fiscal general del Estado. Ambos fueron designados sin respetar la norma que estipula que todos los altos cargos serán aprobados por los tres líderes que comparten el poder.

El grupo incluye al profesor Arthur Mutambara, el propio Mugabe y el primer ministro Tsvangirai. Mutambara, que también es viceprimer ministro, ha desatado el enfado entre los seguidores del presidente Mugabe al declarar que Zimbabue no se puede reinventar de cara a inversiones [extranjeras] mientras continúen los arrestos arbitrarios y haya ejemplos de un gobierno deshonesto.

Se veía venir

Los aliados, entre ellos EEUU, ya advirtieron al MDC hace un año que Mugabe sería un importante obstáculo para cambiar las cosas. Tsvangirai y el MDC eran conscientes de las dificultades y riesgos pero igual refrendaron el acuerdo porque no se podían permitir perder el apoyo de sus socios regionales de la Comunidad Surafricana de Desarrollo (SADC).

Ahora están atrapados en un acuerdo insuficiente y una autoridad regional que no tiene el deseo ni la capacidad de obligar a Mugabe a respetar los términos del acuerdo. El nuevo presidente de la SADC, el presidente de la República Democrática del Congo, Joseph Kabila, debe su seguridad personal a los agentes de Zimbabue que custodian el palacio del gobierno.

Mugabe intervino para apoyar el régimen de Kabila padre en 1998. Es poco probable que el hijo le diga a Mugabe lo que tiene que hacer. "Mientras el ex presidente surafricano Thabo Mbeki mantenga una política de "diplomacia discreta" hacia Harare, Kabile es inaudible", destaca Eliphas Mukonoweshuro, analista de la Universidad de Zimbabue.

Claras intenciones

En una reciente cumbre en Kinshasa, la capital de El Congo, los líderes del SADC suspendieron una discusión sobre Zimbabue, una señal del temor que inspira Mugabe, afirman los observadores. Durante meses, Tsvangirai ha intentado arreglar las cosas e incluso visitó EEUU y Europa para intentar convencerlos de otorgar ayudas al país. Sin embargo, todos se negaron con el argumento de que primero se debe restablecer el estado de derecho y el respeto por los derechos democráticos básicos.

Tsvangirai manifestó por primera vez su frustración durante un acto en Bulawayo con motivo del décimo aniversario de la formación del MDC. "No me voy a quedar de brazos cruzados mientras el Zanu-PF (el partido de Mugabe) siga infringiendo la ley, persiguiendo a nuestros miembros en el parlamento, alimentando un lenguaje de odio, invadiendo nuestras granjas productivas… y pasando por alto nuestros tratados internacionales", declaró Tsvangirai a miles de seguidores en Bulawayo.

"No me voy a quedar sin hacer nada y dejar que suceda esto". Tsvangirai fue claro en su irritación: "He hecho mi parte para promover la reconciliación en este país. Incluso después de ganar las elecciones, apoyé un acuerdo por el bien de Zimbabue. Pero no me juzguéis erróneamente, si lo hacéis es vuestra responsabilidad". Y añadió: "Queremos socios que sean sinceros, queremos socios que se comprometan con los principios de un buen gobierno. No podemos tener socios que sean unos saqueadores".

Tsvangirai declaró que consultaría con miembros de su partido sobre cómo proceder con la coalición con el Zanu-PF de Mugabe. "Iremos a verles. ¿Es un gobierno sostenible? Sóis vosotros, la gente, quienes nos daréis la dirección", declaró.Hasta que Tsvangirai no encuentre un plan más firme para confrontar a Mugabe, de 85 años, y sus generales, el líder seguirá siendo su segundón.

Pero hay algo de consuelo. Una reciente encuesta, de una universidad local, indicó recientemente que sólo un 10 por ciento de los ciudadanos votaría por Mugabe en una elección democrática. Tsvangirai aún goza de gran popularidad, pero no cuenta con una estrategia ni los medios para tratar con el astuto de Mugabe y su impecable maquinaria política.

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