¿Qué sucedió en la semana, eh?

Querido Antonio. Querido Fran.

Antonio y Fran
Antonio Rodríguez de las Heras y Francisco Ruiz Antón
B.A.

Os diré, en primer lugar, que llevo más de dos semanas intentando escribir estas palabras, que no querían o no podían salir. Estaba bloqueado y aún lo estoy. Pero no quiero retrasarlo más, necesito despedirme de vosotros, queridos compañeros.

El viernes 5 de junio fue un día tristísimo, querido Antonio, para todos los que te conocíamos y admirábamos, porque, tras unas largas semanas peleando contra el dichoso virus, nos dieron la terrible noticia de que no lo habías podido superar.

Te nos fuiste a los 72 años, demasiado pronto para alguien que, como tú, estaba en su mejor momento de lucidez intelectual y de magisterio, alguien que aportaba valiosas reflexiones todas las semanas y que tenía aún muchas más que aportar.

Y cuando aún estábamos bajo el shock de la noticia del fallecimiento de Antonio, nos comunicaron, el domingo 7 de junio, tu muerte, Fran, con tan sólo 53 años, por culpa de un cáncer que parecías haber superado, pero que volvió a dar la cara.

Si, en el caso de Antonio, ha sido una gran pérdida, qué decir del tuyo, que tenías tantos años de vida profesional y personal por delante. ¿Cómo hubieran sido esos 20, 30, 40 años disfrutando de tu compañía? Siento como si nos hubieran robado.

Antonio

A Antonio Rodríguez de las Heras le conocí hace cuatro años, cuando el destino (de la mano de Juan Zafra) nos reunió en el diario digital bez.es, que ya no se edita, pero cuya hemeroteca sigue afortunadamente disponible, con los 112 artículos que él llegó a publicar allí.

Desde el primer momento se produjo una interacción muy positiva y enriquecedora. Sobre todo, para mí, que intentaba ‘pagar’ de alguna manera con mis subrayados y comentarios a sus artículos, que él siempre agradecía con la humildad del sabio.

Me gustaba llamarle, con cariño, ‘el alefita’, porque en sus artículos desarrollaba su visión de internet como un ‘Aleph digital’. Y, tras cada artículo, continuábamos la conversación en las redes sociales; ese ‘rincón digital’ que a él tanto le gustaba.

De bez.es pasamos ambos (de la mano de Guillermo Sánchez Vega) a la sección retina de elpais.com, donde también conservan como oro en paño sus 60 artículos, y donde, por desgracia, escribió el último, porque debían haber sido muchos más.

La amistad que surgió en internet se acabó ‘desvirtualizando’ (como dicen algunos) y quedamos a comer y participamos en varios eventos juntos. Demasiados pocos. Cómo íbamos a saber que te irías tan pronto. Te hubiéramos disfrutado aún más.

Fran

Aunque mucho más joven que Antonio, a Francisco Ruiz Antón le conocía desde hacía más tiempo. Cuando él trabajaba como periodista en la Gaceta de los Negocios y yo estaba en la primera Dirección General para el Desarrollo de la Sociedad de la Información.

En aquellos tiempos, hace ya 20 años, cuando internet empezaba a ‘balbucear’ en España y tan sólo éramos 2 millones de internautas, demostró una firme apuesta y convicción por este medio, aparte de sus cualidades, profesionales y personales.

Y, como suele ocurrir en estos casos, más allá de la relación profesional surgió la amistad, que se fue fortaleciendo con el paso del tiempo, al margen de los cambios que se iban produciendo en nuestras vidas y los distintos puestos que ocupamos.

Tuve la suerte de colaborar profesionalmente con él en algunos proyectos, como el programa Google Actívate, del que se sentía muy orgulloso, o el Observatorio para el Análisis y el Desarrollo del Impacto Económico de Internet, ADEI.

Pero tengo la sensación de que esos proyectos no eran sino la excusa para poder seguir en contacto, porque la mayor suerte era vernos y hablar de nuestras cosas (hasta me recomendó y compartimos el mismo dietista para intentar bajar de peso).

Los diapasones

Más de una vez he contado la teoría que me explicó mi padre de que las personas somos como diapasones, que, al vibrar, hacemos resonar a otros diapasones en la misma frecuencia de onda (vibración simpática).

Por eso hay que ser uno mismo, para reconocer a los tuyos. Y no fingir lo que uno no es, para no engañar ni hacer resonar a otros, con los que no hay una verdadera afinidad, por lo que, más temprano que tarde, llegarán las decepciones.

Siempre digo que, en realidad, tanto en la vida física como, sobre todo, en internet y, especialmente, en las redes sociales, no se ‘conoce’ gente, se ‘reconoce’ gente. Reconoces a ‘tu’ gente, a la que vibra y resuena en tu misma frecuencia de onda.

A Antonio le reconocí en la red y ‘traspasamos’ nuestra amistad al entorno físico. A Fran le reconocí en persona y mantuvimos durante 20 años nuestra amistad con ocasión -o con la excusa- de internet y gracias a las comunicaciones electrónicas.

Sólo espero que las buenas ondas y buenas vibraciones de ambos permanezcan, no sé si en el espectro radioeléctrico o en el ciberespacio (ese no-lugar sin tiempo) pero, sin duda, dentro de todos los que les hemos conocido y querido.

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