OPINION

Las paradojas de Pablo Iglesias o el rock de la cárcel con Oriol Junqueras

Pablo Iglesias en la sesión de control
Pablo Iglesias en la sesión de control
Europa Press

No parece muy lógico que un político, aunque sea de extrema izquierda y se llame Pablo Iglesias, se vaya a una cárcel catalana a negociar los Presupuestos Generales del Estado (PGE), encima sin ser miembro del Gobierno. La cosa es tan absurda que incluso Tardá y Rufián han puesto el grito en el cielo: "En lugar de presionar a una celda de Lledoners para aprobar los Presupuestos del PSOE se puede ir a presionar a un despacho de Moncloa para liberar a nueve demócratas de una condena salvaje, injusta y vengativa”, ha dicho el imaginativo Rufián.

El político que espera a Iglesias entre rejas es Oriol Junqueras, que lleva encarcelado un año y está pendiente de juicio, además de pertenecer a un partido que paradójicamente tiene como objetivo principal cargarse ese mismo Estado que ahora precisa de su voto para aprobar los Presupuestos; y no porque no le gusten esos Presupuestos, sino porque no le gustan los españoles, o al menos no le gustan como compañeros de viaje. Y como el objetivo de la independencia parece que se retrasa, los de su partido –ERC- han decidido ir cargándose también la jefatura del Estado, es decir la Monarquía, que por algún lugar hay que continuar el derribo.

No me imagino a Iglesias y Junqueras moviéndose al ritmo de Elvis Presley dentro de una celda, pero el rock de la cárcel ya suena en todos los Telediarios y en las cabezas perplejas de los españoles que no entienden nada o casi nada, por mucho que algunos pretendan explicarles la cuadratura de este enredo político. La imagen del líder de Podemos entrando en la prisión de Lledoners para convencer a Junqueras de que debe apoyar los PGE de Sánchez, es uno de esos iconos chocantes y escalofriantes que en un país como este, con tanto postureo ideológico, puede funcionar e incluso conseguir que miles de españoles se lo traguen con falsa naturalidad.

Vivimos tiempos raros en los que hay que apoyar a los “nuestros”, aunque esos “nuestros” se hayan perturbado y decidan tirar por el camino del populismo y la demagogia. Todo vale con tal de conseguir o mantener el poder. Lo único que funciona bien en España hoy día es el sectarismo político. En la actualidad, aplicar el sentido común es un acto tan atrevido que casi se considera revolucionario. Y no digamos anteponer el interés general al particular, eso ya es cosa de locos.

Para ir animando la visita de este encuentro carcelario, Iglesias ha soltado algunos mensajes en Twitter donde deja claro cuál es su postura respecto a los políticos presos del procés: “Me confirman que veré a Oriol Junqueras el viernes. Él y sus compañeros deben estar libres. Hay que trabajar duro para desjudicializar el conflicto, defender el diálogo y construir vías democráticas. Creo que eso sólo es posible si la mayoría de la moción de censura se mantiene”.

El intereses desesperado de Iglesias por consolidar unos Presupuestos que tienen en buena parte su sello económico y social, está claro. Pero qué dirá Junqueras, que lleva más de un año en remojo penitenciario y sus intereses pasan más por saber cómo salir de la cárcel y minimizar las posibles penas de un juicio que está a punto de comenzar y concluirá el año que viene.

Sin embargo, todo parece indicar que algunos políticos de esta patria afligida ya han perdido su mínimo de vergüenza jurídica, y saltándose toda separación de poderes piden en público y casi a gritos que la fiscalía del Estado suelte, así sin más criterio, a los presos independentistas. Unos presos, que quisieron cargarse el Estado, y que ahora son requeridos para votar a favor de los presupuestos de ese mismo Estado. A todo ello se une el complot político que prepara Iglesias para que los nacionalistas presos salgan de la cárcel a cambio de montar una mayoría de izquierdas con su apoyo.

¿Acaso se está creando cierto ambiente a favor de esos políticos penados para que la Justicia aplique sentencias suaves, o incluso se acepten los indultos gubernamentales? ¿Por qué hay que desjudicializar el conflicto, no se han cometido delitos desde posiciones de máxima responsabilidad institucional? ¿Son los políticos seres privilegiados que no deben enfrentarse a sus actos penales y a la Justicia? ¿O se trata simplemente de engatusar a Junqueras y a los otros presos separatistas para que apoyen los planes de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias?

Me inclino más por esta última opción. Un político nunca se guía por la razón, ni por su corazón, sólo por su sillón. Y el sillón de Sánchez e Iglesias, al menos el que ellos sueñan, pasa ahora por aprobar los Presupuestos. Lo malo, es que para conseguirlo están dispuestos a todo. Incluso a prometer lo que no pueden ofrecer: la libertad de Junqueras y la de los otros políticos, encarcelados no por sus ideas sino por sus presumibles actos contrarios a la Ley.

Mostrar comentarios