OPINION

¿Quién pierde con el plante ante el altar de Unicaja y Liberbank?

Mario Draghi y Luis de Guindos, BCE
Mario Draghi y Luis de Guindos, BCE
EFE

Las patronales de la banca y las cajas, las tradicionalmente conocidas como AEB y CECA, se reunían el pasado jueves por la mañana. Se trataba de una reunión técnica para debatir sobre la reputación del sector -el caballo de batalla de las entidades financieras en los últimos años- y sobre cómo implementar mejoras en la comunicacion. Sin embargo, por mucho que la reunión abordara una problemática clave, las miradas de los presentes estaban clavadas en los representantes de Unicaja y Liberbank, que horas antes se habían plantado mutuamente en el altar, conjurando una boda que propios y extraños -entre estos últimos especialmente el Banco Central Europeo (BCE)- daban como segura. Una forma como otra cualquiera de poner en alerta a un colectivo donde ejecutivos y analistas hablan y no paran de la necesidad de consolidar algunas entidades en riesgo, incluso a nivel transfronterizo, sin que al final nadie termine por dar su brazo a torcer y entregar las llaves de su fortaleza. 

En el caso de Unicaja, el fracaso se ha vivido con cierta resignación… y temor a cómo las huestes de Luis de Guindos puedan interpretarlo. Al punto que el principal interés de la firma a día de hoy -teniendo en cuenta que la operación no era imprescindible para afianzar su futuro- pasa por lavar su imagen de cara a los supervisores. Según aseguran fuentes conocedoras de los contactos, la entidad del tándem Medel/Azuaga se escuda en que no ha variado su posición desde el primer día, en línea con un canje del 60%-40% en la fusionada. Es más, dentro de la casa se destaca el nivel de transparencia con el que se ha operado en la ‘due dilligence’, al punto de pasar por alto valoración de activos comunes claramente infladas en el caso de Liberbank. En esta línea, se lamenta los intereses en su ‘partenaire’ de accionistas como Oceanwood, a quien ven detrás de movimientos como el de Abanca, que a mitad de las conversaciones irrumpió anunciando una opa sobre el banco.

“Unicaja ha sido siempre un negociador durísimo en defensa de sus accionistas -explica una fuente próxima al supervisor-. Se vio con Caja Castilla-La Mancha (CCM), una unión que colapsó ‘in extremis’, y en la que Medel no se apeó de sus planteamientos. Con Cajasur sucedió igual, incluso después de un año gestionando la entidad. Lo que sucede aquí es que Unicaja no es la entidad más solvente, pero no está mal, y tiene camino que recorrer en rentabilidad, pero aguanta”. En otras palabras, superado el duelo de la separación, la entidad seguirá su camino. Más dudas presenta, sin embargo, el porvenir de Liberbank, que sí tiene mucho más que andar en niveles de solvencia y rentabilidad, sobre todo teniendo en cuenta los requerimientos que vienen y su tamaño. No es casualidad que, tras el anuncio de ruptura, Unicaja bajara en bolsa y Liberbank subiera, en un claro descuento de otra operación corporativa. No en vano, la entidad asturiana acoge en su capital inversores extranjeros con intereses varios y que, por encima de otra consideración, en algún momento pretenderán recuperar su dinero.

En este punto, no falta quien advierte que esos fondos eran los más interesados en que el movimiento con Unicaja fructificara con la vista puesta en un relevo al frente de la firma. Y es que hablar de Liberbank es hablar de su consejero delegado, Manuel Ménendez, tan fiero negociador como lo pueda ser Medel. El ejecutivo, un hombre hecho a sí mismo y que ha logrado hacer del banco el último SIP en pie al tiempo que le llevaba a multiplicar por cuatro el número de activos bajo gestión, era capaz hasta hace bien poco -cuentan los que le conocen- de controlar hasta el último préstamo concedido. Hasta ahí llega su dominio sobre la entidad. Capaz de ejercer de primer directivo y de director de riesgos al tiempo, esos accionistas díscolos veían en la fusión una forma de diluir su poder y entrar en una fase más generosa en retornos. Que los egos han jugado un papel en el devenir del proceso, seguro. Que era imposible que no fuera así, se sabía desde el principio del partido. Todos estaban avisados.

Dicho lo cual, se pierde de vista al analizar los últimos días del cortejo una pregunta que procedía desde el día que los novios se conocieron. Véase, si la integración tenía alguna base empresarial. Y es ahí donde palidecía el proyecto. En un momento en que Santander y Caixa han puesto en marcha un agresivo proceso de salidas en sus respectivas plantillas, además de un importante programa de cierre de oficinas -una de cada cuatro en el caso de la entidad cántabra, en plena digestión de Popular-, lo cierto es que en el casorio entre Liberbank y Unicaja apenas se compartían territorios de influencia, más allá de Madrid. Y sin sinergias de sucursales y trabajadores, apenas se justifica un esfuerzo que -como mucho- permitiría ahorrar en contados cuadros directivos. Cuestión aparte es que Unicaja, en una reflexión empresarial inmaculada, decidiera ir adelante y quedarse con el lote si le salía barato. Para Liberbank, por el contrario, los intereses eran de mayor calado y el golpe, por tanto, será mayor a corto o medio plazo. No es casualidad que las casas de análisis hayan vuelto a tirar de Abanca y a resucitar una oferta.

Más interés tiene la preocupación por cómo reaccionan el BCE. “No me extraña que estén apurados. Después de montar el show, al final pasa esto… Lo que que querían Fráncfort, y de su mano el Banco de España, es que saliera una para ver si se animaban los demás. Hace poco también se vino abajo la de Commerzbank y hay cierta sensación de fracaso”, explica un experto conocedor del sector. No es casualidad que la subgobernadora del supervisor nacional, Margarita Delgado, asegurara recientemente que “el pago de dividendos debe adecuarse a la capacidad de generación de capital de cada entidad”. En roman paladino, que los bancos rebajen el pago a los accionistas si su resultado baja. Tampoco que Guindos subraye cada vez que puede, sobre todo en privado, que las entidades españolas no salen del ‘farolillo rojo’ europeo en niveles de solvencia. Discutible o no, todo un aviso a navegantes.

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