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El círculo virtuoso de la mala reputación

Un persona vestida de oso polar con una pancarta de Greenpeace se manifiesta por un cambio de modelo energético,, a 12 de noviembre de 2022, en Madrid (España). Bajo el lema de ‘Justicia Climática y energética Ya. Exigimos Acción’, CCOO Madrid y Alianza por el Clima han convocado esta protesta para reivindicar un cambio de modelo energético coincidiendo con la 27 Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP 27), que se celebra en Egipto del 6 al 18 de noviembre. Gustavo Valiente / Europa Press 12/11/2022
Un persona vestida de oso polar con una pancarta de Greenpeace se manifiesta por un cambio de modelo energético en Madrid. Gustavo Valiente / Europa Press
Europa Press

Con la COP 27 apurando sus últimas horas las esperanzas de un acuerdo significativo decaen. Incluso se teme que veamos un paso atrás y que, en la declaración final, la ambición en materia de control del calentamiento global se quede en los 2 grados para 2050 y no los 1,5, por los que aboga el Acuerdo de París.

Aunque sin presión gubernamental la descarbonización será más lenta, es un camino complicado de desandar porque ya ha cruzado la puerta de la dirección financiera de las empresas cotizadas y va a ser una cuestión fundamental de marca; mucho más que una estrategia de comunicación. En ello, el escrutinio público contra el greenwashing (muy vilipendiado en esta edición de la conferencia climática) es una herramienta muy poderosa para forzar la transición. Especialmente cuando están implicados los señores del dinero -los bancos- que son objetivos fáciles contra los que disparar cuando surge una alerta reputacional.

Si bien el activismo climático siempre exige más (a veces demasiado si analizamos de dónde venimos), la alegría con que las empresas se comprometieron a ser neutras en carbono los meses previos a la celebración de la COP 26 el año pasado complica mucho dar marcha atrás -a pesar de la guerra- y asumir el sambenito de haber dado la espalda a la lucha contra el cambio climático. Y si los bancos o los grandes inversores no se descomprometen, son muchos los sectores que irremediablemente tendrán que transitar para no verse obligados a buscar financiación fuera de los círculos habituales.

Coincidiendo con la COP 27, la banca integrada en la Net Zero Banking Alliance (NZBA) ha hecho público un compendio de compromisos climáticos. 60 de sus miembros (los firmantes cuentan con un periodo de 18 meses para presentarlos) ya han fijado objetivos concretos a 2030 y con ellos metas que afectan directamente a determinadas industrias. El carbón es la más evidente, pero existen otras muchas implicadas, porque los compromisos también están relacionados con las particularidades de la cartera de cada entidad (del peso en el total del crédito) y porque otros sectores también son importantes emisores de gases con efecto invernadero.

“55 bancos cuentan con una política vigente para la financiación del carbón y/o han establecido un objetivo de reducción emisiones”, explica el informe sobre el progreso del primer año y medio de vida de la alianza. El inmobiliario es negocio del que la banca va a estar pendiente y más de 40 entidades habrían establecido límites en emisiones dentro de la alianza. Y la lista continúa: agricultura, acero, aluminio, cemento, hierro…

Teniendo en cuenta que las empresas están recurriendo a la banca con especial intensidad este año para buscar mejores precios para financiarse por la brusca subida de los tipos de interés en el mercado, la lista de compromisos públicos de las entidades financieras es un importante aviso para navegantes sobre por dónde deberían ir sus estrategias de negocio en los próximos años si no quieren ver multiplicar sus gastos financieros, ya que los giros de negocio no se pueden improvisar y además son difíciles de retirar una vez se anuncian.

Si lo del banco malo tuvo una imagen pésima, lo del banco sucio suena peor

Por el lado de las entidades financieras -a menos que el paso atrás sea global o se produzcan bajas en cascada- parece complicado que se arriesguen a salir de este grupo sin una causa muy justificable, al menos mientras que el escrutinio público sea tan intenso como el actual. Si lo del banco malo tuvo una imagen pésima, lo del banco sucio suena incluso peor; pero la evolución del ‘profit’ al ‘green’ warning antes o después llegará… es cuestión de tiempo y con ellos la profesionalización de los planes estratégicos verdes.

Toda la banca del Ibex (Banco Santander, BBVA, Caixabank, Bankinter y Banco Sabadell) forman parte de la alianza (Bankinter y Banco Sabadell todavía no han publicado metas de descarbonización). De hecho, en la NZBA está integrada buena parte de la plana mayor de la banca mundial; entre ellos varios de los pesos pesados occidentales. HSBC, Citi, WellsFargo, Goldman Sachs, Credit Suisse, UBS, BNP Paribas, Deutsche Bank, ING, Rabobank… forman parte de la lista de más de las 100 entidades integradas en la red. Pero también figuran grandes nombres propios del mundo emergente: Bradesco, Garanti… incluso el ruso Sovcombank.

La ausencia más significativa es la de los bancos chinos, que se mantienen al margen al igual que China del Acuerdo de París (el gigante en principio apuesta por ser ‘net zero’ en 2060). Pero incluso sin ellos, existe mucho dinero enfocado a la descarbonización; no seamos apocalípticos antes de tiempo.

Mientras que BlackRock se mantenga en pie, existe esperanza. El mayor inversor del mundo es también uno de los que ha asumido un compromiso más exigente a medio plazo: gestionar un 77 por ciento de sus activos alineados con los objetivos de París en 2050 (es un objetivo inicial, que lo lógico es ir revisándolo al alza). Y sabe que son muchos los que espera que resbale para acusarle de greenwashing, por lo que el gigante seguramente evitará hacerlo.

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