OPINION

Dos estudiantes convierten una centrifugadora de lechugas en un separador de plasma

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Pocos aparatos de cocina me resultan más agradables al tacto que mi vieja centrifugadora de lechugas, la mejor amiga de las ensaladas sequitas. Ahora tan noblote aparato ha sido transformado por dos estudiantes de la Universidad de Rice (Houston, Texas) en todo un objeto de emergencia que puede salvar, además de una comida improvisada, vidas en países en desarrollo.

Lauren Theis y Lila Kerr han realizado un ingenioso bricolaje con un tornillo, algunas tapas de plástico, peines, envases de yogur y una pistola de pegamento caliente. El resultado es "Sally Centrifuge", un separador de sangre y plasma que funciona a mano.

Este sencillo diseño podría ser una herramienta de valor incalculable para las clínicas del mundo en desarrollo, ya que permitiría la separación de plasma y glóbulos rojos para detectar enfermedades sin necesidad de electricidad.

Las estudiantes han probado que su centrifugadora puede separar tubos de 15 ml de sangre en plasma y glóbulos rojos pesados, después de girar tan sólo 10 minutos. Con tan sólo ese tiempo, Theis y Kerr son capaces de medir el hematocrito del paciente (proporción de glóbulos rojos en el volumen total), lo que puede indicar anemia.

Y mientras que la anemia en sí no es mortal, la condición puede apuntar a otras enfermedades como el VIH, la desnutrición o la malaria.

El dispositivo hace girar los tubos hasta las 950 rpm. Los resultados obtenidos son comparables con los logrados con una ZIPocrit, una mini-centrifugadora de hematocrito que funciona con pilas y de las pocas que son portátiles. La ZIPocrit gira hasta 10.000 rpm y completa su tarea en cuatro o cinco minutos.

Pero la "Sally Centrifuge" tiene otras ventajas. Además de no necesitar electricidad, sólo músculo ("La hemos girado durante 20 minutos sin ningún problema; diez minutos es un paseo"), puede girar hasta 30 tubos a la vez, mientras que la ZIPocrit sólo puede con cuatro. También han demostrado que es bastante robusta, ya que todo está fabricado en plástico duradero. Y lo más importante: es barata, menos de 25 €, frente a los 250 € de la versión a pilas.

La centrifugadora Sally, junto con sus creadoras, tendrá su primera experiencia en el mundo real este verano, cuando las chicas pongan a prueba el dispositivo en clínicas rurales de Ecuador, Swazilandia y Malawi.

"Estas estudiantes han hecho un trabajo asombroso de una manera muy simple, con materiales de bajo costo y creando un dispositivo de investigación que muestra perfectamente los niveles de hematocrito en la sangre", afirma su profesor de Ingeniería en Tecnologías de la Salud. "Muchos de los pacientes atendidos en las clínicas del mundo en desarrollo están anémicas, y es un problema de salud grave. Ser capaz de diagnosticar sin electricidad, con un dispositivo que es extremadamente ligero, es muy valioso"

Por cierto, Lila Kerr es estudiante de segundo curso y Lauren Theis es su primer año en la universidad....

Fuente: Universidad de Rice

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