OPINION

¿Y por qué no un gobierno de JuntsxCat y Ciudadanos?

Si alguien creía que, en las elecciones del 21-D, los catalanes iban a dejar de pensar como pensaban, se equivocaba. Se han producido trasvases de votos entre partidos, pero los bloques están, más o menos, como estaban.

El resultado es una sociedad dividida. Está claro que los independentistas han ganado en número de escaños, pero no en número de votos. Es más, respecto a las anteriores elecciones autonómicas han perdido escaños y porcentaje de votos.

Por eso, cuando Puigdemont dice que estas elecciones autonómicas han sido la confirmación del referéndum ilegal del 1-O, sabe que miente, porque, si hubiera sido un referéndum, hubiera perdido el voto independentista.

¿Y así hasta cuándo?

¿Y así hasta cuándo? ¿Se trata de ganar este “pulso”, en la sociedad catalana, por agotamiento? Es verdad que no hay mal que cien años dure, pero tampoco hay Sociedad que lo resista.

Cataluña no puede estar así más tiempo. Sobre todo, porque, mientras se pone el foco en el monotema del ‘independentismo, sí o no’, los problemas cotidianos de la sociedad y de la economía catalana se agravan.

El deterioro de la economía catalana y la sangría de empresas y de inversiones que se van de Cataluña, aumentará en un escenario de incertidumbre económica y de inseguridad jurídica.

¿Dónde está el nacionalismo moderado?

Lo malo es que, los que deberían poner freno y sensatez en esta “huida hacia delante” (o más bien, “hacia el desastre”) tienen intereses de partido e incluso personales para no hacerlo.

Son muchos los que piensan que algunos dirigentes de CiU se pusieron al frente del independentismo para tapar la corrupción (personal y del partido) y ahora ya no pueden abandonar esa posición por su ‘delicada’ situación con la justicia.

Pero no es creíble que, entre los herederos de CiU, no haya gente sensata que no se haya dado cuenta de la imposibilidad de la vía independentista y que no vea que hay que volver al nacionalismo moderado.

Seguramente eso sólo sea posible con un cambio de personas. Porque los que han llevado a CiU y a Cataluña a la situación desastrosa en la que están ahora, no pueden ser los mismos que las saquen de ella.

Por otra parte, en algún momento va a haber que hacerlo, porque los candidatos electos que están en la cárcel o huidos de la justicia española tendrán que dejar sus escaños a otros, si no quieren perder votaciones en el Parlament.

¿Y por qué no un gobierno de JuntsxCat y Ciutadans?

Sé que puede parecer una locura, pero ¿por qué no un gobierno de JuntsPerCat con apoyo de Ciutadans? Los primeros podrían recomponerse como partido, con el compromiso de ‘aparcar’ el separatismo y volver a un nacionalismo moderado (al constatar que no se dan las circunstancias necesarias para la independencia, pero sin renunciar a ella), y podrían abordarse los problemas cotidianos del país.

Si nos olvidamos del independentismo y de la estrategia frentista, está claro que en las pasadas elecciones del 21-D el centro-derecha ha ganado a la izquierda, lo cual sería una buena base, en un país normal, para abordar los problemas de la economía catalana. Se habló antes de las elecciones de un posible gobierno “transversal” de izquierdas, pero nadie habla de un gobierno de centro-derecha.

Dicen algunos independentistas que lo son, no por un odio a España, sino por su desacuerdo con la gestión de los gobiernos de España. Bien, pues un pacto JuntsxCat -Ciudatans permitiría, en un momento de debilidad del PP (no sólo en Cataluña, sino a nivel nacional), influir decisivamente en Madrid para abordar esas cuestiones que han producido tanta ‘desafección’ entre muchos catalanes.

Bon Nadal

No quiero terminar estas líneas sin desear a todos los lectores una Feliz Navidad y quiero hacerlo este año con un villancico catalán que aprendí de niño y cantaba en el coro del Colegio: “Vint-i-cinc de desembre” (fum, fum, fum).

Dice la letra: “Déu nos do unes santes festes” (Dios nos dé unas santas fiestas). Pero, al final, sólo tendremos ‘la fiesta en paz’, si ponen de su parte los hombres (y mujeres) ‘de buena voluntad’.

Hay una estrofa de la letra original que ya no se canta y que decía: “Qui dirà més gran mentida? fum, fum, fum” (¿Quién dirá la mentira más grande?), que parece hace referencia a un juego, alrededor del fuego, en las frías noches de invierno.

Creo que ya es hora de que se acabe con este juego de mentiras y fabulaciones, de relatos y narrativas, y las dos Cataluñas (porque el 21-D ha demostrado que no hay un solo pueblo) se pongan a trabajar, codo con codo.

A ver si en los próximos días se desvanece el humo de los discursos incendiarios y el único que hay es el de los dos pastorcitos, que “arropaditos, arropaditos, con la piel y la zamarra, comen (juntos y en paz) huevos y butifarra”.

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