¿Qué pasó en la semana, eh?

Los Reyes Magos existen... mientras creas en ellos

Reyes Magos
Reyes Magos
EFE

Cuando mis hijos me preguntaron si los Reyes Magos existían, zanjé el asunto de forma contundente, diciéndoles: "Los Reyes Magos existen... mientras creas en ellos. Cuando dejas de creer, dejan de venir". Se acabaron las preguntas y éste es el día en que, 20 años después, ¡siguen creyendo en ellos a pies juntillas!

Algunos dirán que mi respuesta fue una ‘manipulación’ o un chantaje emocional y que la fe de mis hijos no fue un acto de auténtica fe, sino de una fe interesada. Pero una ‘manipulación’ es cuando intentas aprovecharte de otro en tu beneficio y no cuando haces algo por su bien. Y todo acto de fe se hace porque te interesa: quieres creer en algo o en alguien porque necesitas creer y porque esperas algo.

Pero es que, además, no les mentí. Los Reyes Magos existen, si crees en ellos. Existen como concepto, como creencia, como tradición. Y todos los que creemos en ellos hacemos posible su existencia, participando como ‘ayudantes’ o pajes. Igual que se puede creer en los ángeles. No necesariamente en seres con alas, sino en que todos podemos actuar como tales, en algún momento, para alguien.

Los regalos que me hubiera gustado que les trajeran a mis hijos

Un año más los ayudantes o pajes de los Reyes Magos las han pasado canutas para encontrar regalos que les podían hacer ilusión a mis hijos, porque cada año que pasa es más difícil acertar: tienen de todo y sus Cartas a los Reyes Magos son de cosas muy difíciles de encontrar o que van más allá del presupuesto. ¡Cuánto se echan de menos aquellas cartas en las que tan sólo pedían juguetes!

Pero, aunque un año más los Reyes Magos hagan su magia y consigan acertar con los regalos que les pueden hacer ilusión (dentro de un orden y presupuesto), uno se queda con la sensación de que no son ésos los regalos que a ti te hubiera gustado que les trajeran, porque no son cosas materiales las que más necesitan, en estos momentos de sus vidas, unos chicos que están en la década de los 20.

Estas Navidades una conocida empresa de embutidos hizo, como otros años, una campaña de publicidad muy ingeniosa, en la que planteaba cuál era el mejor legado -o la mejor herencia- que les podíamos dejar a las generaciones futuras. Y yo también me lo pregunto, no como un legado o herencia en un testamento, para cuando ya no pueda verlo, sino como un regalo de reyes para aquí y ahora.

Los millennials y la generación Z

Esta semana se publicaba en este mismo medio un artículo titulado "Exceso de expectativas: el problema que impide a los jóvenes encontrar trabajo", en el que la directora general de una compañía especializada en ‘reclutamiento’ afirmaba que "el exceso de ambición en las negociaciones es uno de los grandes frenos que dificultan la entrada de los jóvenes de la 'Generación Z' al mercado laboral".

Aparte de que no hay un acuerdo unánime sobre cuándo termina y empieza cada generación (boomers, generación X, generación Y o millennials y generación Z), es un hecho que la actitud de los jóvenes ante el mercado laboral ha cambiado y que esa actitud se interpreta por algunos como una falta de ganas de trabajar o unas expectativas demasiado ambiciosas para lo que pueden aportar.

Pero no es menos cierto que las expectativas de vida que tienen son muy duras: unos trabajos y sueldos precarios, que no les permiten independizarse porque los alquileres están cada vez más caros y la compra de una vivienda está fuera de su alcance. Y, si algún día pueden llegar a hacerlo, será con el agua al cuello, viviendo sólo para trabajar y sin la posibilidad, siquiera, de plantearse tener hijos.

Coraje y esperanza

Decía la mencionada campaña de publicidad que el mejor legado que podíamos dejar a las generaciones futuras era el coraje. Pero mucho me temo que no es suficiente, si no hay esperanza. Muchos hablan de que los jóvenes actuales no tienen la misma cultura del esfuerzo y del sacrificio que tenían las generaciones anteriores, aunque eso es algo que dicen todas las generaciones de las nuevas.

Pero uno tiene coraje, se esfuerza y es capaz de hacer todo tipo de sacrificios, si ve que todo eso sirve para algo, que merece la pena y que al final del túnel hay una luz. Pero es muy duro pedirle eso a quien sólo ve un futuro muy negro. Por eso no me parece justo culpabilizarlos y hacer un análisis simplista del tema, porque nuestra responsabilidad es que vean esa luz y tengan esa esperanza.

Por eso, lo que realmente me gustaría que trajeran los Reyes Magos a mis hijos, a mis alumnos y a todos los jóvenes (millennials y de la generación Z), no es sólo coraje, sino esperanza en que las cosas pueden cambiar, y confianza en ellos mismos para cambiarlas, porque el futuro será lo que vosotros queráis que sea. Y nosotros, los boomers y padres de la generación X, estaremos para ayudaros.

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