En mi molesta opinión

La falsa masculinidad que Irene Montero nos quiere imponer

Irere Montero
La falsa masculinidad que Irene Montero nos quiere imponer. 
EFE

Pensando que todavía estamos en verano y con el ánimo vacacional a flor de piel he decidido no escribir 'mucho' de política ni de economía (para dejarles a ustedes unos días más de tranquilidad) y hablar de esas otras historias y esas otras cosas primordiales de las que casi nunca se habla en los medios pero que, sin embargo, son fundamentales para nuestro existir cotidiano.

Como diría 'Castro', un excelente camarero de Barbate, en concreto del restaurante 'El Campero', donde el atún se convierte en un milagro de sabores imposibles de olvidar, “no perdamos más el tiempo y vayamos al lío”. Pues eso. El lío tiene nombre de hombre para que no nos falte de nada, ni su picante ni su wasabi. Ya sé que está de moda hablar de las mujeres que actualmente son las protagonistas fundamentales de casi todo lo que sucede en este siglo XXI, y lo son por derecho propio, no tengo nada que objetar. Es más, creo que este 'revolcón' femenino le vendrá bien a la humanidad en su conjunto, no sólo a ellas.

Lo único malo es que los hombres nos hemos quedado como el príncipe destronado en esta sociología de género que nos tiene arrinconados, y condenados de antemano a todo lo malo que acontece, en detrimento o consecuencia de nuestra condición de varones heterosexuales, ya que los homosexuales -por muy hombres que sean- poseen otro rango en la escala informativa de los medios y de la propia política de los Gobiernos. Somos, parafraseando la literatura, el príncipe destronado que Miguel Delibes plasmó con maestría en la novela del mismo nombre, y en la que relata el desencanto del protagonista, Quico, cuando nace su hermana menor, Cristina, al ser relegado a un segundo plano en mimos y cuidados. Ese podría ser un primer desajuste, pero la realidad es más profunda ya que no se trata de arrinconar a unos u otras, sino de desarrollar una 'nueva' personalidad, en este caso la de los varones que está más confusa y desorientada.

Ser hombre hoy, en pleno 2022, no es fácil, ni siquiera lo es parecerlo. Siempre ha sido algo difícil de representar e interpretar en la esfera humana, incluso cuando estaba bien visto socialmente ser un poco macho. No digamos ahora, en estos tiempos de rayos y truenos que soplan a favor de las virtudes femeninas, cuando lo de ser hombre se ha convertido en una dificultad que hay que replantearse y reinventar con naturalidad, y acorde con los tiempos actuales para no desbarrar ni quedarse fuera del juego de las relaciones humanas y sexuales.

El hombre debe cooperar con el feminismo pero sin estar tutelado por él, si realmente quiere crear su nueva figura masculina

Estos signos de nueva masculinidad no son los mismos (aunque puedan coincidir en grandes aspectos) con los que representa el feminismo, y hablo del feminismo auténtico y verdadero, no del feminismo desconcertado y descerebrado que promueve una ideología de género sin sentido y que define la feminidad como un constructor mental y sentimental, y en consecuencia lo aparta de lo natural y lo biológico. Hablo del feminismo de igualdad, de ese que lucha por el reconocimiento y las capacidades de la mujer, y por unos derechos que tradicionalmente han estado reservados para los hombres.

Los enormes cambios que se están produciendo en el mundo femenino occidental, y que han de seguir sucediéndose hasta equipararse por completo en lo social y lo económico, principalmente, están desorientando a los varones que se sienten heridos y perdidos en su masculinidad, sin saber qué hacer concretamente ni cómo acompañar ese gran cambio de la mujer, desde su trayectoria personal. La masculinidad es un complemento circunstancial de la feminidad, no una actitud de arrebato o de poderío, que busca y pretende conectarse con una nueva sintonía de la vida más capaz, más auténtica y más acorde con lo esencial, y compartir -no excluir- realidades psíquicas y fisiológicas que en muchos aspectos son distintas.

Hace unos días salió la ministra Irene Montero a anunciar que el Ministerio de Igualdad pondrá en marcha en septiembre varias campañas “sobre las nuevas masculinidades”; pero claro, ella y su equipo sólo lo proponen “en función del papel del hombre en la construcción y el avance del feminismo”. Esa no es la igualdad que necesitan los hombres, al menos la inmensa mayoría. Ellos tienen sus propias capacidades masculinas que no van en función del feminismo sino de la entereza del propio hombre. No es cuestión de que los hombres se plieguen o no a la voluntad de una doctrina o movimiento social, sino que descubran con su empeño esa nueva realidad de la mujer y la conviertan en propia haciéndose cómplices de la misma. De igual forma que las mujeres no deben ser apéndices de los hombres, ellos tampoco deben serlo de ellas, sólo han de crecer juntos, evolucionar ayudándose y complementándose como seres humanos diferenciados por la biología pero no devorados por los intereses del feminismo.

Reinvente su masculinidad pero no permita que Irene Montero se la estropee

Es verdad que el machismo ha estado y sigue estando muy presente en grandes partes de la sociedad, pero la manera de combatirlo no se encuentra en la lucha de sexos y en el sometimiento de unos u otras. El hombre debe cooperar con el feminismo pero sin estar tutelado por él, si realmente quiere crear su nueva figura masculina, necesaria para suturar sus propias heridas y, si es preciso, colaborar con las de ellas. Los varones tienen sus problemas y no giran, en su mayoría, en función de las mujeres. Un simple dato: la tasa de suicidio en todo el mundo es el triple en los hombres que en las mujeres. El por qué hay que buscarlo en el propio hombre y no creo que esté en el feminismo que propone Irene Montero, que además sospecho que no es el más idóneo, por la réplica y el enfrentamiento que ella misma sostiene con las auténticas feministas.

No es cuestión de crear un nuevo martirologio masculino relatando los problemas, sufrimientos y adversidades de ellos, basta con entender y redescubrir las nuevas formas de ser hombre en pleno siglo XXI, que no pasan por competir, ni por ser más fuertes, ni más machos, ni tampoco por ser los más seguros; en todo caso se trata de adaptar una nueva energía masculina para generar una mejor realidad en las relaciones humanas. Hay que obligarse a ser más auténtico y más inteligente sin necesidad de tener miedo por no estar a la altura de las expectativas que el mundo fija sobre el superhombre y su desatinado machismo. Hágase caso, reinvente su masculinidad pero no permita que Irene Montero se la estropee. 

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