OPINION

El problema de fondo que define la progresiva decadencia de Telecinco

Jorge Javier Vázquez en el pasillo a 'Gran Hermano 18'
Jorge Javier Vázquez en el pasillo a 'Gran Hermano 18'
Jorge Javier Vázquez en el pasillo a 'Gran Hermano 18'
Jorge Javier Vázquez, uno de los rostros más populares de Telecinco.

“Que hablen mal de uno es espantoso, pero hay algo peor: que no hablen”, decía Oscar Wilde. Y, en los últimos años, Telecinco ha llevado esta frase célebre hasta las últimas consecuencias. Tal vez sabían que, en el fondo, les beneficiaba el ruido social, aunque fuera negativo en muchas ocasiones.

El canal principal de Mediaset estaba en boca de todos y contaba con una presencia constante en medios de comunicación, redes sociales y corrillos de patio de vecinos que ya querrían otros canales.

Para bien o para mal, Telecinco nunca pasaba inadvertida y, por un asunto u otro, era noticia casi a diario. No creaba indiferencia, sus controvertidos y agresivos contenidos en realities y programas de entretenimiento generaban titulares, dilemas a veces morales y una conversación en la calle que despertaba un (indiscreto) interés extra por una programación que siempre contaba con el vuelco de guion adecuado.

Y ahí surge el problema que sufre Telecinco desde hace bien poco: el público parece inmune a su oferta de contenidos, que ya ni siquiera indigna a un sector de la sociedad. Hasta ahora, Telecinco contaba con enormes cantidades de detractores. De hecho, hasta estos detractores gastaban mucho tiempo y energías en opinar sobre el canal de Mediaset, lo cual era fuente de titulares y polémicas, pero su fórmula de programación ha empezado a ser tan repetitiva y poco sorprendente que ni interesa demasiado debatir sobre lo buena o mala que es su parrilla. Simplemente es ignorada más que nunca.

La audiencia está inmune con la programación de Telecinco y eso es lo peor que le podía pasar a la cadena. Sus críticos han asumido sus contenidos y estos ya ni crispan lo suficiente, frenando ese debate que antes atraía espectadores curiosos más allá de la audiencia habitual. Este hecho, como secuencia, define que se está agotando un modelo de contenidos basados en el cuore y la pelea de la tele-realidad más básica.

Telecinco mantiene una estructura de programación consistente, basada en unos pilares de programación en directo bien definidos, lo que permite al canal mantenerse como líder de audiencia con un público de base muy fiel. Pero el canal de Mediaset también debe cautivar a otros públicos con contenidos que sean atractivos para una población que busca algo más que debates y tramas prefabricadas en decorados con dos mesas, tres sillas y cuatro paneles de fondo.

La televisión consiste en asombrar con creatividad y evolución, no en quedarse estancada siempre en el mismo bucle de conflictos. Un bucle que ya no asombra ni molesta porque, sobre todo, cuesta creerse algo que venga de sus programas y pasillos. Uno de sus últimos intentos de polémica fue, por ejemplo, anunciar un supuesto despido de Terelu Campos y Lydia Lozano de Sálvame. Nadie, bueno, casi nadie se lo creyó y resultó ser lo que la mayoría esperábamos: otro intento de trama continua del propio Sálvame que no ha ido a ninguna parte.

Ahora mismo, la debacle de repercusión de la actual edición de Gran Hermano -que acaba hoy- puede ser un toque de atención puntual o algo aún peor: la punta del iceberg de una crisis más general. No le vendría mal a la emisora principal de Mediaset apuntar hacia ciertos indicios de reinvención. O, quizá, devanarse los sesos para que sus detractores vuelvan a odiar sus programas con el mismo ímpetu con el que lo hacían antes. Lo que sea con tal de evitar la progresiva indiferencia.

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