OPINION

Una campaña electoral de locos, momias y exorcismos

Pedro Sánchez, pensativo. / EFE
Pedro Sánchez, pensativo. / EFE

Que, 40 años después de muerto, Franco siga atizando los instintos cainitas de los españoles trasciende todo análisis histórico para invadir el terreno de la psicología clínica. Con lo que costó enterrar al viejo autócrata y al franquismo sociológico, sólo a un Gobierno socialista se le ocurre exhumarlo del olvido para agitarlo como un espantajo en la contienda electoral. Como un Cid, pero al revés. De modo que, para rematar el dislate, viene a resultar que Pedro Sánchez se convierte en albacea del generalísimo y da cumplimiento a su última voluntad: ser enterrado en el cementerio del Pardo, junto a su mujer Carmen Polo, en la sepultura de dos cuerpos que personalmente adquirió a finales de los años 60. Y encima va a Nueva York, a la ONU, y lo cuenta. De locos.

Los estrategas de Moncloa están persuadidos de que el exorcismo les reportará grandes beneficios, pues por un lado reconforta al mustio votante de izquierdas con esta última lanzada al dictador muerto y, por otro, excita las pasiones de la derecha nostálgica. O sea, moviliza a los suyos y, al mismo tiempo, enardece al votante de Vox para que no vuelva al PP de Pablo Casado. La artimaña le ha funcionado hasta ahora al PSOE, pero su obscena recreación bien pudiera provocar un efecto boomerang. A saber cómo reaccionará este país atónito y fatigado de su clase política ante el espectáculo macabro que se retransmitirá en directo, un baile de momias saltando de una tumba a otra como el Día de Difuntos en México. Los entierros en España son una de las bellas artes, siempre se nos dio bien embellecer el cadáver recién acuchillado, pero los desentierros no gozan de igual prestigio y suelen derivar en riñas de osario al borde de las cunetas.

Por este valle de Josafat que es hoy la palestra electoral, vaga como un zombi Pablo Iglesias acosado por traidores y oportunistas que le reclaman el botín. Ahí anda Iñigo Errejón, renacido como Lázaro, que se ha lanzado a los caminos para reclutar desencantados y mercenarios. El macho beta disputándole la mesnada al macho alfa. Encabezan el elenco de los desleales los valencianos Mónica Oltra y Joan Baldoví. Ahí te pudras, Pablo, quien no sabe pactar no debe gobernar. La carnicería puede adquirir tal proporción que asombre incluso a Tarantino. En apenas cinco años, el 15-M ya tiene su propio Valle de los Caídos, como si las revoluciones de ahora ya vinieran con la obsolescencia programada.

Así que al PSOE, como amo del camposanto, se las están poniendo mejor que a Fernando VII: a su derecha, tres personas distintas disputando por un mismo proyecto; y a su izquierda, la santa trinidad de la progresía atizándose con verdadero celo fraternal para ver quién termina de mayordomo de los socialistas, que ese es el destino manifiesto de todo neocomunista. El espectáculo resulta tan estrambótico que Pedro Sánchez aparece, en el centro geográfico, como un prodigio de equilibrio y estabilidad: mientras sus adversarios se degüellan, él contempla impávido el fragor de la batalla. Si lo tendrá fácil que para llegar incólume al 10 de noviembre le basta con hacerse el muerto. Del resto se ocupará el Sr. D’Hondt, especialista en favorecer a los poderosos a costa de los débiles mal avenidos.

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