OPINION

Sequía, grifos sin agua, judías a siete euros y... ¿una ración de 'soylent green'?

Corría el mes de mayo de 2008 y el Sichem Defender atracaba en el puerto de Barcelona. Pese al hiperbólico nombre no era un barco de guerra, aunque sí contenía un botín por el que muchos librarán -y ya libran- sangrientas contiendas armadas en distintas partes del globo. El Sichem Defender, que no llevaba ridículas imprimaciones de Piolín y nada podría hacer para atajar un conato independentista, tenía otra utilidad. Más importante y urgente. El buque cisterna de bandera panameña, con 19 millones de litros de agua procedentes de Camp Tarragona y de Reus, era solo la avanzadilla de toda una serie de medidas excepcionales ante la brutal sequía que padecía Cataluña y que amenazaba los grifos de las casas en la Ciudad Condal. Casi diez años después, hemos aprendido muy poco.

El Gobierno ha empezado a preocuparse ahora por la actual sequía. Preocuparse de verdad. Y se ha dado la voz de alarma desde Moncloa no por los problemas en la agricultura o en la ganadería, o por la nula cultura del agua que parecemos atesorar los españoles. En realidad se ha empezado a inquietar por dos razones. La primera, ante la posibilidad de que las grandes ciudades empiecen a sufrir restricciones y eso suponga protestas en la calle. Todo sea por la paz social.  O dicho de otro modo, al escuchar truenos, es momento de acordarse de Santa Bárbara y recuperar las desaladoras, los trasvases, los pactos nacionales… Será lo que inunde declaraciones y diarios regionales en los próximos días.

“El problema se eleva cuando afecta al agua ‘de boca’, pero lo cierto es que llevamos ya meses con problemas muy graves en agricultura y ganadería -explica un experto en el sector-. Si llueve ahora, la siembra de secano aún se puede recuperar, pero en lo que afecta a la cabaña, la situación es muy compleja. Muy poca gente sabe lo que está sufriendo el porcino, teniendo en cuenta lo que bebe un animal al día”. Un escenario que plantea numerosas derivadas. Por ejemplo y sin ir más lejos, el incremento de los precios, en una época de inflación afortunadamente baja. No es casualidad que el kilo de judías verdes duplique su precio en regiones de Galicia -se puede ver ya en mercados por más de seis euros el kilo- y que hortalizas como el calabacín o la berenjena le sigan el paso.

La segunda aflicción del Gobierno enlaza con el impacto que la sequía puede tener en el recibo de la luz, otro movilizador de la opinión pública de primera magnitud. El PP, que en la era Rato y con fines ‘sociales’ -¿o electorales?- ya fue capaz de mantener la factura eléctrica artificialmente baja y generar un monstruoso déficit de tarifa, afronta ahora cómo la escasez de agua puede abrirle un inesperado frente. No es casualidad que el ministro Álvaro Nadal se haya apresurado a congelar por cuarto año consecutivo la parte regulada de la tarifa, en torno al 60% del recibo. La entrada en liza de los ciclos combinados, en un sistema marginalista tan sensible a la irrupción de tecnologías más caras, amenaza con volver a poner (otra vez) en el foco a Energía, al propio titular de la cartera y al sistema de formación de precios.

Aunque pueda resultar paradójico, la necesaria lluvia arreglaría el problema inminente pero solo sería un parche para el de fondo. “No nos hemos gastado nada ni nos hemos preocupado por cultivar y afianzar una cultura del agua. El agua es demasiado barata. Y hay que hablar de las fugas, del cambio climático, de la sobreexplotación de las cuencas...”, expone un analista del sector energético, que recuerda cómo en Aragón no se han cumplido tres planes de regadíos o cómo el agua es un bien natural natural que -lejos de existir sin limitaciones- será en poco tiempo más escaso y valioso que el petróleo. “Estos son los temas, tanto a nivel nacional como globales, temas de fondo”, subraya.

Richard Fleischer dirigió en 1973 la película ‘Soylent Green’, estrenada en España bajo el título ‘Cuando el destino nos alcance’. La producción, basada en la novela de Harry Harrison ‘Make Room! Make Room!’, presenta una distopía en la que, víctima del cambio climático y otros fenómenos naturales, un Nueva York presa del hacinamiento y la delincuencia divide a sus habitantes en dos clases: la élite, con acceso a verduras y carne, y la inmensa mayoría, que se alimenta de una pastillas procesadas denominadas ‘soylent green’. Apenas alcanzan a consumir agua, que guardan en garrafas como si fuera oro. Advierte el ministerio de Tejerina en su último informe sobre la sequía que este es el cuarto año consecutivo en el que las precipitaciones han estado por debajo de la serie histórica, lo que “deja una situación al inicio del año hidrológico preocupante, y en todo caso muy condicionada (…) a las lluvias que se produzcan durante los próximos meses, necesarias para que no se vean agravados los problemas en las épocas más exigentes de atención a las demandas”. Fleischer y Harrison fechaban su drama en 2022. Por si el destino nos alcanza.

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