OPINION

El morbo nacional de 'La isla de las tentaciones', un reality por y para el 'edredoning'

Estefanía, la isla de las tentaciones
Estefanía, la isla de las tentaciones

Amor, deseo, sexo... Son ingredientes habituales en todo reality, pero no siempre se dan de la manera más propicia para enganchar en la audiencia. A veces, los romances van muy lentos, los concursantes se reprimen, piensan en sus parejas de fuera... Y pasan días y días hasta que llega el conflicto del culebrón.

Por eso, 'La isla de las tentaciones' es un reality tan terrible como adictivo. Su éxito radica en unas tramas que se construyen con el morbo que genera ver cómo se rompen parejas. Y todo gira en torno a esto desde el primer momento. Es un reality por y para el 'edredoning'. El programa busca la infidelidad y la maneja para manipular a los concursantes, mientras el espectador se siente superior a las cobayas del show. Observando, criticando y hasta desternillándose de sus contradicciones. 

Porque 'La isla de las tentaciones' juega con los comportamientos más básicos, de los concursantes y también del propio público, que cae en la trampa de una apisonadora de clichés del amor tóxico, dependiente y superficial, que fluyen a sus anchas en las personalidades de participantes muy maleables televisivamente hablando. Están dispuestos a todo por no decepcionar a quienes han confiado en ellos para salir por la tele. Estos, a buen seguro, les han prometido fama, cientos de miles de seguidores en Instagram, bolos en discoteca y posibilidad de otros futuros realities en Mediaset.

Y, como está enteramente grabado, 'La isla de las tentaciones' se permite contar con lo mejor de un reality y lo que más engancha de una serie a través del montaje. Aquí no hay tiempos muertos ni gente aburrida durante largas horas. Los programas son capítulos que nos resumen lo más vibrante de lo que ocurre en esas villas dejando la historia en alto, siempre con un cliffhanger (en español, momento culminante) y un adrenalítico avance de lo que vendrá, que a su vez también cuenta con sus propios cliffhangers. El ya famoso grito de 'Estefanía', que tanto se ha reproducido por las calles de España, es un ejemplo. El novio corre al resort donde están las parejas chicas gritando su nombre para intentar recuperar a su amor. De esta forma, se cerró la emisión con una intensidad melodramática que dejaba con ganas de mucho más. Como "Lost" pero con cuernos. 

Aunque esta estampa no es original de la versión española de 'La isla de las tentaciones'. Ya la versión italiana vivió un acontecimiento similar, con un participante intentando correr a la otra villa en busca de su amada.

Los patrones de comportamiento básico se repiten hasta en las distintas franquicias del show con protagonistas que, además, son clónicos, no representan ninguna diversidad social y se quedan en una batalla de cuerpos que buscan caber en el mismo molde. Pero a Mediaset, estos perfiles le vendrán bien como cantera de celebrities nuevas que pasarán directas a sus realities estrella, como Supervivientes o (si vuelve) GH VIP.

'La isla de las tentaciones' ha traído de vuelta la fórmula de aquel 'Confianza Ciega' de Antena 3, que a su vez ya bebía de este formato internacional que lleva años triunfando en otros países como 'Temptation island'. La infidelidad en un aspiracional resort paradisiaco. Y un filón que, a buen seguro, Mediaset explotará en futuras ediciones, aunque su éxito solo sea un constante recuerdo de lo elementales y morbosos que seguimos siendo como audiencia.

Borja Terán.

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