OPINION

¡Resistiré!... ¿Y luego qué?

Coronavirus limpieza
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Europa Press

Estos días de lucha contra el coronavirus y de confinamiento en casa se ha vuelto a poner de moda, para cantarla como un himno tanto en los hospitales como en los balcones, la canción del Dúo Dinámico 'Resistiré', compuesta por el periodista y compositor Carlos Toro y que fue publicada en 1988, tras la reaparición del grupo, e incluida en la banda sonora de la película de Pedro Almodóvar '¡Átame!' (1990).

Parece ser que “la canción nació (en el otoño-invierno de 1987) de una llamada de Manuel de la Calva, miembro del dúo, a su viejo amigo Carlos Toro: "Me llamó con su eterno entusiasmo para decirme que tenía una idea para una canción. Le había impactado una frase escuchada a Camilo José Cela: "El que resiste, gana". "Quería que compusiésemos algo en esa dirección", cuenta el propio Toro.

Y parece ser, también, que esta canción “ayudó al propio autor de la composición musical, Manuel de la Calva, cuando, en 2007, le diagnosticaron un avanzado cáncer de colon, del que se libró milagrosamente: Me acordé de nuestra canción y me identifiqué en aquellos malos momentos con lo que cantábamos en 'Resistiré'. Aquello me animó y me hizo sentir capaz de poder con todo".

El famoso estribillo dice: "Resistiré, erguido frente a todo. Me volveré de hierro para endurecer la piel.Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte, soy como el junco que se dobla, pero siempre sigue en pie. Resistiré, para seguir viviendo. Soportaré los golpes y jamás me rendiré. Y aunque los sueños se me rompan en pedazos, Resistiré, resistiré".

Más allá de que el mensaje parece un poco contradictorio (“volverse de hierro para endurecer la piel” y “ser como el junco que se dobla, pero siempre sigue en pie”, no parecen cualidades muy compatibles, salvo, quizás, en algunos nuevos materiales como el grafeno), y que la canción parece que se refería a los reveses del amor, merece la pena, creo, hacer una breve reflexión sobre la “virtud” de la resistencia.

La resistencia como virtud

Según el Diccionario de la Lengua Española, la resistencia es la “acción y efecto de resistir o resistirse” o la “capacidad para resistir”. Y, también, el “conjunto de las personas que, generalmente de forma clandestina, se oponen con distintos métodos a los invasores de un territorio o a una dictadura”. Acepción, ésta última, que se popularizó durante la Segunda Guerra Mundial, frente a las ocupaciones.

En Física, la resistencia es la “fuerza que se opone a la acción de otra fuerza”. En electrónica, es un “elemento o dificultad que opone o se intercala en un circuito para modificar el paso de la corriente o para producir calor”. Y en mecánica, es la “fuerza que en una máquina dificulta su movimiento y disminuye su efecto útil; por ejemplo, el rozamiento”. Y en general es la “renuencia a hacer o cumplir algo”.

Por lo tanto, lo primero que cabe preguntarse es si la resistencia es, en sí misma, una virtud. Si bien es cierto que tiene algunas acepciones positivas, como cuando se habla de la resistencia de los materiales (capacidad de los sólidos para soportar tensiones sin alterarse), la resistencia fisiológica (cualidad para aplazar la fatiga) o las carreras de resistencia (atletismo, ciclismo, motociclismo o automovilismo).

‘Resistencia’ viene del verbo latino ‘resistere’ (mantenerse firme, persistir, oponerse reiteradamente sin perder el puesto), compuesto de re- (intensificación, reiteración) y el verbo ‘sistere’ (establecer, tomar posiciones, asegurar en un sitio, no moverse), formado a partir del verbo ‘stare’ (estar en pie), por la reduplicación de la raíz para intensificar su significado. Así que -en origen- tenía un significado de inmovilismo.

Ahora bien, resistir por resistir no tiene mucho sentido, ni en el sentido inmovilista originario, ni siquiera en una carrera de resistencia. Ni levantarse después de caer, ni tampoco la tan de moda resiliencia. Sólo merece la pena si resistes, te levantas de una caída y te recuperas de una situación adversa para salir fortalecido y mejor, tras haber aprendido algo. No para caer en los mismos errores que antes.

Saldremos de ésta… ¿mejores?

El pasado lunes se publicó en 'elconfidencial.com' un interesante artículo de Daniel Arjona, titulado: “No digas: saldremos de ésta", en el que once filósofos españoles daban consejos para resistir en estos duros momentos de confinamiento en casa y de lucha contra el coronavirus. Me parecieron especialmente sugerentes las dos últimas reflexiones que hacían Ernesto Castro y Jorge Fernández Gonzalo.

También me gustó mucho la cita a Jorge Riechmann, quien, en su “pentalogía de la autocontención” aconseja: “aprende a contenerte a ti mismo” y “aboga por un 'ecologismo descalzo', entendiendo que sólo se podrá hacer frente a los desafíos ambientales y sociales del futuro mediante la rebaja de nuestras expectativas de consumo, viaje, etc.”

Quiero añadir mis propias reflexiones, a las que llevo dando vueltas mucho tiempo, pero que se han intensificado estos días: cuando un organismo está enfermo (por ejemplo, por un virus), lo primero que hace para sobrevivir es bajar sus constantes vitales, para que sus defensas se concentren en luchar contra la enfermedad. Eso debemos hacer en este confinamiento y darnos cuenta de las cosas importantes.

Estoy de acuerdo en que esta crisis no es (sólo) sanitaria. Es más, el coronavirus parece el contraataque (o la defensa) de una Tierra enferma por culpa del virus de la Humanidad. Debemos aprovechar este tiempo para reflexionar y darnos cuenta de que no necesitamos tantas cosas para vivir. La economía no puede basarse en un crecimiento irresponsable, derivado de fomentar un consumismo exacerbado.

Por todo ello, en estos momentos, aprovechemos el confinamiento para reflexionar, para bajar las constantes vitales, para consumir menos, para contaminar menos, para disfrutar de la compañía de los que tenemos a nuestro lado y echar de menos a los que no lo están para disfrutarlos luego. Para darnos cuenta de cuáles son las cosas importantes de la vida… Salgamos de ésta, pero mejores.

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