OPINION

'Lo de Évole' y sus cuatro (sutiles) destrezas en el retorno a La Sexta

Lo de Évole
Lo de Évole

El programa 'Cuerda de Presos' no tuvo audiencia porque eran tan crudos sus testimonios que a la audiencia de los noventa le incomodaba verlo. Pero Jesús Quintero nunca tuvo excesivo miedo a la audiencia, prefería comprender aquello que obsesionaba su existencia. Comprender, una palabra en desuso. Y lo hacía incorporando con destreza las narrativas audiovisuales de la época. No tenía grandes medios técnicos, pero sí entendía la liturgia teatral de la televisión. Con sus silencios, claro. Y con sus oscuridades intimistas, también.

Jordi Évole en su retorno a La Sexta tras 'Salvados' ha intentado coger el testigo de Quintero. O mejor dicho: ha osado en compartir el testigo de Quintero. Este nuevo formato se diferencia de 'Salvados' en que será una tira temática. Por ahora, en prisiones. Después, pinta que ya veremos. Y el primer programa ha introducido con destreza al espectador en la atmósfera que demanda un prime time de una competitiva noche dominical. Para ser más exactos, con al menos cuatro destrezas.

DESTREZA 1. Un objetivo narrativo

Como en aquel 'Cuerda de Presos', el contenido del programa ha vuelto a ser complicado para la audiencia de masas. El estreno no tenía ningún anzuelo de invitado golpe de efecto más allá que la próxima semana esta Junqueras. Pero el equipo sí que ha sabido dibujar una trama para captar el interés del espectador. En televisión, la historia periodística no es incompatible con puntos de suspense. Y así 'Lo de Évole' ha marcado en el ojo del espectador la expectativa de si finalmente el periodista se encontrará (o no) con Jesús Quintero y su aureola mitificada gracias a que no se prodiga mucho, claro.  Todo nos iba llevando hacia allá...

DESTREZA 2. Los contextos

Y en ese viaje, el programa planifica un buen guion, cosa que se olvida mucho en televisión. Ya lo decía Chicho: la mejor improvisación es la que está muy ensayada.  Y lo remata con un excelente montaje, enmarcando el recorrido de Évole con la sutileza artística que no confunde ritmo con prisa. Tan importante. Por ejemplo, si bajan en busca de Quintero: no corren con fanfarrias a la puerta de su casa y llaman al telefonillo, que sería muy evidente y muy visto. Primero sumergen al espectador en el retiro del mítico periodista. Con Évole en la playa por la quizá pasea Quintero. Con el sonido ambiente de esa playa, con una fotografía exquisita. Se enfoca el carácter de todo el relato con sensibilidad visual. Incluso, en ocasiones, atreviéndose a esa oscuridad que temen muchos directivos de la tele cuando, en realidad, la oscuridad puede ser muy luminosa.

Se enmarca la situación y, sorpresa, el presentador de La Sexta aparece en la acera de enfrente de la casa del 'Loco de la Colina, llama a su teléfono, contesta y el 'Loco de la Colina' termina saliendo. Es más, se abrazan y se introducen en casa. Pero la cámara no se acerca. No se acerca. Está medido. Ahí acaba el primer capítulo. Así, el suspense continúa. Y continúa con un momento álgido emocional de apoteosis. Con un cliffhanger, vamos, que dicen los seriéfilos. De hecho, para potenciar ese cliffhanger, tras cerrarse la puerta de la casa, aparece sobreimpresionado a toda pantalla el nombre del programa. 'LO DE ÉVOLE'. Como en una película.

DESTREZA 3. Libre de rótulos

Ojo, cuidado, ese gran título final con el que se cierra el episodio es el único gran título. El programa huye de rótulos que sobreexplican. Ninguno. El espectador echa en falta el apunte que ayuda a entender quién está hablando. No sale su nombre y descripción. En tiempos de excesiva contaminación visual, 'Lo de Évole' apuesta por la desnudez de cartelería en emisión. Esta decisión favorece el clima que busca el formato: una inmersión en cárceles, donde te despojan de los egos. Nadie recalca al espectador quién es quién. 

DESTREZA 4. La empatía

El estreno de 'Lo de 'Evole' arranca con un encuentro en casa de los padres del periodista. Una conversación cotidiana en el comedor, con esa costumbrista televisión al fondo que sintoniza TV3 y no La Sexta. La realidad manda. No las dinámicas empresariales. Ahí el presentador empieza a explicar sin explicar en qué consiste este nuevo invento. Y el modus operandi se repite durante todo el programa. Acierto: se implica al público en las dificultades que esconde cada gestión de conseguir una entrevista. Se humaniza a la estrella del periodismo. Porque, tal vez, Évole no es estrella del periodismo. No necesita plató. Está en la calle. Y el hilo conductor es la dificultad que se van a encontrar realizando este programa.  Manejando muy bien los silencios, incorporando con astucia los imprevistos (as usual) , no dejando de grabar porque todo quizá se pueda aprovechar para explicar los matices que definen las situaciones. Y sus dilemas.

Porque, como hace tres décadas, entrar a las cárceles no será fácil para el espectador. Y en los noventa aún "los presos podían ser tratados como personas", dice Juan Alberto Belloch. Ahora menos. O eso parece en tiempos de ruido y furia politicomediática. Pero 'Lo de Évole' es lo contrario al ruido y la furia: es el periodismo televisivo valiente que se atreve incluso a romper con las tendencias imperantes hasta crear tendencia reinante. 

Borja Terán.

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