OPINION

Torres y Galán ante Villarejo: dos hombres ¿y un destino?

Carlos Torres, BBVA, Junta de accionistas 2019
Carlos Torres, BBVA, Junta de accionistas 2019
EFE

El ‘caso Villarejo’ no solo ha colocado entre la espada y la pared a algunas de las principales compañías del Ibex. También ha medido -y sigue midiendo- a los ejecutivos ‘top’ que las comandan, en todos los casos supuestos líderes del tejido empresarial español a los que, por trayectoria, el coraje y el ‘know-how’ se les supone. Las diferentes estrategias adoptadas por ellos, al final personales e intransferibles, no solo arrojarán un resultado a medio plazo para sus firmas, sino que definen a día de hoy su aproximación al conflicto y, por tanto, su forma de gestionar. Cuando crecen las llamas, unos corren en dirección contraria y otros hacia ellas, un impulso humano que no prejuzga el resultado. Dicho de otro modo, manejarse en entornos de bonanza es relativamente sencillo para cualquier profesional, mientras que hacerlo en las épocas de crisis, en los que no solo está en juego la reputación de una firma sino la propia continuidad de uno en el cargo, pone a prueba el arrojo y también la templanza de los elegidos.

Carlos Torres, presidente del BBVA, ha abordado la irrupción del ‘caso Villarejo’ en el día a día de la entidad desde una extraordinaria cautela, que en momentos ha aparecido teñida de desasosiego. Para empezar, el banco anunció a bombo y platillo la apertura de un interminable ‘forensic’ que, desde el principio, pareció una forma de ganar tiempo y lanzar sobre el caso una densa cortina de humo a la espera de que escampara. Lo cierto es que, casi un año después y a tenor de lo va conociéndose del informe en cuestión, la primera impresión va cogiendo forma. De hecho, no es baladí que, como publicó La Información esta semana, la Policía Judicial que investiga la relación laboral del BBVA con la red de Villarejo haya planteado la necesidad de acceder con un mayor detalle a la investigación interna en cuestión y que, en concreto, reclame tener acceso a las grabaciones originales practicadas por los despachos encargados del ‘forensic'. Dicho con cierta sorna, ya ha habido suficiente corta y pega en esa historia como para que la madre de todas las pesquisas se aporte en sede judicial convenientemente filtrada.

Dicho lo cual, si algo ha llamado la atención de propios y extraños en la estrategia de Carlos Torres al frente de BBVA ha sido el abandono de causas judiciales en la que el banco estaba personado y de las que durante años hizo bandera, como es su inesperada salida del ‘caso Ausbanc’. También es digno de mención el punto y final a procesos que afectaban a la relación del banco con ilustres inmobiliarias de la época de la crisis. Como publicó este diario, solo la recomendación de los Garrigues o Uría explicaría esa suerte de deserción, que sin duda ayuda a guardar la ropa desde el punto de vista judicial pero hace un daño notable a la reputación de la entidad financiera y abre todo un abanico de especulaciones, como con toda seguridad sabe el otrora directivo de McKinsey. “No deben estar en procesos en los que se pueda inferir que utilizan información recabada de forma ilegal”, aseguraban en su momento las fuentes consultadas para justificar legalmente ese paso atrás. Otra cosa es que un líder pueda en ocasiones asumir determinados riesgos si está convencido de que ha actuado de forma diligente, no tiene nada que ocultar y atesora fe ciega en la justicia. No hay que ser un lince para inferir que cualquier letrado propondrá siempre la opción más garantista.

Desde luego, Iberdrola y su presidente, Ignacio Sánchez Galán, han marcado una hoja de ruta bien diferente tras hacerse públicos sus supuestos encargos a Villarejo para aflorar información sensible sobre ACS y Florentino Pérez, con quien el salmantino mantenía una dura pugna por el control de la eléctrica hace una década. La estrategia, en suma, se resumiría en una frase, véase, si hay que morir, mejor matando. No en vano y en aras a un anhelo de transparencia, uno de los primeros movimientos de la firma vasca fue remitir un escrito a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) para que investigara a ACS y el propio Pérez en tres flancos diferentes. En primer lugar, por la salida de Manuel Delgado del Consejo de la constructora tras conocerse su presunta relación con Villarejo; en segundo, por el posible uso de paraísos fiscales por parte del presidente a tenor de conversaciones recogidas en uno de los audios, y, en tercero, aclaraciones sobre la personación de la sociedad en piezas abiertas contra Iberdrola. Un planteamiento enormemente agresivo que no solo apostaba por cambiar el sujeto mediático de la posible mala praxis, sino resucitar los pormenores de aquella guerra empresarial. Un relato en el que, sin duda, Iberdrola se sentiría más cómoda que en el de las actuales filtraciones.

De hecho, el planteamiento cobra más interés si se tiene en cuenta que, según fuentes próximas al proceso, ni Galán ni Pérez -con sus compañías viento en popa en plena transición verde- tienen mayor interés en revivir viejas batallas, por muchas cuentas pendientes que quedaran en su momento… Y quedaron. Para reforzar el argumento y dentro de esa estrategia, la compañía anunciaba días después la presentación de una denuncia ante la Fiscalía Provincial de Bilbao -un entorno judicial que le es de sobra conocido- para que investigue un supuesto documento interno de la multinacional publicado por ‘El Confidencial’, según el cual la propia dirección de la compañía era la que ordenaba los espionajes de Villarejo y cuya existencia misma la eléctrica directamente cuestiona. La decisión de judicializar el origen mismo de uno de los principales ‘cargos’ que afronta la eléctrica supone todo un órdago de Galán, que al tiempo también ayuda a desviar el foco de los hechos inicialmente denunciados.

El caso de Villarejo y el Ibex, un episodio oscuro al que todavía le falta relato y quién sabe si más compañías afectadas, definirá el futuro y la carrera de primeros ejecutivos de nuevo cuño y de otros que son y han sido historia de la empresa española. De FG a Galán, pasando por el propio Torres o Florentino Pérez. Eso sí, como bien apuntaba no hace mucho un banquero de inversión de campanillas al referirse al caso, los millonarios ‘bonus’ y planes de pensiones que se cobran en las grandes corporaciones del selectivo no deberían percibirse por sentarse en una cuenta de resultados hecha y por atender cada trimestre una ‘conference call’ con analistas. Para empezar, de estos privilegiados, que ocupan la cima de la pirámide corporativa, se espera que asuman riesgos en la operativa para crear valor en favor del accionista para el que trabajan. Y, además, se esperan reacciones certeras ante esas crisis que no admiten refugio y que durante muchos años esquivaron a la España de la bonanza. Torres, quedándose un paso atrás, y Galán, dando un paso al frente, han hecho sus apuestas. La ruleta rueda.

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