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La 'Industria 5.0' frente a las hordas que asaltan parlamentos

Operarios levanta una cerca en el exterior del Capitolio de los Estados Unidos tras el asalto de la pasada noche.
La 'Industria 5.0' frente a las hordas que asaltan parlamentos.
EFE

La imagen del Capitolio norteamericano tomado por una banda de fanáticos imbuidos de una ideología populista (de derechas o de izquierdas) era el fiel reflejo de lo cerca y, a la vez, lo lejos que puede estar la economía de la sociedad en general. Se supone que los asaltantes de EEUU eran sobre todo de extrema derecha y estaban cabreados por la falta de oportunidades que presentaba su país, tomado por dos fuerzas que ellos no pueden parar: por un lado, los magos de las finanzas de Wall Street, ajenos en su burbuja a lo que ocurría en la capital federal; y por otro lado, por el despertar de los colectivos sociales más denigrados en aquel país (negros, latinos, etc…) cuyo progreso se deja notar en todas las instituciones y las empresas del país.

Por suerte, el progreso no se detiene y cada vez nos convertimos en personas más exigentes y más defensoras de lo nuestro, de lo que nos hemos ganado (con esfuerzo o sin él) y lo que nos corresponde por pagar impuestos y debemos recibir a través de unos servicios y unas instituciones, simplemente porque pertenecemos a esa sociedad que progresa. Pero eso puede ser un espejismo cuando las expectativas no se cumplen o vemos que es más fácil protestar que pelear duro para avanzar, y saltan por los aires las normas que tanto ha costado poner en marcha y que suelen resumirse en lo que llamamos democracia. El problema y la virtud de la democracia es que es adaptable a todo tipo de reivindicaciones, por estrambóticas que parezcan.

¿Es posible que EEUU haya dejado de ser ya el país de las oportunidades para pasar a ser el mercado de las desigualdades sociales? ¿O es un embuste en el que Trump nos ha querido embaucar y con el que ha conseguido 74 millones de votos? No son cuestiones simples de resolver, pero lejos de Silicon Valley, en la capital europea, se maneja un concepto que puede aportar algo de luz a esas cuestiones, sin ser la solución rápida que a Biden le gustaría tener para evitar una quiebra social. Esta semana publicada la Comisión un nuevo ‘paper’ sobre la ‘Industria 5.0’, que se plantea como un nuevo paradigma para evitar, en lo posible, que crezcan las hordas que se sienten heridas por los políticos y las empresas, y salen a la calle a quemar coches y tomar parlamentos.

La comisaria europea de Innovación, Investigación, Cultura, Educación y Juventud, Mariya Gabriel, avala esta iniciativa según la cual hay que pasar de los avances tecnológicos puros y duros en busca de rentabilidad y beneficios (Industria 4.0) a un modelo según el cual se debe aprovechar el poder de la industria para afianzar los logros sociales del crecimiento y el empleo, con actividades respetuosas con el medio ambiente, resistentes a las crisis más duras (resilientes) y -esta pretende ser la gran diferencia- que coloquen el bienestar del trabajador industrial en el centro de todos los procesos de producción.

Si no fuera porque estamos en el siglo XXI, esto parecería una vuelta al XIX  con el elemento ecologista añadido. Visto en la realidad actual, es evidente que se trata de un planteamiento teórico que, por más que vaya lanzado en la buena dirección, está lejos de convertirse en realidad antes de que tengamos dos o tres sustos más como el del Capitolio, vengan del radicalismo que vengan. En realidad no se trata más que de la teorización y adaptación al momento tecnológico que vivimos, el de la inteligencia artificial, de una regla empresarial básica: rodéate de gente buena, trátala bien y tu negocio nunca caerá.

Para que todo eso llegue a buen puerto, no solo hay que hacer que los trabajadores sean el centro de las preocupaciones (que ya los son en la mayor parte de las empresas), sino que desde los poderes Ejecutivos deberán tener en cuenta que los empresarios también necesitan ser tenidos en cuenta, sobre todo los medianos y pequeños, a quienes la crisis del coronavirus les ha llegado después de la crisis financiera, y también corren el riesgo de quedarse en el camino y formar parte de esa clase social cabreada con todos porque nada funciona. 

Es evidente que falta una base industrial en Europa y en EEUU, porque el progreso ha hecho que se haya regionalizado y deslocalizado, pero también lo es que lo que había no va a volver. Como señala el 'paper' europeo, solo dos de las diez multinacionales de mayor capitalización del mundo en 2009 (Microsoft y Jonhson & Jonhson) repiten en 2019, para dejar paso a las plataformas digitales. Lo nuevo viene de la mano del ‘green deal’ europeo y la nueva era digital, avalado por las ayudas millonarias frente al Covid que quitarán fuerza a esa dependencia de las burbujas financieras, y de lo que les dejen hace a los empresarios, que son al final quienes arriesgan más. Esa es la oportunidad que trae esta crisis. No la perdamos.  

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