OPINION

Tres escenarios de pesadilla para que los españoles entiendan los impuestos

La campaña de la Renta está terminando. No me resisto a poner tres ejemplos para que los españoles entiendan la filosofía de los impuestos.

¿Cómo pesan en nosotros? ¿Tenemos conciencia de ello? Creo que muy poco. Los españoles usan los servicios del Estado, desde carreteras hasta hospitales, pensando que vienen del cielo, que son un regalo de la Providencia.

Ahora imaginemos esto:

1. En la ventanilla. A fin de mes, la empresa nos paga nuestro sueldo bruto, es decir, sin deducirnos los impuestos. Entonces, nos vamos a una oficina de Hacienda y nosotros entregamos un sobre con dinero en efectivo. Ese sobre contiene la cantidad exacta que antes nos detraía la empresa.  Imaginen: ganamos 1.000 euros y entregamos 200 0 300 euros a Hacienda. ¿Qué cara se nos quedaría al ver cómo el funcionario recoge el sobre con una sonrisa y lo tira en una caja  donde dice "contribuyentes"? "Siguiente por favor".

2.  Los meses en blanco. Dado que desde un 20% a un 50% de nuestro salario se van con los impuestos directos, imaginemos que acordamos lo siguiente. Pasar dos, tres hasta seis meses trabajando como mulas y sin cobrar. Esa sería la cantidad de días que trabajamos "gratis" para el Estado. ¿Qué tal sentaría luego pasar junto a una autopista vacía, una escultura pública disparatada o un auditorio Michael Jackson en Fresno de Torote? ¿En eso se gasta la pasta?

3. El bolsillo que se vacía (Mi preferida). Supongamos que cobramos todo nuestro salario bruto. Lo tenemos en el bolsillo. Entonces, cuando vamos a conectar TVE, tenemos que meter los billetes en una maquinita para financiar a lso 4.000 empleados. Luego, al llevar a nuestros hijos al cole público, pagamos a los profesores, los materiales, las instalaciones. Seguimos caminando y pasamos junto a un Ministerio, Parlamento, Senado, Ayuntamiento e institución pública. Sacamos de nuestro bolsillo la cantidad equivalente para mantener a los 3 millones de funcionarios. Vamos a un banco rescatado, y sacamos el bolsillo para sufragar su agujero. Al pasar junto a una empresa, entramos y le damos unos euros gratis, que son las subvenciones que antes recibía del Estado, y ahora de nuestro bolsillo. Y ahora viene lo mejor: vamos al hospital. El médico nos pasa consulta. Le pagamos, claro. Pagamos a médicos, enfermeras, aparatos quirúrgicos, operaciones, etc. Al salir, vamos a una farmacia con la receta y pagamos lo que cuesta en realidad.  Y cuando llega el recibo de la luz, abonamos el coste de financiar la energía eólica, la supresión de la energía nuclear, el transporte a las islas canarias y Baleares, y el déficit de tarifa (que algún día explicaré si lo descifro). ¿Qué tal nos sentiríamos al saber lo que cuesta todo de verdad?

En fin, este ensayo no es para eliminar al Estado. Creo en los colegios públicos, los hospitales públicos y hasta la televisión pública. Creo en los impuestos.

Pero también deseo que los españoles sepan lo que cuestan los servicios del Estado. Y que antes de gritar en defensa de la cosa pública "en todo su esplendor", supieran que ellos la pagan (no los alemanes). Si esa institución, colegio u hospital pierde dinero, es el contribuyente quien lo sufraga través de los impuestos.

(Dedicado a Luis Infante, la persona que me sugirió la idea)

 @ojomagico

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