OPINION

Finanzas ¿morales?: de Wall Street a Gowex y Pescanova

Los mercados financieros, así como la mayoría de los aspectos relacionados con las finanzas, son unos grandes desconocidos. Solo las personas de mente más abierta son capaces de intentar entender aquello que no conocen, pero lo gran mayoría tiende a olvidarlo, odiarlo o incluso demonizarlo. Además, solemos culpar de las injusticias que acechan al mundo a aquello que desconocemos, lo que posiblemente sea siempre un error.

Por eso, quienes trabajamos en finanzas tenemos la doble obligación de evangelizar y ejemplarizar. Debemos, en primer lugar, explicar nuestra profesión a quienes se interesen por ella, no con altivos tecnicismos, sino con ejemplos sencillos. Si bien es cierto que esa barrera de conocimiento técnico persiste en muchas profesiones, el caso de las finanzas es diferente. Mientras podemos usar un puente sin conocer los principios físicos que lo sostienen, o ponernos una vacuna sin saber los conocimientos microbiológicos detrás de la misma, las finanzas son algo mucho más común, y hasta me atrevería a decir que mundano. Que un campo tan terriblemente desconocido en nuestro país pueda causar un impacto tan grande a tanta gente es algo de lo que muy pocos son conscientes. Los financieros debemos aceptar que lo que nos conviene son clientes formados y entendidos en la materia, que defiendan sus intereses y eviten ser engañados, por lo que hay que perseguir de forma activa el analfabetismo financiero. Los primeros pasos son sencillos: empecemos por fomentar una sana cultura del ahorro para que poder construir un edificio más completo posteriormente.

La segunda de las obligaciones de cualquier buen financiero es dar ejemplo. Una parte importante de nuestra mala reputación proviene del conocido mito del especulador, cuyo origen posiblemente se remonte al lejano antisemitismo. Esta idea también se ha visto alimentada por películas, como la famosa Wall Street, de 1987. Pero como todos los mitos, es verdad a medias. Los escándalos financieros y las vergonzosas malas prácticas de los últimos años no han hecho sino aumentar el rencor y la desconfianza hacia la profesión. No son pocas las voces discordantes que han señalado los inmorales comportamientos de otros profesionales, pero en un mundo donde los contactos y las apariencias son tan extremadamente importantes, muchas veces se calla para no ser señalado como el chivato; imagino que en otras profesiones pasará exactamente lo mismo. Es por eso que debo insistir en este punto: es obligación de todo financiero mostrar un comportamiento moral, porque además de mantener una actitud recta, hay que demostrarlo siempre que se tenga ocasión.

La responsabilidad detrás de mi profesión es gigantesca. Los financieros somos por definición tomadores de riesgos, nos pagan por ello. Muchas veces nos convertimos en responsables de guardar los ahorros de toda una vida, de protegerlos y cuidarlos como si fueran nuestros, y en consecuencia deberíamos sentir el impacto de nuestros errores en nuestra propia piel. ¿Cuál es la responsabilidad moral del financiero? En primer lugar, decir siempre la verdad, nunca ganar dinero engañando a los demás. Después, alinear sus incentivos con los del cliente, evitando a toda costa caer en el riesgo moral de tomar decisiones que le beneficien a él y perjudiquen al cliente. Si revisamos someramente los casos más destacados de escándalos financieros (el caso Gowex, la caída de Pescanova, las preferentes, las hipotecas irretornables en Estados Unidos, etc.), nos daremos cuenta que se produjeron cuando uno o ambos requisitos esenciales del buen financiero no se estaban cumpliendo, y la mayoría de veces, premeditadamente.

Pero teniendo en cuenta todo esto, ¿cómo puede ser que persistan comportamientos inmorales en el ámbito de las finanzas? Las estructuras de poder tienden a mantenerse y a retroalimentarse, y el sector financiero español ha tendido a estar dominado por un número cada vez más reducido de entidades, lo que no hace sino reforzar un determinado tipo de dinámicas. No estoy diciendo que los comportamientos inmorales sólo puedan darse entre los grandes bancos. Manzanas podridas hay en todas partes, pero mientras que en pequeñas y medianas empresas es fácil encontrarlas y sacarlas de la cesta, en las grandes estructuras es más fácil camuflar errores o engaños, y así las responsabilidades son difíciles de depurar.

¿De dónde vendrá el cambio? De la competencia. Mientras sean pocas las empresas que puedan ofrecerle sus servicios, muchos serán los abusos. Pero mientras la necesitada competencia no entre en escena de manera generalizada, la responsabilidad de cambio de paradigma depende de usted. Muestre interés por cuestiones financieras, pregunte, busque, ¡fórmese! Nadie mejor que uno mismo para cuidar su propio dinero. Y sobre todo, no se deje engañar por tipos bien vestidos y palabras complejas: las finanzas son sencillas y sus principios básicos están al alcance de cualquiera que muestre un poco de voluntad por aprender.

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