OPINION

Lo que tienen que aprender los shows de corazón del pionero 'Qué me dices'

Belinda, Chapis, Qué me dices
Belinda, Chapis, Qué me dices

Hace 24 veranos en Telecinco destacaba un nuevo formato a la hora de la sobremesa. Incluso logró puntualmente adelantar en audiencia al entonces indestructible Telediario de La 1. Desde ese momento, los informativos empezaban a incluir noticias con mayor carga de entretenimiento al final de cada edición.

Había nacido ¡Qué me dices! El título ya presagiaba que no era un programa de crónica rosa como los que venía acostumbrando la televisión de los noventa: mucho corasón, corasón pelota, trascendente y con nula capacidad crítica. Bueno, algunos programas que se mantienen en parrilla por inercia siguen así. Véase 'Corazón' de TVE.

En ¡Qué me dices!, en cambio, se rompía con los clichés de la revista ¡Hola! a través de una mirada cargada de sano humor, que derribaba mitos, huía de las informaciones cortesanas y creía en la comedia. Porque hasta con el cuore se puede hacer comedia.

Pero, además, abría un inspirador camino en el tratamiento de este tipo de contenidos. Para empezar, no contó con presentadores pitiminí y apostó por la grandeza de los raros de la clase, que siempre hacen la tele más especial. Así se formó una extraña pareja de presentadores con la todoterreno Belinda Washington y Chapis, que casi ni se le entendía, pero daba igual, juntos, transmitían.

Objetivo logrado: el formato no se parecía a nada, pero además estructuró con inteligencia el tono de su contenido. Desmontó todos los protocolos de las revistas del corazón para reírse del grueso de la crónica del cuore, una información que nunca hubo que tomársela demasiado en serio. Lo consiguieron con unos vídeos que contaban los cotilleos con una maquiavélica ironía, donde la locución, el montaje y la sonorización (con selecciones musicales disparatadas). Algo que entonces no era nada habitual.

Pero había otro factor más. Los personajes protagonistas del programa estaban bien planteados. Hasta los redactores. Así, las presentaciones de Belinda y Chapis eran arropadas por un ruido con nombre reconocible para la audiencia: la ‘Cla’. A ella, el programa se refería constantemente y no era más que el equipo detrás de las cámaras animaba la emisión con un desenfadado jolgorio que desengrasaba el formato. No basta con unos tertulianos hablando de famosos o unos presentadores dando paso a vídeos desde una escenografía intercambiable que no cuenta nada, hay que definir un universo creativo. ¡QMD! lo hizo desde un decorado de oficina colorista digna de telecomedia. 

La sombra de ¡Qué me dices! sigue influyendo en nuestros días. Hasta se fundó una revista que sigue funcionando y que causó tendencia en el mundo editorial de este tipo de publicaciones. Evidenció que el corazón era mejor si se relativizaba sin la pomposidad de antaño. Una mentalidad que ya la aportó TVE a principios de los ochenta con el surrealismo de 'Bla bla bla', tan por delante de su tiempo, pero que después se fue perdiendo.

Después llegó 'Aquí hay tomate' y continuó la estela, pero la travesura bromista se perdió para caer en el atajo del morbo rompeaudiencias. Pero, con el tiempo, está quedando en evidencia que la esencia de ¡Qué me dices' es más infalible. Porque el ingenioso humor siempre gana al morbo facilón. Aunque no lo parezca.

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