OPINION

Bienvenidos a Balconia, donde los españoles aplauden por no llorar

Coronavirus España
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EFE

Todos los días, a las ocho en punto de la tarde, emerge de este país acorralado por la peste otra nación de ciudadanos libres que recupera la voz sólo para dar las gracias. Es Balconia. Federación democrática de Balconia. Asociación infinita de balcones, terrazas, azoteas, buhardillas y ventanales que, frente a las amenazas homicidas, lo mismo sirven para colgar la bandera de España a modo de exorcismo que para aplaudir al personal hospitalario como antídoto. O para 'cacerolar' a un gobierno torpe, noqueado y desbordado.

De todas las repúblicas independientes que nos damos a inventar tal vez la más sincera sea esta de Balconia, nacida espontáneamente no para reclamar privilegios sino para rendir homenaje a quienes combaten en primera línea. Nada más justo. Nada más necesario para con nosotros mismos, sobre todo porque tenemos un Gobierno por debajo de nuestras posibilidades.

Cada palmada de este innumerable aplauso es un grito de aliento a los médicos, enfermeras y celadores que, sin distinción, así trabajen en hospital público o privado, libran la última batalla de la esperanza. Bravo. Por eso resultan especialmente repulsivos esos demagogos que, en plena ofensiva vírica, hurgan en el estiércol su pitanza política. Son los mismos que exigen unidad con discursos muy campanudos. Pablo Iglesias, por ejemplo. Pero también otros, incluidos ministros y editorialistas orgánicos, que achacan a “los recortes de Rajoy” el colapso de los hospitales y aun la falta de material médico. Naturalmente, Pedro Sánchez utiliza la falacia como exculpación a sus errores. Todos ellos hacen grandes proclamas sobre la sanidad pública. Eso sí, a la hora de la verdad, eligen la privada para sanarse de sus virus. Sepulcros blanqueados.

En esta guerra contra la peste nada tiene que ver la titularidad del hospital. Importa más su gestión y la calidad de su personal. Pero sobre todo, lo verdaderamente decisivo, es que el gobierno de turno actúe con eficacia y competencia. Recortes sanitarios se han aplicado en Alemania y Francia; sin embargo, sus hospitales no carecen de medios ni están al borde del colapso. La diferencia estriba en que Merkel y Macron han gestionado con más previsión, conocimiento y determinación que Sánchez.

El modelo a estudiar es Corea del Sur, universalmente aplaudido, un país semejante a España en población, potencia económica, riqueza per cápita e instituciones democráticas. También compartimos prestigio internacional por la calidad de ambas sanidades, pero con tres diferencias fundamentales: la coreana tiene el triple de camas que la española, cuesta 300 dólares menos por habitante al año y, ojo al dato, el 90% de los hospitales son privados. Los coreanos tienen acceso universal mediante un sistema de seguros médicos que, simplificando, viene a ser una especie de cheque-salud gubernamental.

¿Quiere decir que el éxito de Corea frente al coronavirus se debe a que su sanidad es privada? Por supuesto que no: ni sus hospitales son sustancialmente mejores ni sus profesionales más cualificados que los públicos españoles. Si Corea ha ganado la guerra no ha sido por su sanidad excelente, sino por la gestión rápida, decidida, bien planificada y coordinada de su gobierno, que movilizó todos sus recursos, desde los humanos hasta los tecnológicos, con eficiencia. Supo desde un principio lo que tenía que hacer y cómo hacerlo, sin concesiones populistas al 8-M: Corea decretó el estado de emergencia con 600 contagiados; España, con 8.000.

Aquí radica el secreto de la victoria coreana, que no necesitó confinar a todo el país ni cerrar fronteras. Por cierto, su presidente se llama Moon Jae-in y es socialdemócrata.

Nada que ver con el socialdemócrata Sánchez, que ha tardado 45 días en decretar la alarma, 55 días en constituir un Comité Científico y 60 días en distribuir los test de detección rápida a todo el país. El presidente español anunció como un gran objetivo la realización de 15.000 test diarios; el coreano practicó 160.000 diarios durante las primeras semanas, lo que permitió escanear con el big data dónde estaban los principales focos de contagio y neutralizarlos. Moo Jae-in disparó con misiles guiados; Sánchez al bulto.

Corea reforzó el control y la seguridad de los geriátricos, de ahí su baja mortalidad; en España se están muriendo en soledad los ancianos porque nadie, ni gobiernos regionales ni gobierno nacional se acordaron de ellos, los más vulnerables. El capítulo más hiriente, el menos honroso, que hoy avergüenza a los españoles de Balconia es cómo desaparece abandonada la generación que sufrió las privaciones de una posguerra cruel y sobre cuyos hombros sacrificados se irguieron hijos y nietos para gozar de una vida mejor. Para ellos, no hay memoria histórica.

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